Londres - “Prefiero estar muerto en una zanja antes de ir a Bruselas a pedir una nueva extensión absurda de plazos para el brexit”, decía ayer a bombo y platillo el primer ministro británico, Boris Johnson, si bien podría ver obligado a hacerlo por un proyecto de ley que se convertirá en ley el lunes, pero que considera que “torpedea absolutamente” la posición negociadora del Reino Unido frente a la UE. Lo hacía horas después de conocerse que el lunes habrá una segunda votación en Westminster para intentar conseguir el respaldo de dos tercios de los Comunes y que haya elecciones. La del lunes será su última oportunidad para ir a las urnas el 15 de octubre. En una rueda de prensa flanqueado por 30 policías, Johnson estimó que una nueva extensión del brexit costaría 1.000 millones al mes y sería “totalmente inútil”, eso sin dejar de lado las mofas al líder de la oposición, Jeremy Corbyn. Su puesta en escena fue criticada desde filas laboristas como “un abuso realmente crudo del poder político”, al utilizar policías como telón de fondo para “un anuncio político del partido”. - R.A.