costumbrados al ruido, el silencio estremece. Es lo que han debido sentir los 40 diputados que entraron en el hemiciclo para los tres plenos que se han celebrado desde el pasado 12 de marzo. Durante este mes, el Congreso, como todo el país, se ha convertido en un sitio muy triste.

A partir de hoy se irán recuperando algunos indicios de eso que ahora deseamos, la normalidad, aunque los diputados con los que ha hablado Efe últimamente dan por hecho que la Cámara Baja, tal y como se conocía, tardará en volver.

A partir de hoy se reactivarán los plazos de los trámites parlamentarios y el miércoles el hemiciclo del Congreso acogerá una sesión de control al Gobierno, pero que nadie espere bullicio, porque hasta llegar a eso queda un largo viaje.

Aquella época marcada por el conflicto catalán parece el pleistoceno, pero en verdad ha pasado poco más de un mes. Éste es un repaso de lo acontecido en el Congreso desde el 12 de marzo.

El miedo

La semana del pasado 9 de marzo de 2020 comenzó en el Congreso con precaución y preocupación. Italia empezaba a aislar a parte del norte del país para controlar focos de contagio. Aquí ya había casos y el Partido Popular, por ello, preparó una sesión de control con numerosas preguntas sobre la gestión del Gobierno entonces.

El positivo de Javier Ortega Smith, secretario general de Vox, conocido al día siguiente, llevó a su formación a pedir la paralización total de la actividad parlamentaria, y así se lo planteó Macarena Olona a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, en una carta. La Junta de Portavoces decidió suspender la agenda de la semana.

El pleno de entonces se había planificado para, entre otros asuntos, debatir una proposición del PP destinada a endurecer el Código Penal frente al independentismo. Nada de lo previsto se debatió.

Ana Pastor, Santiago Abascal, la propia Olona, Irene Montero, Carolina Darias... Los contagios se fueron sucediendo y la Junta, el 12 de marzo, congeló la actividad hasta el día 24 del mismo mes.

Internamente, un comité de salud se puso a trabajar para hilvanar un plan de actuación, que básicamente pidió que los diputados y todo el personal se quedara en casa y practicara teletrabajo. El Congreso estableció servicios mínimos, el acceso a la prensa se cerró. El miedo era ya palpable.

El silencio

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció la declaración del estado de alarma el viernes 13 de marzo. El 15 comenzó el confinamiento obligatorio.

Como indica la Constitución, el Congreso convocó un pleno para que Sánchez expusiera los motivos del estado de alarma y el debate se fijó el día 18 de marzo.

Esta fecha aparecerá subrayada en la historia del parlamentarismo porque por primera vez la Mesa tuvo que acordar límites de asistencia, debido a las recomendaciones sanitarias. Acudieron unos 40 parlamentarios.

La trabajadora del servicio de limpieza que tiene contratado el Congreso Valentina Cepeda formará parte de esa historia. Con mascarilla y guantes, se encargó de desinfectar la tribuna de oradores cada vez que terminaba el interviniente.

Las fotos del hemiciclo casi vacío, las de los diputados llegando separados entre ellos, los periodistas desde sus casas siguiendo el pleno... Hasta el silencio se notaba por televisión.

Ha habido dos plenos más desde entonces, el 25 de marzo y el 9 de abril, ambos para autorizar dos prórrogas del estado de alarma y convalidar decretos leyes. El del pasado 25 acabó a las dos de la madrugada del día siguiente; el del 9 duró 12 horas. Aunque los debates han sido broncos, el ambiente fantasmagórico y triste del Congreso no ha decaído.

La tristeza

Cuentan los que siguen yendo al Congreso que la melancolía es inevitable porque nada es como antes, de momento. La Mesa se ha reunido virtualmente y las reuniones de la Junta de Portavoces han contado con la participación telemática de algunos.

De cada departamento los que asisten son unos pocos y los demás en casa, igual que los diputados, que votan telemáticamente. La Mesa ha acordado generalizar este procedimiento, como se ha visto en los plenos del 25 y del 9, en los que más de 300 parlamentarios han votado así.

Que los pasillos y los despachos estén vacíos no ha silenciado episodios de bronca. Después de que se decidiera el 18 suspender los plazos reglamentarios, el PP y Vox denunciaron que se les estaba cercenando la oposición.

Batet ha dejado escrito en la web institucional que el Congreso no está parado, acaso al ralentí, y recordaba que el registro sigue abierto y que las iniciativas y las preguntas para respuesta escritas se califican en la Mesa, donde hay debates que no cesan: una nueva propuesta para investigar a la Casa Real fue rechazada.

En su línea de presión, una quincena de diputados de Vox fueron el lunes pasado a sus despachos y la portavoz de los populares, Cayetana Álvarez de Toledo, incluso expuso la opción de que acudieran al pleno la mitad de los representantes de su partido, lo que generó una debate áspero con los demás grupos y el PP desistió.

Los 350 diputados volverán a sus escaños, y con ellos, debates ruidosos y las peticiones de silencio y respeto de Batet. Como antes del 12 de marzo.

Durante este mes, se ha convertido en un sitio triste y aquella época marcada por el conflicto catalán parece del pleistoceno

La trabajadora de la limpieza, encargada de desinfectar la tribuna cada vez que habla un orador, formará parte de la historia