- Pere Rusiñol (Artés, 1972), observa una asunción de valores socialdemócratas, "incluso por el Banco Mundial, la OCDE y grandes medios internacionales del capitalismo, que han entendido que si no vamos al caos", y pone como ejemplo al Financial Times, "que está haciendo unas campañas muy importantes para renovar el contrato social" y "volver a mecanismos que de alguna forma daban cohesión a la sociedad". En este interludio, Rusiñol anota la recuperación de voto de unos partidos socialdemócratas "que hace una década parecían a punto de extinguirse". Sin embargo, cree que "estamos en un momento de transformación" sobre unos paradigmas económicos "todavía antiguos".

¿La socialdemocracia está al alza o ante un espejismo?

-En el siglo XX tras la Segunda Guerra Mundial hubo un periodo claramente socialdemócrata. Después, en los ochenta, empezó una época de clara hegemonía neoliberal, un periodo que está agotado, porque los temas que conforman la agenda pública han cambiado de manera muy sustancial. Lo vemos en comparación con la anterior crisis, donde las recetas en el consenso internacional eran neoliberales. En cambio ahora esa agenda pública está construida otra vez sobre ciertos valores socialdemócratas. La agenda de toda la vida, pero que no vuelve tal cual, sino que se tiene que actualizar. Todo eso está teniendo una traducción electoral. Por lo tanto, yo creo que la socialdemocracia ha vuelto, pero en cambio todavía no ha logrado perfilar bien en qué consistirá en los valores que tiene que actualizar, sobre todo, por el reto ecológico y feminista.

Transición ambiental que tal vez genera la inquietud de que no favorezca al bolsillo. Eso asoma también desde la extrema derecha.

-La receta socialdemócrata típica era gastar para consumir, y ahora esto no se puede plantear así tal cual, sino insertarla dentro de un marco general con un cambio climático y una crisis ecológica brutal ante los que a lo mejor la solución no puede ser simplemente eso, por más que mejoró mucho la calidad de vida de las clases populares. Como el nuevo paradigma está todavía en construcción, esto deja mucho margen a que la extrema derecha se pueda aprovechar para lanzar proclamas populistas alejadas de la realidad, con latiguillos en un momento de cambio y de difícil comprensión sobre qué hay que hacer.

Ejemplo de consumismo: El mercado de la ropa barata. Con una dinámica difícil de revertir.

-Esos paradigmas no se quitan de un día para otro. Cuando el hegemónico era el paradigma socialdemócrata, Reagan y Thatcher tardaron bastante tiempo en horadar aquel consenso. Ahora nos pasa un poco lo mismo. Hay unos nuevos valores, pero está muy arraigada la mentalidad anterior neoliberal, que decía que el dinero hay que tenerlo en el bolsillo para comprar lo más barato posible sin darnos cuenta de que si bien evidentemente los trabajadores y las clases populares tienen que tener poder adquisitivo, esto es un conjunto. Si tú simplemente tienes el dinero en el bolsillo, pero luego te tienes que pagar el médico, la educación de los hijos, un piso que está fuera de tu presupuesto porque el mercado no te provee de vivienda social. Aunque tengas dinero en el bolsillo, no puedes pagar nada.

¿El grado de intervención pública en la pandemia favorece al neoliberalismo del sálvese quien pueda?

-Pero antes de la pandemia parecía que estos discursos iban más a tope. Estaba Trump, Bolsonaro, parecía que Marine Le Pen tenía posibilidades de ganar en Francia, que Salvini iba a ganar en Italia... Parecía una ola imparable de estos populismos. Obviamente sigue habiendo reductos, como el caso de Madrid, pero creo que con la pandemia han sufrido un retroceso muy grande, porque cuando se ha votado, la gente está valorando el papel cohesionador de lo público ante esta situación de extrema emergencia. Y los populistas que iban a toda castaña están en horas muy bajas.

Por más que en Europa bajemos el pistón, China va a toda potencia.

-Europa lamentablemente, porque cada vez está más envejecida, tiene unas dificultades globales, pero al mismo tiempo ha dado unos pasos muy importantes con la pandemia, de sacarse el corsé terrible y dogmático de ordoliberalimo de hace diez años, con unas reglas económicas estrictísimas, que no dejaban hacer nada que alejado de una perspectiva neoliberal colocada como dogma de fe máxima, incluso legal. Todo esto se ha relajado, y no pasa nada, se han roto muchos de estos dogmas, y eso es positivo. Europa no es una gran potencia ante China, pero al mismo tiempo se han hecho pasos, modestos e insuficientes, pero que parecían imposibles, que van en la consolidación de un modelo social más adecuado a esta nueva situación. Incluso China también está en esto. La prioridad ya no es solamente crecer y generar riqueza, sino también repartirla. Y en estados Unidos lo mismo, que es el otro polo fundamental.