Fue un 17 de enero, tal día como hoy, hace 30 años. La guerra contra Irak se inició con un ataque aéreo de aviones estadounidenses y británicos. Comenzaba la denominada Tormenta del desierto. El presidente de Estados Unidos, George Bush subrayó el respaldo que suponían las resoluciones de Naciones Unidas, y dijo que el objetivo no era la conquista de Irak, "sino liberar Kuwait". "El mundo no podía esperar más", afirmó el mandatario norteamericano, "estimación que, tratándose de una guerra, siempre tendrá evidentes márgenes de duda" apostilló en un editorial Navarra Hoy. La conflagración estalló en medio de un extendido pesar en la opinión pública por la incertidumbre de su duración y el temor a sus consecuencias.

El final de la Guerra Fría y el desmoronamiento de los regímenes comunistas daba paso a un inmenso despliegue militar con Estados Unidos como líder mundial y una coalición de apoyos de más de una treintena de países, entre ellos el de España. Ese mismo 17 de enero Felipe González justificó el papel de los navíos españoles "sin participación directa en las operaciones militares" pero sí en "el cumplimiento del embargo y control de la zona". "España como nación no está afectada" dijo González, aunque admitió que la implicación logística podía llevar a atentados proiraquíes.

Su posición contó al día siguiente en el Congreso con el respaldo del PP de Aznar, de CiU, del CDS con Suárez enfilando sus últimos meses en política del PNV y de algunas formaciones del Grupo Mixto. En cambio, Izquierda Unida y Eusko Alkartasuna se posicionaron en contra. Mientras, en Navarra, Gabriel Urralburu encaminaba la recta final de su presidencia, pues en mayo se celebrarían unas reñidas elecciones autonómicas que dieron el mando a Juan Cruz Alli, líder de UPN, mediante el antiguo procedimiento automático a la lista más votada.

Tras conocerse el estallido del conflicto, Urralburu justificó la intervención militar calificándola de "inevitable". Dijo que se habían hecho "todos los esfuerzos posibles para alcanzar la paz", pero "quien podía haberla logrado" no lo había querido, y que solo quedaba "desear que la violencia y la fuerza" acabasen "pronto". El Gobierno foral, en esa misma línea, manifestó "su adhesión a las posiciones mantenidas por el Gobierno de la nación". En cambio, Comisiones Obreras, USO, Eusko Alkartasuna, Euskadiko Ezkerra, Izquierda Unida y la Coordinadora Gesto por la Paz de Euskalerria pusieron en marcha una "iniciativa por la paz" contraria a la guerra. Herri Batasuna, presa de sus contradicciones, denunció por su parte la "brutal guerra de agresión contra el Estado de Irak", y las "víctimas civiles e inocentes" que traería la guerra.

La posición de UPN, expresada por su secretario general Rafael Gurrea, fue similar a la manifestada por Urralburu. Desde la CEN, su entonces presidente, José Manuel Ayesa también justificó la intervención, y acusó a Sadam Husein de ser "el máximo responsable de lo que se ha desencadenado". Por contra, el arzobispo José María Cirarda rechazó la guerra: "El hecho de que estén unas naciones bombardeándose mutuamente y haciéndose daño, en lugar de resolver los conflictos por el diálogo, es algo que clama al cielo".

Entre la tristeza, la indignación y la desinformación

El control de las fuentes

Las concentraciones y manifestaciones se sucedieron. Las principales, lógicamente, se dieron en Pamplona. El 20 de enero, alrededor de 3.000 personas se manifestaron en la capital. Una semana más tarde, una cadena humana reunió a unas 6.000 personas. Por aquel entonces aún imperaba el servicio militar obligatorio. En el conjunto del Estado, las solicitudes de objeción se doblaron en este trimestre con respecto al mismo periodo de 1990. Por lo que respecta a a la insumisión, el 20 de febrero en Pamplona el joven Santiago Kiroga, que años después se convertiría en parlamentario por Euskal Herritarrok, se presentó ante el juez militar con otros 30 insumisos quedando en libertad con un plazo de 15 días de reincorporación en la Comandancia de Melilla.

Al año siguiente, fue condenado a cinco meses de prisión por deserción. La guerra impactó más en la juventud, que asistió a un primer gran desmentido sobre el progreso lineal. Colisión que acabó siendo precedente de las multitudinarias protestas que 12 años después se desencadenarían a raíz de la invasión a Irak, so pretexto del riesgo de unas armas de destrucción masiva inexistentes, tras años de un embargo con "incalculables consecuencias" sobre la población, como reconoció en 2003 el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, Una de las claves de la guerra de 1991 fue su pobre cobertura informativa. La legitimación bélica pasaba por un control militar para que el sufrimiento humano ocupase el menor espacio posible. Las fotografías de misiles Tomahawk o Patriot, de maquinaria aérea, portaaviones, soldadesca y carros de combate, y los mapas e infografías dentro de las posibilidades de la época, contrastaban con la cuasi invisibilidad de las víctimas.

Hasta los bombardeos retransmitidos por la CNN, criticaba Navarra Hoy el 19 de enero, tenían "un cierto aire de espectáculo". Semanas más tarde, el 11 de febrero, el comité de empresa del centro territorial de TVE en Navarra apoyó un paro de 5 minutos convocado por Comisiones Obreras y UGT en todo el Estado. Y en un comunicado rechazó "el papel vergonzante y sumiso del Gobierno y Parlamento español en la muerte de miles de inocentes", criticando que esta guerra se hubiese convertido "en una película de indios y vaqueros". Doce años después, llegaría otro wéstern, el del Trío de las Azores, con Aznar encantado en su papel de invitado. Recordando los horrores del conflicto anterior, Alfredo Abián, director adjunto de La Vanguardia escribió en ese 2003: "Nadie sabe a ciencia cierta cuántas vidas segó aquella conflagración.

Probablemente porque nadie se ha preocupado de desenterrar a los miles de soldados iraquíes que fueron sepultados en vida en las trincheras que abrieron en el desierto de Kuwait". Este periodista se hacía eco de "estimaciones oficiosas" que superaban los 200.000 muertos iraquíes, "de los que más de 150.000 serían soldados". Por entonces, un estudio del Proyecto para Alternativas de Defensa, instituto militar, cifró las víctimas civiles en unas 3.500, y entre 20.000 y 26.000 los soldados iraquíes muertos. Con el paso de los años también se constató la existencia del síndrome de la Guerra del Golfo, por problemas físicos a causa del uso de armas químicas. En 2014 un comité de investigación creado por el Congreso de Estados Unidos estimó que afectaba a más de 175.000 soldados estadounidenses y 8.000 británicos.

Fin de guerra

González saca pecho

La guerra terminó el 28 de febrero de 1991. Felipe González entendió "fortalecida" su política exterior. Más de 20.000 vuelos con destino a la contienda utilizaron las bases españolas. Aquel día, sin embargo, la noticia política navarra fue el preacuerdo entre UPN y PP a falta de un trimestre para las autonómicas. Una entente que duraría 17 años, rota por Miguel Sanz en 2008, y que mediante otra fórmula y articulación, y en muy distinto contexto, resucitó Javier Esparza en 2019 con Navarra Suma.