la Comisión Europea ha decidido que propondrá la desaparición del cambio de hora en la Unión Europea. Siempre he estado en contra del cambio de hora y he escrito numerosos artículos al respecto. En mi opinión, se ha dado un cuestionable ahorro energético, que nunca se ha demostrado que sea así, frente a una clara alteración de los ritmos vitales. Dicha decisión se ha producido después de que un 80% de los participantes en la consulta pública abierta por la Comisión Europea se haya mostrado partidario de eliminarlo.

Haciendo un poco de historia, el cambio de hora comenzó durante la 1ª Guerra Mundial en Alemania, países aliados y zonas ocupadas, al objeto de aprovechar la luz solar extra disponible en primavera y verano. Otros países secundaron la medida, incluido el Estado español, donde dejó de aplicarse en 1951 para retomarse en 1974, tras la crisis energética del 73. Y en el año 2001, una directiva impuso como obligatorio el salto adelante y atrás del reloj.

Hoy día es una actuación que ponen en práctica unos 75 países, incluidos los 27 de la Unión Europea, y que afecta a unos 1.500 millones de personas. Por su parte, Japón, parte de EEUU, India y el resto del mundo no la aplican.

¿Ahorro de energía? Hasta ahora, la Comisión Europea, a través de diversos estudios, ha estimado que el ahorro en el consumo eléctrico es de entre el 0,5% y el 2,5%. La propia Comisión ha valorado este ahorro como “relativamente modesto”, aunque siempre ha afirmado que “todo ahorro energético, por pequeño que sea, es bienvenido”, conocedora de las fuertes reservas de numerosas asociaciones de diversos países europeos contra el cambio horario.

En el lado contrario, diversos estudios estiman que el cambio de hora supone un gasto extra de energía. Así, por ejemplo, aunque podría citar unos cuantos estudios más, un equipo de la Universidad de California, en Santa Bárbara, estudió durante tres años la factura de la luz de 250.000 hogares de Indiana y concluyeron que el adelanto en primavera de una hora aumentó sus facturas en 8.600 millones de dólares anuales.

En otras cuestiones, hay estudios que plantean que el cambio de hora afecta a la salud y a la calidad de vida, y, en esto coinciden, aunque la importancia que se le da es diferente, a los partidarios del cambio de hora y a los no partidarios.

Los seres humanos ligan su ritmo con los ritmos naturales. El cambio de hora perjudica al organismo, el cual debe de reequilibrarse, y, sobre todo, según estos estudios, afecta de manera más acusada a los más pequeños, más apegados a su ritmo biológico. También hay estudios que señalan que el cambio de hora provoca más accidentes de tráfico y laborales.

Es decir, algunos estudios sostienen que el cambio de hora no produce ahorro energético; otros, que es insignificante; y también algunos otros, que lo aumenta. Sin embargo, sí que parece que hay unanimidad en que produce trastornos de diversa índole.

¿Por qué, entonces, se ha mantenido durante tantos años el cambio de hora? En mi opinión, por inercia, porque siempre se ha hecho. Se mantiene como tradición, como un rito. Simboliza que los gobiernos se preocupan por ahorrar energía.

Ahorrar y hacer ahorrar energía debe ser una obligación de la Administración pública. Cambiar de hora no produce ahorro neto económico o energético, pero sí distrae de políticas serias de ahorro. Es hora de dejar seguir su propio ritmo a nuestro organismo y desarrollar políticas serias que frenen el derroche energético.

* Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente