¿Y tiene que ser en “lo viejo”? -uno. -Sí, ¿dónde mejor, si no? -sentencia otra.

-No sé? en cualquier barrio, con edificios en mejores condiciones? -un tercero.

-Lo importante no es el estado del edificio, sino su situación, y la posibilidad de que nuestro proyecto sirva de ejemplo, más adelante, para otros.

Vamos a partir de cero, vamos a innovar? queremos hacer algo nuevo ¿no?, al margen del sistema, diferente a lo establecido, rompiendo con los corsés establecidos, con las normas que nos impone esta sociedad? tenemos que revolucionar lo que el régimen considera estipulado, con la actual legalidad?

El debate se va animando entre los participantes.

-Tendremos que derribar algunos muros para hacer espacios más amplios y cómodos, para que todo el mundo se sienta acogido? y lo tenemos que hacer nosotros, con nuestros medios, por nosotros mismos? con nuestras manos.

-Y habrá que pintarlos porque las paredes están descascarilladas y llenas de humedad?

-Por eso sería mucho más fácil en un barrio?

-Pero esto es el corazón de la ciudad, y tenemos que mostrar que no nos arrugamos ante los retos.

-Debemos manifestar claramente a la sociedad que nuestras puertas están abiertas a toda la ciudadanía, que no escondemos nada?

Todo el mundo quiere participar, y se levantan manos, pidiendo el turno de palabra, por doquier.

-Es cierto? Que somos un movimiento popular, participativo, democrático, solidario, y asambleario donde todos tenemos derecho a opinar y, lo que es más importante, a decidir. Donde cada miembro es un voto y nuestra asamblea es soberana?

-Sí, sí? no fuimos dueños de nuestro pasado, pero queremos serlo de nuestro presente y de nuestro futuro.

-Lo nuestro es la autogestión. No queremos que nadie decida por nosotros, que nadie nos diga cómo tenemos que hacer las cosas, cómo tenemos que actuar, cómo debemos de trabajar, de organizarnos?

-Eso es? -varias voces al unísono.

-Parece que estamos de acuerdo, entonces, con quedarnos con este local, ¿no?

-Sí, por supuesto? -casi todos a una.

-Necesitaremos alguna mesa -apuntan por el fondo de la sala.

-Sí, y sillas?

-Sí, sí? vamos a preparar un listado con todo el material que necesitamos y nos repartiremos las tareas por grupos de trabajo?

-Pero habrá que estar preparados para todo? policía y cierre incluidos -Vaticina sombríamente una de las participantes.

-Por supuesto? yo daba por hecho que contábamos con esa posibilidad?

No tengo la menor duda de que una escena así, con conversaciones de ese talante, se desarrollaron en la Pamplona de 1964, en su corazón, en un piso de su casco viejo, de manera semiclandestina y con ciertos temores, poco antes de la apertura de la primera ikastola tras la guerra civil.

Y efectivamente duró poco, tal y como pudo prever alguno de sus impulsores, pues el mismo día de su apertura apareció la policía nacional y procedió a su cierre.

Fue el primer intento.

Pero un intento no baldío, pues tan sólo un año después, en 1965, se volvería a hacer? pero esa vez ya sin cierre, ya que aquí seguimos las ikastolas cincuenta y cuatro años más tarde.

Con los mismos argumentos y con las mismas armas dialécticas que entonces: somos un movimiento popular, nacido del pueblo para ofrecer un servicio público al mismo; seguimos siendo autogestionarios y soberanos, pues nuestras decisiones se toman en los órganos de los que nos hemos dotado, que son las asambleas y juntas de gestión; seguimos siendo cooperativas participativas y democráticas, donde cada socio tiene sus derechos y deberes; seguimos realizando obras, reparaciones, modificaciones, transformaciones? de nuestros locales -que siempre han tenido las puertas abiertas para quien así lo ha querido o para cualquier actividad- en auzolan; seguimos defendiendo nuestra autonomía, nuestra capacidad de decidir, de pensar, de hacer, de maniobrar más allá de los estamentos públicos; rompimos con una dictadura y reclamamos nuestra independencia a los gobiernos anteriores, de la misma manera que lo hacemos al actual, y lo seguiremos haciendo con los que vengan en el futuro; seguimos derribando muros -físicos y mentales- para renovar nuestro sistema pedagógico; seguimos creando nuestro propio material didáctico para uso propio y ajeno, mostrando nuestra solidaridad a la sociedad compartiendo con ella lo que aprendemos y lo que sabemos, nuestras experiencias a través de esos libros, discos, vídeos? creados por nuestros pedagogos.

Y todo ello en euskera? o en inglés, y en francés, en castellano o en alemán? pero teniendo el euskera como eje central de nuestra actividad cotidiana, pues nuestro currículum definió hace ya años que éramos ciudadanos con raíces propias abiertos a un mundo en continua expansión.

Ya no estamos en “lo viejo”. Pero sí en otro barrio de Iruña, y en 14 localidades más de toda Navarra. Y hermanados con otras cien ikastolas repartidas a lo largo y ancho de Euskal Herria.

Y nos congratula escuchar que en Galicia, ante la cruda realidad de su lengua, hay familias que se organizan ya, como nosotros, para crear sus propias escuelas?

O que lo mismo hacen en el Mar de Irlanda, en la isla de Man, tal y como apuntaba Aingeru Epaltza en su última columna?

El autor es presidente de la Federación Navarra de Ikastolas