EL PP ya ha consumado su renovación y escenificado al menos el fin de sus cruentas guerras internas con la aclamación de Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder del partido el pasado fin de semana en Sevilla. Pero ahora hay otro espacio político en el Estado pendiente de reforma y de construir un nuevo proyecto político: se trata del de Unidas Podemos que, tras afrontar sucesivas crisis que han ido mermando sus apoyos y su capacidad electoral, debe empezar a conformar una nueva estrategia para reafirmarse como referente a la izquierda del PSOE en las próximas convocatorias electorales.

La de Podemos y su posterior coalición con IU ha sido una trayectoria descendente en cuanto a resultados electorales y representación en el Congreso de los Diputados. Así, los morados han pasado de los 71 asientos obtenidos en junio de 2016 a los 35 logrados en noviembre de 2019. Es decir, se han dejado por el camino la mitad de diputados, situación que se ha agravado todavía más con la inhabilitación de Alberto Rodríguez y el paso al Grupo Mixto de Meri Pita.

Lo que la coalición de izquierdas ha perdido en diputados lo ha ganado sin embargo en influencia al entrar en el Ejecutivo de Pedro Sánchez en enero de 2020, lo que supuso un logro histórico que no se había dado en democracia. En cualquier caso, la irrupción en Moncloa ha supuesto un quebradero de cabeza para Podemos, que se ha visto obligado a tragar numerosos sapos ante su debilidad frente a los socialistas y ha visto cómo su fundador y rostro visible, Pablo Iglesias, se achicharraba y abandonaba la política activa.

revertir la tendencia Con este bagaje, Unidas Podemos busca ahora revertir su tendencia descendente y fía en buena parte su estrategia al tirón y liderazgo de Yolanda Díaz, que recela sin embargo de la marca Podemos y quiere darla por superada con la conformación del llamado Frente Amplio, que debería servir para aunar a la izquierda y reconstruir divisiones pasadas -como las que provocaron la salida de los errejonistas y de los anticapitalistas, a quienes se intentará repescar-.

La receta es clara: Frente Amplio como único remedio para combatir el fantasma de la relevancia institucional y de la ruptura en mil pedazos que siempre ha perseguido a una izquierda española con un larguísimo historial de escisiones que la han condenado durante décadas a una posición residual en la política estatal.

En este proceso de debates, acuerdos y de tejer redes entre las izquierdas se prevén discusiones acaloradas relativas a la conveniencia de seguir o no en el Ejecutivo de coalición si dan los números en la próxima legislatura, o sobre las siglas a emplear para el nuevo proyecto que a priori debería encabezar Díaz.

También estará sobre la mesa la posibilidad de integrar o no a Más País en esta alianza, aunque los de Iñigo Errejón no han desvelado por el momento sus intenciones sobre volver a compartir espacio con los morados tras el cisma total de 2019.

Hay sin embargo un precedente que puede marcar el camino para la futura recomposición de la izquierda a nivel estatal. Se trata del caso de Andalucía, donde Podemos, Izquierda Unida y la facción regional errejonista han alcanzado un preacuerdo para concurrir en coalición a las futuras elecciones autonómicas, que todo apunta a que se adelantarán al mes de junio. Aunque la corriente anticapitalista se ha descolgado de esta alianza y los de Teresa Rodríguez concurrirán en solitario bajo el nombre de Adelante Andalucía, el pacto a tres alcanzado en la comunidad puede ser un primer paso que tenga su réplica a nivel estatal en los próximos meses.

Así las cosas, la izquierda española afronta un periodo clave para su futuro y supervivencia, proceso que analizan para este diario Juan Carlos Monedero, fundador de Podemos, y Virginia P. Alonso, directora de Público, que coinciden en que la elaboración del Frente Amplio es vital para el devenir de este espectro político.