Tras tensar mucho la cuerda, Theresa May anunció que dimitirá el próximo 7 de junio, pero de la forma que nadie pensaba, entre lágrimas a las puertas de Downing Street. La primera ministra seguirá en el puesto para recibir al presidente estadounidense, Donald Trump, en visita oficial del 3 al 5 de junio, y también ejercerá de primera ministra en funciones mientras su partido elige a un nuevo líder, un proceso que se espera quede cerrado a finales de julio.

Fue una declaración corta y emotiva, sola y vestida de rojo, y sin esperar a saber el resultado de las elecciones europeas del jueves que no se sabrá hasta el domingo, y en las que se espera que se lleve un gran batacazo. Tras su reunión con el presidente del jefe del poderoso Comité 1922, que agrupa a todos los diputados conservadores sin cargo en el Gobierno, May decidió comparecer ante los medios y dar la esperada fecha.

La primera ministra defendió haber hecho todo lo posible por hacer realidad el brexit y lamentando profundamente no haberlo conseguido. Además, dio la bienvenida a su sucesor, poniendo por delante de su carrera política los mejores intereses para el país: “Pronto dejaré el trabajo que ha sido el honor de mi vida”, reconoció la primera ministra, la segunda mujer en ocupar el cargo tras Margaret Thatcher, pero que tiene claro que no será la última.

May aseguró que se va “sin mala voluntad, pero con una gratitud enorme y duradera por haber tenido la oportunidad de servir al país que ama”. Ahí fue el momento en el que su voz se entrecortó, las lagrimas afloraron y decidió irse rápidamente del ángulo de las cámaras. No hubo turno de preguntas ni reproches a los miembros de un partido que no la dejaron respirar.

May prefirió guardarse en el número 9 de Downing Street y dar por zanjada una etapa con muchas sombras sucediendo a David Cameron, un cargo que sabía que era difícil cuando tomó posesión, pero del que pensaba que iba a salir airosa con su voluntad de unir el partido.

La primera ministra tuvo todo en contra durante los últimos tres años en su intento de cumplir el resultado del referendo en el que ganó el brexit, pero tras ser rechazado su acuerdo de retirada del bloque común en tres ocasiones por los diputados y el fracaso de sus conversaciones con los laboristas, que puso en pie de guerra al sector más euroescéptico de su partido, su futuro político estaba condenado a su fin.

Por el momento no habrá elecciones generales, pero eso fue lo primero que exigió el líder de la oposición, Jeremy Corbyn. Para el laborista, May hizo “lo correcto dimitiendo” y criticó que los conservadores se están “desintegrando”.

La respuesta del partido conservador fue activar pocos minutos después la maquinaría para abrir el proceso de elección de un nuevo líder, con una primera fase de nominaciones que estará abierta hasta la semana del 10 de junio, en la que los candidatos solo necesitan dos avales.

Los ya candidatos serán votados por los diputados tories en rondas eliminatorias donde el menos votado quedará fuera. Habrá tantas como sea necesario hasta que solo queden dos. Todo parece indicar que los dos finalistas harán campaña durante el mes de julio y los militantes del partido votarán por correo. Habría resultado a finales de ese mes y el candidato más votado pasará a ser líder del Partido Conservador y también primer ministro.

Precisamente del sucesor de May dependerá en gran medida lo que pase con el brexit a partir de ahora. Si el próximo líder es un político del perfil de Boris Johnson o Dominic Raab, Reino Unido podría irse por las bravas y sin un acuerdo el 31 de octubre. Pero lo cierto es que los candidatos a sucederla han sido tímidos acerca de sus intenciones y las cartas de cada uno solo quedarán claras durante la batalla por el liderazgo.

Elogios Tras el anuncio de su dimisión, casualmente uno de los primeros en elogiar a May fue ni más ni menos que Boris Johnson, su exministro de Asuntos Exteriores y alcalde de Londres, quien en una hipócrita y calculada declaración agradeció su “estoico servicio”. Así, el euroescéptico abogó por concluir el brexit.

Otros conservadores favorables a una salida suave, como el ministro de Sanidad, Jeremy Hunt, le rindieron tributo destacando su “determinación y coraje” para hacer posible la salida de Londres del bloque común. Desde Escocia, la independentista Nicola Sturgeon, admitió los “profundos desacuerdos” con May, recalcando como su dimisión “no resolverá el caos” del brexit creado por los conservadores.

Desde la Confederación de la Industria Británica (CBI, en inglés), la directora general, Carolyn Fairbairn, pidió al sucesor de la primera ministra resolver la salida de la UE con un acuerdo que proteja los empleos y la economía. Más crítico fue el director general de las Cámaras de Comercio Británicas, Adam Marshall, lamentando que el país “ya está pagando el precio por un sistema político en guerra”. Mientras, la Bolsa de Londres respaldó la dimisión con una subida en torno al 0,90% y la libra hacia lo propio, situándose hasta 1,2710 dólares y 1,1355 euros.