avarra cierra este viernes otro año político marcado por la estabilidad. Es el séptimo consecutivo en el que el Gobierno foral ha sacado adelante la inmensa mayoría de sus planes sin grandes sobresaltos parlamentarios. De hecho, el Ejecutivo se llevó el mayor susto de 2021 en el último pleno, celebrado el jueves 23, en el que tuvo que meter en el cajón la reforma exprés de la Ley del Convenio Económico que la consejera Elma Saiz había negociado con el Estado a espaldas de Geroa Bai, su principal socio; sin contar para nada con EH Bildu, quien le aporta la mayoría imprescindible; y sin haber buscado tampoco el acuerdo con Navarra Suma, que le hubiera salvado los muebles en un asunto de importancia económica y simbólica, ya que incluía una ampliación del autogobierno que tanto consenso concita entre la ciudadanía a través de la asunción de tres nuevos impuestos.

Ha sido, en todo caso, un borrón puntual dentro de un ejercicio de amplia sintonía entre los tres agentes -PSN, Geroa Bai y EH Bildu- que dan la mayoría parlamentaria al Gobierno de María Chivite. Un entendimiento del que también participan con la misma asiduidad las otras dos siglas de izquierdas del arco parlamentario -Podemos e Izquierda-Ezkerra- y que dejan al tripartito de derechas coaligado dentro de Navarra Suma -UPN, PP y Ciudadanos- sin capacidad de influencia en las cuestiones importantes, con síntomas más que evidentes de desgaste y sin tener muy claro por dónde tirar.

Mientras crece la cohesión entre los grupos que sostienen al Gobierno, como lo demuestra el hecho de haber sacado aprobado los terceros Presupuestos consecutivos, Navarra Suma despide el año marcado por las dudas sobre su futuro. Una incertidumbre alimentada por el propio presidente de UPN, Javier Esparza, quien el 19 de junio anunció, ante la asamblea de su partido, que en verano iniciaría "un proceso interno de reflexión conjunta y de análisis de la situación actual" para decidir la fórmula en la que su partido se presentará a las próximas elecciones, ya sea en solitario o en coalición.

Poco más se ha sabido desde entonces sobre qué hacer con una coalición que ha quedado desfasada hasta en la distribución del peso interno de cada sigla. Creada en la primavera de 2019 entre UPN y Ciudadanos, cuando las encuestas auguraban un buen resultado a la formación naranja, el PP fue invitado después a incorporarse.

Hoy la situación es bien distinta. Con Ciudadanos camino de la extinción, todo indica a que UPN regresará en las próximas citas electoralres a la tradicional alianza que ha tenido con el PP, sólo quebrada en un par de comicios forales, pero rescatada -incluso en las situaciones de mayor distanciamiento entre los dos partidos- para las elecciones generales.

Esparza, sin embargo, no ha movido ficha. El 10 de agosto se tomó la licencia de hacer el balance del segundo año de legislatura eliminando el logo de la coalición con la que firmó su acta del parlamentario y después se ha limitado a echar balones fuera sobre el devenir de una coalición sin influencia política en el día a día parlamentario y a la baja, de acuerdo con la estimación del reciente Navarrómetro.

Todo lo contrario le ocurre al PSN, que vive su mejor momento político en décadas. Una vez más, ha podido comprobar que en la medida en que se distancia de la derecha, su espacio de influencia crece y las tensiones internas desaparecen. Nada que ver con aquellos tiempos, de solo una década atrás, cuando el pacto de gobierno con Barcina terminó por hacer un roto al PSN que lo pagó descendiendo en 2015 al suelo electoral de siete parlamentarios.

Hoy, con el acompañamiento de la presidencia del Estado, Chivite vive una situación idílica que ni siquiera la pandemia parece desgastarle, que le ha permitido conseguir una nueva competencia después de dos décadas -la de sanidad penitenciaria- y que está en en camino de añadir otras dos como son la gestión del ingreso mínimo vital y el tráfico.

Reflejo de la buena salud de su liderazgo de puertas hacia dentro es que nadie compitió con ella en el congreso de octubre en el que fue reelegida secretaria general y su ejecutiva recibió el respaldo del 97,2% de la militancia que, a su vez, avaló su actual política de entendimientos con las otras fuerzas de izquierdas y nacionalistas.

Con un calculado perfil político bajo, Chivite ha conseguido en poco más de dos años de Gobierno que el giro que ha dado el PSN sea percibido con tremenda naturalidad por la inmensa mayoría de la sociedad navarra y sin sufrir desgaste alguno, pese a la reincidencia de la derecha en su desesperado intento de deslegitimar estos acuerdos con espantadas tan salidas del tiesto como la ausencia en los actos oficiales de homenaje a las víctimas del terrorismo.

En esta etapa Chivite sólo ha cambiado una pieza en su Ejecutivo -la de Manu Aierdi por Mikel Irujo- y ha contado sin duda con un socio leal. "Generar estabilidad política es una de nuestras obligaciones primeras en la acción política", subrayó Uxue Barkos, portavoz de Geroa Bai, el 4 de noviembre en el Debate sobre el estado de la Comunidad.

El mismo pleno en el que la portavoz de EH Bildu, Bakartxo Ruiz, destacó que "en Navarra existe una mayoría política alternativa a la derecha y eso es lo que le escuece a Esparza".