Pamplona - Sin apenas tiempo para digerir el resultado que dejaron las urnas del 28 de abril, Navarra se embarca en un nueva campaña. El próximo jueves por la noche se dará el pistoletazo de una carrera electoral que definirá el nuevo Parlamento foral y todos los ayuntamientos. Y, por extensión, la formación del Gobierno de Navarra, que las cuatro fuerzas de cambio confían en revalidar tras una legislatura de oposición frontal de UPN y PSN. Un escenario distorsionado por la cercanía de las elecciones generales, y que deja un panorama especialmente incierto en el que las próximas tres semanas pueden tener una incidencia directa.

Han sido cuatro años políticamente intensos en Navarra. El cambio inédito que se abrió paso en 2015 se ha mostrado estable gracias a una mayoría parlamentaria que Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra han mantenido cohesionada más allá de las diferencias puntuales, mucho menos importantes de lo que se podían esperar al inicio de la legislatura. En parte gracias también al ataque permanente que han recibido por la oposición de UPN, PSN y PP, y que lejos de debilitar al cuatripartito no ha hecho sino reforzar su lealtad interna.

La mayoría de cambio ha logrado sacar adelante más de un centenar de reformas legislativas, en su gran mayoría de contenido social y económico en ámbitos como la lucha contra la pobreza, la vivienda, la igualdad o la memoria. También cuatro presupuestos y una reforma fiscal que han sido la base de una gestión económica más que satisfactoria. Así lo apuntan todos los indicadores económicos, en los que Navarra aparece con mayor fortaleza que hace cuatro años.

El balance por lo tanto es muy positivo, así que las cuatro fuerzas apuestan por repetir la experiencia cuatro años más. Posiblemente con una mayor implicación de todas ellas en el propio Ejecutivo, que estos años ha liderado Uxue Barkos sin cuotas por partidos, lo que le ha liberado de tensiones internas y contradicciones partidistas, pero que ha restado protagonismo al resto de grupos.

La ecuación sin embargo requiere de una mayoría de 26 parlamentarios que a 20 días de las elecciones no está clara. El propio resultado de 2015 fue una suma de diferentes factores que van desde el desgaste acumulado por UPN a la irrupción de Podemos, pasando por una presencia testimonial de Ciudadanos que por escasos votos no logró entrar en la Cámara facilitando el vuelco electoral.

Cuatro años después, la derecha comparece unida en una coalición que suma foralistas y antiforalistas con el principal objetivo de maximizar los votos y frenar la irrupción de Vox, que puede entrar en el próximo parlamento con una representación menor, pero tal vez determinante para condicionar la suma entre UPN y PSN. Mientras que el PSN, que en 2015 tocó suelo electoral, confía en que el efecto Sánchez le permita recuperar su papel de bisagra de las últimas décadas. Tal vez incluso con la fuerza suficiente como para situarse como segundo fuerza y forzar al resto de partidos a facilitar un Gobierno de María Chivite como alternativa a la derecha. “Salimos a liderar esa mayoría progresista y de izquierdas que hay en Navarra”, afirma la candidata socialista.

Hay sin embargo en el cuatripartito mucha desconfianza hacia los socialistas, que se han opuesto a las principales reformas de la última legislatura, de la reforma fiscal a la renta garantizada, pasando por los cuatro presupuestos, el mapa local o la ampliación de la zona mixta. Y que históricamente siempre han inclinado la balanza hacia el lado de la derecha.

Tampoco es seguro que una hipotética pérdida de la mayoría parlamentaria implique la ruptura de la unidad de acción de las fuerzas del cuatripartito. “No partimos de cero”, advierte Uxue Barkos, dispuesta a incorporar al PSN a la mayoría de cambio, pero sin el veto socialista a EH Bildu. “No aceptaremos que se imponga la exclusión de ningún socio”, coincide Marisa de Simón (I-E). Y no parece factible que EH Bildu vaya a facilitar una mayoría alternativa al cuatripartito que parta de su propia exclusión. Sobre todo si el voto del PSN acaba condicionando muchas mayorías en los ayuntamientos, incluido el de Pamplona, donde una abstención socialistas podría dar la alcaldía a UPN en detrimento de EH Bildu si el cambio pierde la mayoría municipal. “O régimen o cambio”, defiende Bakartxo Ruiz.

De hecho, los socialistas no descartan incluso optar a la investidura siendo tercera fuerza electoral en busca del apoyo de UPN si el cuatripartito pierde su mayoría. Una opción que Javier Esparza ha tratado de descartar de raíz, pero que va a tener firmes partidarios. “UPN ha perdido la primacía para poder gobernar, y el PSN por sí mismo y con los apoyos legítimos de otros partidos puede gobernar Navarra y UPN debe apoyarle para garantizar la identidad de Navarra”, apuntaba ayer el histórico dirigente de UPN, José Javier Viñes.

Muchas y variadas combinaciones que dependerán del resultado que dejen las urnas la noche del 26 de mayo, que al igual de 2015, augura un recuento ajustado donde la mínima variación del voto puede acabar condicionado toda una mayoría parlamentaria. Y ante el que no es fácil hacer predicciones en un escenario electoral que los últimos meses ha estado centrado en exclusiva en el debate nacional. Quizá por ello, la campaña que arranca el jueves sea más determinante que nunca.