Noviembre de 2011. Elecciones Generales, las de la mayoría absoluta de Mariano Rajoy. El candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, en unos comicios muy complicados para los socialistas, fue incapaz de movilizar a un electorado muy esquivo tras la autoenmienda de Zapatero ante la crisis. Aquella noche comenzó una penitencia de siete años para un PSOE que bordearía el traumatismo cranoencefálico en otoño de 2016, con su grave crisis interna.

Si algo dejó claro el primer triunfo de Rajoy es que el marco neoliberal tenía mucho predicamento hace una década, entre amplias dosis de ingenuidad y falta de perspectiva. La crisis financiera había hecho mella en la desequilibrada economía española, y sectores conservadores enarbolaron la bandera de los recortes sociales para enderezar una situación ya de por sí gripada. La lógica del bipartidismo y la alternancia también hizo acto de presencia. Si el PSOE no había podido con la crisis, multitud de votantes creyeron que siete años después, le volvía a tocar el turno al PP.EN NAVARRA

El tablero hegemónico en la Comunidad Foral era sustancialmente diferente al del actual Parlamento. Pero en aquel 20-N hubo aviso a navegantes, y el PSN se estrelló contra el dicho de que no se puede estar en misa y repicando. En dichas elecciones, UPN se presentaba con el PP, en la lógica de entendimiento de dos formaciones de derechas, mientras que en el Gobierno de Navarra UPN llevaba la manija coaligado con los socialistas. "El acuerdo con el PSN no tiene por qué verse afectado por el resultado de las elecciones", dijo el candidato de UPN-PP al Congreso, Carlos Salvador. El mismo que, entrevistado por este periódico, dejó esta frase para la posteridad: "Si el PP es lo valiente que tiene que ser con las reformas arderá la calle". Ahí es nada. Fue la última legislatura de UPN antes de perder el poder, previa a la de Barkos y Chivite.

La hoy presidenta del Gobierno de Navarra se presentaba entonces al Senado. "Por activa o por pasiva, no votar al Partido Socialista es darle la mayoría al PP", dice entrevistada por este periódico. La hoy expresidenta Uxue Barkos, candidata al Congreso, advertía: "Rajoy viene con recortes salvajes". Ambas lograrían su objetivo, Barkos obtuvo el acta de diputada y Chivite el de senadora. Para Geroa Bai fue un trampolín en su camino a la presidencia en 2015, mientras que a Chivite el correctivo sufrido por el PSN le terminaría abriendo la oportunidad de liderar el partido y virar lentamente su estrategia, algo que le ha terminado llevando a la presidencia.

RESULTADOS

Lo cierto es que el neoliberalismo campaba descontrolado en 2011. El marco de que el PP iba a arreglar la economía tenía mucha pegada, y el de los recortes a cuchillo altavoces influyentes. El triunfo de Rajoy se anunciaba seguro, y al final lo fue por mayoría absoluta. El PP obtuvo 186 escaños por 110 el PSOE. Izquierda Unida, con Cayo Lara al frente, obtuvo 11 escaños, más o menos lo esperable dentro de un techo de cristal macizo que años más tarde Podemos se encargaría de volar por los aires. Lo que prácticamente nadie podía adivinar es que aquella legislatura a punto de comenzar fuese la de la abdicación de Juan Carlos I. Recién investido Rajoy, en la Nochebuena de 2011, el rey pidió en su discurso "sacrificios" económicos. Restaban unos meses para que estallara el accidente en Botsuana.

Volviendo a los resultados de aquellas Generales, en Navarra los escaños fueron para UPN-PP (2), PSN (1), Amaiur(1) y Geroa Bai (1). En cómputos globales, como tituló este periódico, aquí ganó "la izquierda plural", lo que dejó consecuencias a futuro. "El 20-N castiga el pacto UPN-PSN y enreda el futuro del Gobierno de Barcina", vaticinó nuestra portada el 22 de noviembre. La coalición de UPN con el PSN acabaría un semestre después, pero los socialistas navarros tardarían aún siete años en remontar.

BUENAS PALABRAS

Rajoy dijo que gobernaría "sin sectarismos", "procurando que nadie se sienta excluido". Llegaba tras liderar el PP durante siete años en la oposición. Entre otros asuntos, se recordará a Rajoy por su carácter atípico, y su gestión de los tiempos desde un ralentí que rayaba en ocasiones la sensación de parsimonia. Puede que Casado no disponga de tal margen temporal para su asalto al poder, pues un calendario electoral endiablado le endosó en siete meses las mismas dos derrotas que había sufrido Rajoy con cuatro años de diferencia.

Aquel rotundo triunfo de 2011 tuvo su prolongación mucho más dificultosa tras las elecciones de diciembre de 2015 y junio de 2016. Dos comicios en un semestre que acabarían por llevarse por delante a Sánchez, carbonizado con el fuego nada amigo de la vieja guardia socialista.

PUNTO DE GIRO

El hoy presidente se había hecho con la secretaría general del PSOE en 2014. Sánchez inició entonces su bienio de ascenso a los cielos y caída a los infiernos. Defenestrado en 2016 por el aparato, contra todo pronóstico recuperó el liderazgo en 2017, y cual Ave Fénix completó su vuelo en la primavera de 2018, cuando la sentencia de la Gürtel y la confluencia de fuerzas deseosas de castigar al PP le llevaron en volandas a la presidencia. Aquella moción de censura, con escenas dentro y fuera del Congreso inolvidables, fue el escenario de un augurio de Rajoy que el tiempo se encargó de desmentir: "Sánchez quiere ser presidente sin ir a las urnas, porque sabe que en las urnas no ganará nunca". Una lectura totalmente errónea, porque gracias al apoyo de la mayoría parlamentaria, Sánchez hormigonó su presidencia en 2019 tras salir victorioso de dos elecciones Generales.