El lunes, 15 de marzo, se cumplen 10 años desde que salieran a las calles de Siria los primeros manifestantes que dieron comienzo a las protestas populares contra el Gobierno de Bachar al Asad y que llevarían sin saberlo a una larga guerra con casi 500.000 muertos, casi 6 millones de refugiados y otros tantos millones de desplazados internos. Estas son algunas de las claves para entender cómo la revolución siria se tornó en un conflicto.deraa, cuna de la revolución Movidos por los ecos de las revueltas de Egipto y Túnez que les llegaban a través de la televisión, un grupo de menores de la ciudad meridional de Deraa pintaron a principios de marzo de 2011 varios grafitis en un muro: Es tu turno, doctor, en referencia al pasado de Al Asad como oftalmólogo.

La detención de 15 adolescentes en relación con las pintadas, las presuntas torturas que sufrieron y el descontento con la gestión del jefe de seguridad política de Deraa, Atef Nayib, primo del presidente, fueron la gota que colmó el vaso para los residentes de esta localidad. De Deraa a otras localidades de la provincia homónima y de ellas a diversos puntos del país, las protestas se fueron expandiendo según crecía la ira por la mortífera represión por parte de las fuerzas oficiales y milicias gubernamentales.

Las manifestaciones nacieron bajo el lema prodemocracia Una Siria sin tiranía, un grito contra cerca de cuatro décadas de los Al Asad en el poder, pero reflejaba el hastío por múltiples factores sociales, políticos y económicos.

guerra abierta Algunos consideran que la revolución pasó a ser una guerra a finales de julio de 2011 con la creación del Ejército Libre Sirio -hoy el descentralizado Ejército Nacional Sirio-, un movimiento opositor de militares sublevados creado para proteger a los manifestantes y enfrentarse a los soldados leales a Al Asad.

Aunque resulta imposible marcar el momento exacto, entre 2011 y 2012 comenzaron a surgir milicias rebeldes y el Gobierno a asediar y atacar localidades que mostraban su oposición. Además, los propios manifestantes empezaron a armarse, mientras que las potencias regionales y mundiales movían sus fichas para posicionarse.

califato e intervención extranjera En enero de 2014 Estado Islámico de Irak y el Levante conquistó la septentrional Al Raqa y para verano el grupo yihadista proclamaba un califato desde la provincia siria de Alepo hasta la iraquí de Diyala, provocando poco después la intervención militar de una coalición internacional liderada por Washington. El avance de los rebeldes, financiados en gran medida por Qatar, Arabia Saudí y Turquía, enseguida quedó eclipsado por la rápida expansión y brutalidad de la formación yihadista.

A finales del año 2015, la aviación francesa comenzó a bombardear a EI, se creó la alianza liderada por kurdos Fuerzas de Siria Democrática (FSD) y Rusia entró en el tablero sirio, en principio contra los terroristas aunque acabó convirtiéndose en el principal apoyo de Damasco.

Al verano siguiente, Turquía lanzó una ofensiva que se traduciría en la creación de una zona bajo su dominio en el norte de Siria. Quedó patente la existencia de tres fuerzas paralelas y opuestas sobre el terreno: las FSD y EEUU, por un lado; Damasco, Moscú y Teherán, por otro; y Ankara y las facciones sirias aliadas.

Con los kurdos y las fuerzas turcas en el norte, una intensa campaña de bombardeos de la aviación estadounidense y la lucha de grupos yihadistas opuestos a EI en Idlib (noroeste), el “califato” fue perdiendo poder.

En 2017, las FSD arrebataron Al Raqa a EI, donde habían instaurado su capital de facto en Siria, y finalmente en 2019 cayó la localidad de Al Baguz, su último reducto en este país, donde aún hay presencia de los radicales en el desierto oriental.

idlib, última batalla Por otra parte, las tropas leales a Al Asad van ganando terreno a los rebeldes: conquistan Alepo a finales de 2016, a principios de 2018 recuperan Guta Oriental, principal feudo de la oposición en los alrededores de Damasco, y a mediados de ese año toman Deraa.

Idlib pasó entonces a ser el único bastión opositor del país, donde un acuerdo entre Rusia y Turquía para la creación de una zona de seguridad entre los rebeldes y las tropas gubernamentales evitó una confrontación abierta en 2018.

El radical Organismo de Liberación del Levante, creado en torno a la exfilial siria de Al Qaeda, se erigió en el grupo predominante en la región, que a día de hoy sigue controlada en gran parte por las facciones opositoras y en la que se espera la batalla final de esta guerra.

Damasco controla la mayor parte del país. El régimen de Bachar al Asad controla ahora la mayor parte del país, pero está lastrado por una grave crisis económica, una gran lista de sanciones, la pandemia y el estancamiento en el frente bélico. Damasco controla la mayor parte del territorio a excepción de varias zonas en el noroeste del país -principalmente la provincia de Idlib, el último bastión opositor, y algunas áreas rurales de Alepo y Hama- y el noreste, en manos kurdas. Sin embargo, los avances militares en el noroeste han sido inexistentes en el último año en medio de un alto el fuego acordado entre Moscú y Ankara, con pocas perspectivas de que logre a corto plazo arrebatar terreno a la oposición, apoyada por Turquía.

La oposición, fragmentada. La fragmentada oposición armada se aferra a su último bastión en el noroeste mientras las negociaciones para una solución política siguen sin dar frutos. El otrora destacado Ejército Libre Sirio, formado por soldados sublevados, perdió fuelle a mitad de la guerra y hoy, con el nombre de Ejército Nacional Sirio, es uno de los grupos que operan en Idlib bajo el ala de Ankara. En la región, último gran reducto de la oposición, conviven facciones armadas proturcas y grupos radicales, principalmente el Organismo de Liberación del Levante, en el que se incluye la exfilial siria de Al Qaeda antes denominada Frente al Nusra.