- El ultimátum presupuestario de Navarra Suma al Gobierno va camino de conseguir el efecto contrario al deseado. Si lo que quería Javier Esparza era agrietar la mayoría del Ejecutivo de Chivite -sustentado en los 22 escaños de PSN, Geroa Bai y Podemos- con la oferta de abstenerse a cambio de que las Cuentas salgan adelante sin la influencia de EH Bildu, lo que está ocurriendo es que los partidos que pueden enclavarse en un espectro de izquierdas -es decir, todos menos Navarra Suma- han calado las intenciones de la derecha y tienen claro que toda estabilidad para desarrollar el acuerdo programático pasa por volver a sumar sus 30 votos frente a Navarra Suma.

Algo que de puertas para adentro también tiene claro el propio Gobierno, que esta semana volverá a mantener reuniones con los grupos para seguir perfilando las cuentas. Con los socios, con los que el contacto es "estrecho", como dijo ayer la portavoz de Geroa Bai, Uxue Barkos. Pero también con la oposición. O, al menos, con EH Bildu, que ayer confirmó por boca de su portavoz, Bakartxo Ruiz, que esta misma semana mantendrán un nuevo encuentro, aunque no hay ni fecha ni día. Una situación bien diferente a la de Navarra Suma, que ayer no supo contestar a la pregunta de si ellos también se verán con Chivite esta semana. "Pues yo ahora eso no lo puedo confirmar", contestó José Suárez, ayer nuevamente portavoz de la derecha -Esparza sigue confinado por coronavirus-. Es decir, que los hechos van diluyendo el efecto del anuncio.

Basta con atender a las declaraciones de los socios. Ramón Alzórriz, portavoz del PSN, dejó claro que el principal partido de Gobierno no ha mordido el anzuelo. "Navarra Suma quizá ha intentado trasladar un debate presupuestario a un debate identitario", opinó Alzórriz, que apeló a la unanimidad para alumbrar las Cuentas en un momento de crisis global. "Estamos hablando de acuerdos para fortalecer los servicios públicos", insistió, poco antes de recordar que no hace tanto "Navarra Suma y EH Bildu no han dudado cuando han tenido que ponerse de acuerdo".

La unanimidad es "ambiciosa", asumió Barkos. Pero desde el punto de vista de la lógica política, improbable. La portavoz de Geroa Bai puso el foco sobre una de las derivadas de la oferta de la derecha, a priori irrechazable: que una abstención ahora lo que generaría es una inestabilidad en el Gobierno en el futuro, porque Chivite sabe que la derecha aprovecharía la brecha para marcar agenda y que, luego, negociar con EH Bildu sería mucho más complicado. "Es una oferta envenenada", subrayó Mikel Buil, de Podemos, en una actitud que compartió la portavoz de I-E, Marisa de Simón, quien también se verá esta semana con María Chivite para hablar sobre los Presupuestos.

Incluso fue la propia portavoz de los soberanistas, Bakartxo Ruiz, la que lo expresó claramente: "Difícilmente puede ser compatible alcanzar un acuerdo con Navarra Suma y EH Bildu al mismo tiempo, porque las prioridades que vamos a poner unos y otros son diferentes, es de sentido común". Es decir, que al margen de los ofrecimientos, el Gobierno tendrá que elegir, porque no serán iguales unas cuentas avaladas por la derecha -que ya ha puesto alguna condición, como que no se pueden tocar los impuestos ni a familias ni a empresas- que unas de la mano de los soberanistas, con los que ya se llegó a un acuerdo para este año. Y las sensaciones no han sido malas, porque ayer mismo Ruiz se mostró confiada. "No tengo duda de la disposición de mi grupo y del Gobierno para seguir hablando, en base a contenidos, que es como se deben lograr acuerdos".

Todo lo contrario es lo que ofrece Navarra Suma, que sigue instalada en un marco que a juicio de Ruiz "está totalmente agotado y caduco", ya que no tienen posibilidad de "condicionar ningún proceso de negociación". Suárez solo pudo repetir la oferta que ya se conoce: la abstención para que Chivite haga sus Presupuestos. "Es una confianza rotunda en el PSN", dijo, sin sonar demasiado convincente. Pero lo cierto es que tanto el PSN como los socios ya se han dado cuenta de la estrategia.