a circulado estos días por las redes un vídeo de la presidenta de Nuevas Generaciones del PP, Bea Fanjul, que presenta a Díaz Ayuso como "la mala conocida". La también diputada por Bizkaia pronuncia estas palabras en un acto de campaña celebrado el sábado en Alcalá de Henares en el que, con apariencia de haberse detenido antes de subir al escenario en alguno de los bares que Madrid tiene abiertos en esta pandemia, presenta a Ayuso como la defensora por antonomasia de la libertad. Un término manoseado por la derecha hasta extremos insoportables, pero del que el PP ha conseguido adueñarse hasta el punto de haberse apoyado en él para cosechar un triunfo histórico. No en vano, ha doblado el respaldo electoral que recibió hace dos años y tiene el camino despejado para gobernar a su antojo otros dos. Quizá su única pena sea que estos comicios no dan paso a una nueva legislatura para cuatro años, sino que solo sirven para completar el recorrido hasta 2023, por lo que dentro de poco más de un año entraremos en otra larga precampaña electoral.

También es verdad que, desde el punto de vista estrictamente institucional, no ha cambiado tanto el panorama. Va a seguir presidiendo la Comunidad quien lo viene haciendo desde 2019 y la misma sigla que lo ha hecho de manera ininterrumpida desde el célebre tamayazo de 1995 que encumbró a Esperanza Aguirre, por lo que nada de extraño tiene para los madrileños que Ayuso mantenga sus posaderas en la Puerta del Sol. Su estilo entre torrentiano y populista, que podría resumirse en más cañas y menos impuestos, ha seducido sin duda a la mayoría, ha liquidado a Ciudadanos y ha dado un zarpazo al PSOE y a Podemos que tendrá sus consecuencias.

Pese a ello, y por encima de las interesadas lecturas políticas que desde la pasada noche se hacen de este desenlace electoral, nadie debería enredarse más de la cuenta y sacar conclusiones sobre lo que ayer no se votó. Así como, hace poco más de dos meses, cuando el PP se dio el castañazo en Catalunya, la derecha no tardó en delimitar este golpe al contexto en el que se dirimia la batalla, los socialistas deberían tener muy presente que en estos comicios el cocido era madrileño. Y por mucho que los populares y sus amiguetes de Vox pongan su punto de mira en Moncloa, lo cierto es que ni se votaba al Congreso ni el candidato era Sánchez.

Todo esto no es óbice, sin embargo, para que nadie pierda de vista que el potencial de la mala conocida es ahora mismo tan fuerte que puede llevarse a cualquiera por delante. Empezando por Pablo Casado, a quien ya hay más de uno dentro del partido que quiere amortizar y ve en Ayuso a la próxima candidata para el asalto a Moncloa.

Su estilo entre torrentiano y populista, que podría resumirse en más cañas y menos impuestos, ha seducido a la mayoría