ra la tarde del 2 de agosto del año pasado. María Chivite salía del Parlamento investida como nueva presidenta del Gobierno de Navarra, jefa de un Ejecutivo de coalición entre el PSN, Geroa Bai, y Podemos, que en aras de su robustez estaba llamado a combinar soldadura interna con elasticidad parlamentaria dada su condición de minoría, con solo 23 de los 50 escaños asegurados. La entente entre los socialistas y Geroa Bai, la fuerza que había liderado el cambio en la legislatura anterior, más el concurso de Podemos, portaba un indudable calado político, el de una alianza estratégica en clave progresista que dejaba a la derecha nuevamente fuera de juego. Chivite había mostrado perseverancia y habilidad para beneficiarse del viento de cola del efecto Sánchez, y una vez articulado el acuerdo programático y conseguido el plácet de Ferraz, estaba convencida de que los discursos del apocalipsis estaban condenados a quedar retratados por absurdos una vez echase a andar el Ejecutivo. Por su parte, la expresidenta Barkos, que dejaba el Gobierno pero no el Parlamento, le instaba a consolidar la apuesta materializada con vistas a los primeros Presupuestos que rubricasen una senda progresista.

Enfoque social aún más perentorio que en 2019

Chivite expresó en su toma de posesión, el 6 de agosto de 2019, el compromiso "sobre todo y por encima de todo con el bienestar de la sociedad a la que nos debemos". Aquel contrato, un año después, interpela sobremanera a un Ejecutivo que se ha dado de bruces con una crisis mundial que parece sacada de una novela de ciencia ficción, donde la seguridad y bienestar de las personas, especialmente el de los sectores más vulnerables, queda en serio riesgo. Del discurso de toma de posesión de Chivite, en un momento con la economía saneada, llamó más la atención su apelación a la convivencia y la pluralidad como ejes políticos de la legislatura. Sin que esta apuesta troncal haya perdido un ápice de vigencia, la crisis económica y el recién estrenado Plan Reactivar Navarra recargan de significado otro pasaje de ese discurso pronunciado en el atrio del Parlamento. Chivite anunció que el Ejecutivo de coalición a punto de estrenarse iba a apostar por "un desarrollo económico y social innovador y justo, la igualdad real, la cohesión territorial, la despoblación, el envejecimiento, una juventud con oportunidades", y "por supuesto, las transformaciones a las que nos obliga la digitalización y la apuesta por un modelo de crecimiento sostenible y respetuoso con el medio ambiente". Esas líneas esbozadas entonces, concuerdan y se compenetran con las bases del Plan Reactivar Navarra presentadas el pasado sábado por la propia Chivite junto a los vicepresidentes Remírez y Aierdi.

Plan reactivador hasta el final de la legislatura

Resulta una incógnita en las actuales circunstancias imaginar con qué cadencia el Gobierno llegará al ecuador de la legislatura, o a 2023, final de trayecto antes de las elecciones, pero hoy por hoy, doce meses después de su estreno, en este punto de la crisis, el Ejecutivo foral funciona, ha sido diligente en la articulación del Plan Reactivar Navarra, a pesar de algunas inercias con Madrid, ha demostrado también iniciativa, pero se enfrenta a un reto histórico y gigantesco, al igual que el resto de administraciones. En el caso de Navarra no solo desde la voluntad de trenzar una sólida malla de protección social, sino también de ir generando un cambio de modelo, reforzando los vectores estratégicos que nos conecten con las economías más potentes de Europa. El Gobierno de coalición, con su triángulo presidencia-doble vicepresidencia al frente, encara con una visión compartida una crisis sin parangón, coincidiendo en la necesidad de una salida social, alejada de la denominada política de austeridad que primó en la anterior crisis. El mensaje que de momento manda Europa alimenta la esperanza de una salida más vertebrada que entonces. Si bien, si la pandemia se alarga en el tiempo, las consecuencias sobre la economía agravarán los efectos sociales. Y no habrá fondos ni sostenibilidad financiera suficiente para la acumulación de tantas necesidades.

La actual coyuntura, y esta precaria 'nueva normalidad' esquilma recursos y pone patas arriba muchos paradigmas y previsiones. El desplome del 18,8% del PIB interanual en el segundo trimestre no es cualquier cosa, y responde a la excepcionalidad de un momento único como fue el confinamiento. Provoca sudores fríos imaginar una repetición calcada o revisada de aquella experiencia de la primavera pasada por los costes colosales en la economía. Y hoy por hoy, tampoco se puede descartar a futuro. Al mismo tiempo aquellas semanas históricas reforzaron la importancia de lo público, a la hora de afrontar la emergencia sanitaria primero y las consecuencias en la economía bajo el colchón de los ERTE. Y abrieron una senda de reflexión y debate sobre por dónde debe conducirse la crisis. En la Comunidad Foral, fruto de su sociología política y la voluntad expresada en las urnas en mayo de 2019 hoy por hoy no ha habido cambio de carril ante la irrupción de la pandemia. Como apuntó la presidenta el pasado sábado, el Plan Reactivar Navarra, lejos de ser un volantazo, es coherente con las bases programáticas del Ejecutivo. En la oposición, (27 de 50 escaños) el panorama se observa con un cierto tiento. Si bien Navarra Suma y especialmente EH Bildu, han mostrado sus reticencias con Reactivar Navarra, por falta de concreción o de ambición, tampoco han cargado frontalmente contra esta hoja de ruta, que como todo marco teórico se medirá en hechos y resultados tangibles, en una realidad hoy por hoy cargada de incertidumbre. La posición hasta cierto punto facilitadora de EH Bildu no es nueva, lo demostró en la misma investidura, con una abstención técnica de 5 de sus 7 representantes en el Parlamento. Y la hizo valer también al acordar con el Gobierno los primeros Presupuestos de la Legislatura, que salieron adelante el 27 de febrero, una quincena antes del inicio del estado de alarma, gracias a los 22 votos de PSN, Geroa Bai y Podemos y a las 7 abstenciones de EH Bildu.

Entendimiento con EH Bildu pendiente de evolución

Las Cuentas fueron diseñados para un momento muy distinto, antes del topetazo de la pandemia vírica. Pero supone uno de los momentos claves de lo que llevamos de legislatura y un precedente para futuros acuerdos que definan también la arquitectura legislativa y financiera de la legislatura. Siempre que haya disposición de contar con nuevos ingresos o un acuerdo para esa búsqueda de nuevas fuentes de financiación. Si bien, el Ejecutivo parecía felicitarse el sábado por su disposición a conseguir fondos extraordinarios, está por ver cómo se canalizarán finalmente los prometidos por la UE, pues la llave de la caja de caudales la tendrá el Ejecutivo central.

Variable y hasta cierto punto sorprendente

"Creo que nos vamos a tender que retratar todos", dijo Barkos, el día de la investidura, refiriéndose a la condición minoritaria del nuevo Gobierno. Con una oposición mayoritaria pero con posiciones tan divergentes, una pinza entre Navarra Suma y EH Bildu resultaba muy difícil de prever, y no ha existido. Si bien en el primer decreto del Gobierno frente al covid-19 ambas fuerzas sumaron sus escaños para sacar adelante 2 enmiendas, que en total incorpraron un fondo adicional de 55 millones, cantidad significativa para los cálculos y previsiones del Ejecutivo. Tampoco hay que olvidar que el PSN y Navarra Suma sacaron adelante una Ley de Símbolos, si bien con las pretensiones de la derecha rebajadas. y que la semana pasada Navarra Suma y Geroa Bai pactaron una enmienda para atender una reivindicación sindical de cara a reducir la jornada al profesorado tanto de la red pública como de la concertada.

Una oportunidad para el diálogo y el talante

Las preocupaciones económicas no aparcan la apuesta por la mejora de la convivencia para esta legislatura. Si "Navarra se merece empezar a terminar con las políticas que nos parten en dos", como dijo Barkos hace un año tras verse sometida a la crispación de la derecha, la emergencia del covid-19 refuerza aún más la necesidad de buscar consensos desde una centralidad social. Difícilmente podía darse una circunstancia de mayor calado y gravedad que la de una pandemia, cuya exigencia colectiva debería ayudar a articular una mejora de la convivencia. El trallazo del virus marcará a fuego la legislatura, pero debería articular una Navarra más integrada. El clima en el estado tampoco ayuda, con el auge envalentonado de una extrema derecha que ahora apuesta por una moción de censura. Pero filtrando ruidos y mirando solo a Navarra, es justo reconocer, en ese sentido, que incluso en el estado de alarma, la actividad parlamentaria se ha mantuviese a flote pese a las limitaciones y en general se alejara de la estrategia de acoso y derribo. Si bien la derecha ha participado en la tentación de tratar de llevarse por delante el recién estrenado Gobierno de Sánchez e Iglesias, en Navarra pese a los reflujos de esa estrategia, y frente a un Gobierno bien atornillado, ha entendido que borrarse en este momento era ahondar en su aislamiento, que era necesario modular posiciones en aras de una centralidad diferente al cainismo de la derecha que radica en Madrid, y que por de pronto ha condenado a Ciudadanos, una de las patas de Navarra Suma a moverse si quiere sobrevivir. La política es además de un oficio de competencia y ambición, un ejercicio de paciencia, donde hay que dejar las ansiedades a un lado. Lo sabe Sánchez, lo olvida Casado, lo obvió Rivera. Y ahora Esparza, tras su quinto año en la oposición, y en vistas de lo que ha sucedido en el Estado en los últimos 12 meses, tiene en este mes de agosto una oportunidad para completar una reflexión sobre su propia estrategia, ahora que sabe que va a seguir liderando UPN. En cualquier caso, y por una serie de circunstancias: Navarra no ha sido estos meses un polvorín en contraste el Congreso de los Diputados. Algo es algo. Y en un escenario inicialmente recentralizador, si bien el PSN no ha discutido esta deriva, el Gobierno foral ha querido articular, junto al resto de las fuerzas, y agentes económicos y sociales, una vía de reconstrucción propia para Navarra, partiendo de su posición y singularidad, y pendiente de cómo termina de encajarse su relación financiera con el Estado.

Aprobado, pese a las diferencias en Educación

El Gobierno foral, un año después de su constitución no es una balsa de aceite, pero las diferencias entran de momento en el capítulo de lo esperable y asumible. Sí que empieza a ser llamativo y recurrente que parte de esas diferencias se concentren alrededor de una materia tan sensible y no de un calibre menor como es Educación. Un departamento que en la anterior legislatura ya le costó la dimisión a su primer titular, José Luis Mendoza. Y un departamento que va a estar también en el ojo del huracán al comienzo de curso, por la dificultad de hacer frente a todas las visicitudes que arrastra el coronavirus. Las diferencias en Educación asomaron ya como un escollo en los 6 primeros meses de andadura de Gobierno, y se han reproducido en los meses siguientes. Cualquier diferencia notable en un Gobierno puede carcomer complicidades y confianzas y minar entendimientos.

En todo caso, el Ejecutivo sabe que su operatividad y agilidad de maniobra depende también de su grado de unidad, que todo gobierno de coalición debe transmitir una visión de conjunto y al mismo tiempo debe respetar la singularidad de cada uno de los partidos integrantes. El riesgo de cualquier coalición es que el partido con más escaños fagocite con su protagonismo a las formaciones que tienen menos apoyos. Y al mismo tiempo, que el partido mayoritario entienda que las otras formaciones cuestionan su capacidad. Como se recordará, el PSN tiene 11 escaños, Geroa Bai 9 y Podemos 2, más el apoyo de Izquierda-Ezkerra desde fuera. Con esas bases, frente a los 20 escaños de Navarra Suma y los 7 de EH Bildu, el Parlamento aprobó 22 leyes en el primer año de la X Legislatura, 20 redactadas por el Gobierno foral y las dos restantes por los grupos parlamentarios. Un balance provisional que se puede comparar con las 106 leyes aprobadas en la legislatura anterior, sin olvidar el condicionante que supuso el confinamiento en la vida parlamentaria.

En definitiva, la acción del Gobierno sigue su curso, con el bagaje añadido de 7 decretos frente al coronavirus. La segunda versión del cambio a tantos años de políticas de la derecha discurre. A pesar de determinadas fricciones, priman las lealtades para llevar a buen puerto una apuesta que tiene vocación de durabilidad. El contexto de colaboración entre culturas políticas diversas tanto en la vecina Comunidad Autónoma Vasca o en Madrid, con un Ejecutivo entre el PSOE y Unidas Podemos necesitado de apoyos externos contribuyen también a solidificar el pegamento.

El progresismo también se examina en esta crisis

La gravedad de la crisis vírica pone al progresismo en la tesitura de estar a la altura de las expectativas, tratar de revertir el hundimiento de la economía, hacer frente a la alerta sanitaria, y evitar las consecuencias más descarnadas de este terrible destrozo. Si el cuidado que pone el Gobierno foral en la construcción de su narrativa no tiene después una traslación en hechos constatables, se disparará el escepticismo, puesto que cada crisis empieza por la del propio bolsillo. Y con la del bolsillo de los contribuyentes, la de las arcas públicas. Así que el reto financiero e ideológico es enorme, para el éxito de la salida social frente a los enfoques neoliberales que mudan en keynesianos cuando conviene. Un reto mayúsculo para el progresismo a la hora de demostrar el beneficio que supone la intervención pública en aras de los derechos sociales y la igualdad de oportunidades. Y un exigente examen a la hora de testar la eficacia negociadora en la renovación del Convenio Económico en estas circunstancias particularmente difíciles, dentro de unas conversaciones entre dos gobiernos liderados por socialistas, el de Navarra y el Ejecutivo central. Esto debería contar como ventaja.

La apuesta por una economía social, anunciada en la toma de posesión de Chivite, se comprueba en la orientación del Plan Reactivar Navarra

Doce meses después de su estreno, hoy por hoy, y en este punto de la crisis, el Ejecutivo foral funciona, y conserva iniciativa

El calado y la gravedad de la pandemia marcará a fuego la legislatura, pero debería ayudar a articular una mejora de la convivencia