“Sois los mayores deslegitimadores del uso de la violencia”. Una frase tremenda cuando Maixabel Lasa, viuda del exgobernador de Guipúzcoa Juan Mari Jáuregui, se la dice a Ibon Etxezarreta, el asesino de su marido, mientras comparten un almuerzo.

Es uno de los momentos más impactantes de Zubiak (Puentes), un documental que forma parte de la serie ETA, el final del silencio, que Jon Sistiaga y Alfonso Cortés-Cavanillas presentaron ayer en el Festival de San Sebastián y que se podrá ver en Movistar+ a partir del 31 de octubre.

El asesinato de Miguel Ángel Blanco -que el 50% de los vascos no saben ni quién es, según Sistiaga-, la historia de los extorsionados por ETA; las nuevas generaciones que ya no han vivido el terrorismo o la historia de la banda desde otro punto de vista son algunos de los temas que tratarán los siete episodios que conforman la serie.

En el caso de Zubiak, se centra en el asesinato el 29 de julio de 2000 de Jáuregui, en el restaurante Frontón de Tolosa, cuando estaba acompañado por su amigo y periodista Jaime Otamendi, que no se explica en la cinta por qué no tomaron alguna medida de seguridad.

Jáuregui se había instalado en Chile tras dejar su cargo de gobernador y viajaba con frecuencia a Tolosa a visitar a su mujer e hija. Aquel mes de julio de 2000 estaba en una de sus visitas y durante tres sábados seguidos quedó con su amigo Jaime para tomar algo en el mismo restaurante y a la misma hora.

Junto al testimonio de Jaime, están los de Jesús, Xabier, Ignacio o Margarita, que el documental trata como amigos de Juan Mari, sin importar que se trata de Margarita Robles, entonces secretaria de Estado de Interior; Jesús Eguiguren, expresidente del Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Eskerra; Xabier Iraola, exalcalde de Legorreta o Ignacio Latierro, fundador de la librería Lagun.

“Eran sus colegas, más allá de apellidos y de cargos”, explica Cortés-Cavanillas, mientras que Sistiaga apunta que querían hablar de personas y con las personas, con la idea de que ninguno tuviera más peso que otro.

Pero todo el peso del documental recae en la última parte, desde que comienza el testimonio emotivo a la vez que racional de María, hija de Jáuregui, que defiende casi entre lágrimas que en su casa le enseñaron a dar segundas oportunidades y considera que el asesinato de su padre fue el momento de aplicar esas enseñanzas.

Y, sobre todo, en una última media hora que es la grabación casi sin intervención de la conversación que mantuvieron Maixabel e Ibon en un restaurante desierto en el que ellos prepararon la comida.

tres horas Fueron casi tres horas de reunión y de charlas, con las cámaras plantadas mientras un reducido equipo se escondía detrás de la barra del establecimiento, como recordaban ayer los directores del documental. Una comida que culminaba un proceso de acercamiento entre víctima y verdugo que ya había comenzado por decisión suya y que Sistiaga y Cortés-Cavanillas querían mostrar como si el espectador estuviera sentado en la misma mesa.

“Creíamos que el hecho de que se vea esa conversación va a hacer que la gente perciba el potencial simbólico que tiene su acción”, el arrepentimiento de Ibon y la comprensión de Maixabel.

Porque aunque ella se acerca y trata de entender, también recuerda sutilmente pero con contundencia su dolor: “No te voy a decir si te perdono o no. Quiero darte una segunda oportunidad”, asegura. Aunque reconoce el valor de Etxezarreta -condenado a 43 años de prisión por participar directamente en el asesinato de Jáuregui- y afirma sin atisbo de condescendencia: “Me guste o no, te guste o no te guste, tenemos una ligazón”.

Una forma de ver la vida por encima de dolores propios que le ha transmitido a su hija, que recuerda cómo a su padre le gustaba hablar con otras personas e intentar tender puentes, buscar diálogos.

Por eso cree que “es un triunfo para la sociedad que esa persona (Etxezarreta) salga rehabilitada” y considera que el relato de la violencia de ETA y del asesinato de su padre debe ser “plural, con distintos puntos de vistas y distintos testimonios”.

Y afirma: “Es importante empatizar y escuchar a otras personas. Es primordial para entender el sufrimiento de esas personas”.