A Pedro Vallín, periodista de La Vanguardia, le entrevistamos hace un año, cuando estalló la alerta sanitaria en el Estado. Un año después, repasa desde un punto de vista político, económico y social algunas claves acaecidas, y valora algunas cuestiones que pueden dejar consecuencias positivas.

“Las grandes contingencias modifican los paradigmas”, dijo hace un año. Todavía están definiéndose.

-Creo que podemos llegar a una conclusión como civilización bastante positiva. Se han desarrollado media docena o más de vacunas eficientes en un tiempo récord. Tenemos una perspectiva razonable si nada se tuerce de que la población mundial esté inmunizada en un periodo que sumará quizá entre 30 y 40 meses desde el inicio del brote. Esto no tiene precedentes. A nosotros, los ciudadanos occidentales, que somos tan impacientes y estamos tan poco preparados para las contingencias disruptivas, nos parecerá que todo es lento, demasiado accidentado y lleno de inconvenientes, pero creo que la política ha estado en general en el notable alto. Esto es imposible de que hoy lo asimilemos porque a todos nos destacan los errores, que evidentemente los hay, y los comportamientos más pintorescos o extravagantes de algunos mandatarios. Pero la capacidad de la política, sobre todo la democrática, para afrontar el desafío ha sido notable. Un país donde por ejemplo en principio la reacción fue titubeante y confusa como fue Estados Unidos, tiene todos los visos de que va a conseguir el objetivo de vacunar en cien días a cien millones de personas a la velocidad que van. Los países europeos de forma más modesta, porque creo que no han enfocado la vacunación como esa política de guerra que ha puesto en marcha la administración americana. Pero es razonable pensar que a lo largo de este año la mayor parte de las poblaciones de Europa occidental estarán inmunizadas. Todos los países además están participando en el proyecto de prestar vacunas a países que por sí mismos no han sido capaces de acceder a estos primeros lotes, en el entendido de que solo la inmunidad del planeta podrá erradicar la enfermedad. Ahora, todo esto también ha supuesto en cuanto a la política un desgaste de materiales brutal. Un debate muy descarnado, no solo en España, y este tipo de procesos, aunque no provoquen un colapso político, sí avanzan en la fatiga de materiales de los sistemas.

Ahí está la expresión fatiga pandémica

-Los científicos desde el principio dieron unos plazos que son los que estamos viviendo. Entre un año y año y medio para conseguir una vacuna eficiente y casi dos años para que se generalizara. Y también advirtieron de los rebrotes invernales. Otra cosa es que la política ha trabajado siempre sobre el corto plazo. Por ejemplo, me voy a ceñir al caso del presidente del Gobierno español. En sus muchos discursos desde la declaración del Estado de Alarma. Siempre habla de las próximas semanas, lo hacía también el ministro de Sanidad. Con una unidad de tiempo próxima para que se le haga al ciudadano asumible.

¿Psicología social elemental?

-Sí, pero yo creo que nunca nadie dijo que la crisis se iba a resolver en un mes. No creo que en ese sentido haya habido información tergiversada. Lo que sí pienso, e influye en esa fatiga que se dan dos factores: las sociedades occidentales somos los niños malcriados de la historia de la humanidad. Con unas condiciones de seguridad y suficiencia material como en los últimos 50 años. Eso hace que tengamos una tolerancia a la irrupción de un avatar tan complicado como este mucho más baja que otras sociedades geográficamente pero también en la Historia. También, en el caso concreto de la sociedad española, creo que ha influido mucho la tercera ola. No nos pensábamos que podía pasarnos lo que nos ha pasado en enero y febrero. Ha sido un golpe tan duro en un momento en el que ya se iba a cumplir prácticamente un año de esta circunstancia excepcional, que ha tenido un efecto en el ánimo.

Sobre el panorama económico: la crisis agrava sus efectos a medida que se alarga.

-Creo que hay una cierta sensación de que como no hay motivos estructurales para la crisis económica que ha traído la pandemia, la recuperación cuando llegue cuando el grado de vacunación sea alto, va a ser intensa. En el caso concreto español, también tengo cierta sensación social que por un lado nuestros sectores más pujantes son muy sensibles a la pandemia y por lo tanto deberían ser muy sensibles a su finalización, y pienso en el turismo, por ejemplo. Y que por consiguiente esa recuperación debería ser rápida y vigorosa. Por otra parte, aunque ahora mismo desconozcamos las líneas generales del destino de esos fondos europeos, porque por alguna razón no se habla nunca de esto, lo cierto es que la cifra, por regular que se haga la inyección de ese dinero, va a generar unos incrementos de PIB notables en cuanto pase la pandemia. Eso la gente de una forma sutil lo percibe. Todas esas cosas están larvando que la situación terrible de mucha gente no se esté expresando de forma más patente, que no haya más altercados sociales. Además España tiene muy reciente la experiencia, por lo menos para algunas generaciones, de lo que supusieron de modernización los fondos de cohesión europeos entre los ochenta y los noventa, y cómo cambió la faz del país.

¿Cree que esta partida la está la socialdemocracia?

-La partida la ha ganado claramganando ente el keynesianismo. Podemos recopilar en los últimos meses pronunciamientos del Banco Central Europeo, Fondo Monetario y Banco Mundial. Que el keyenesianismo nos tiene que tapar el agujero es un consenso absoluto en el mundo de la economía.

¿Con letra pequeña?

-La duda es si cuando esté tapado el agujero vamos a volver a alas andadas. Pero ahora mismo las patronales de cualquier sector claman por la intervención del Estado. El dogma neoliberal es un paradigma roto. También es verdad, quizás porque nosotros somos un país converso en esto del liberalismo, las medidas paliativas de la economía en este Gobierno se están adoptando un poco con los pies a rastras. Vemos más vigor en gobiernos de centroderecha europeos, como el alemán, el francés, incluso el británico, en el propósito de meter dinero en todos los sectores, del que hay en un gobierno socialdemócrata/comunista, como se suele definir a este. Aquí vamos un poco siempre con el temor de si nos salimos de la ortodoxia contable. La batalla la ha ganado coyunturalmente el keynesianismo. Si eso le va a servir para acabar con la hegemonía del modelo neoliberal es pronto para saberlo. Pero me parece muy elocuente que esa doctrina neokeynesiana venga de arriba a abajo, que las grandes instituciones que durante años fueron bastiones del dogma neoliberal dicten políticas expansivas de ayuda e inversión.

¿El éxito de las vacunas podría llevar a un optimismo tal que volviésemos al capítulo previo?

-Creo que lo más irresponsable que hay ahora mismo en la gestión de la pandemia es nuestro oficio. Porque lo de salvar la Semana Santa no salió de ningún político. Empezó a decirlo nuestro gremio hace unas semanas y a preguntárselo a todos, a políticos y epidemiólogos, convirtiéndolo en tema. Es verdad que la gente tiene muchas ganas de salir. Yo llevo teletrabajando casi hace un año, estoy que me muero por largarme de viaje, y no veo a mis padres desde verano. Pero no ayuda nada que nosotros desde los medios hayamos estado obligando a hablar todo el rato de salvar la Semana Santa.