erro - Hace una década la escuela unitaria San Esteban de Erro temía por su futuro. Por aquel entonces, sólo quedaban cuatro alumnos estudiando en este centro donde únicamente se ofertaba la enseñanza en castellano. Coincidía también que la profesora Nuntxi Vidondo se jubilaba tras dedicarse media vida como maestra en esta localidad, poniendo en riesgo el devenir de una escuela que había visto dar vida y crecer a todos los niños del pueblo de Erro. Sin embargo, las familias del pueblo no estaban dispuestas a perder lo que para ellos había sido su segundo hogar en la infancia. “Cuatro o cinco familias nos juntamos y metimos presión para que se pusiera el modelo D porque para nosotros era importante que aprendieran en euskera. Si no lo llegamos a conseguir, la escuela se habría tenido que cerrar”, afirma la vecina de Erro Delia Garralda.

Como muchos otros, Delia sopesaba la idea de llevar a sus hijos a la escuela de Zubiri, a 10 kilómetros, para que pudieran estudiar en euskera. Eso, unido a que no existía un comedor en Erro, hacía más difícil aún que las familias pudieran traer a sus hijos a la escuela. “A mí me hacía mucha ilusión llevar a mis hijos al mismo sitio donde estudié yo, no sólo porque me trajera recuerdos, sino porque es una escuela pequeña donde el aprendizaje de diferentes edades a la vez es muy favorable para los niños”, añade Delia. Por suerte, tras un proceso administrativo con el Departamento de Educación y las entidades locales, lograron establecer el modelo de euskera y el comedor. Y, aunque reconocen que para sacar adelante el comedor tienen que hacer un gran esfuerzo económico tanto las familias como el Ayuntamiento de Erro, aseguran que les compensa. “Poner el modelo D y el comedor hizo que muchos decidieran establecerse aquí y desde luego, fue muy positivo para la cantidad de alumnado. Ahora en esta escuela estudian 34 niños de 22 familias del valle de Erro”, afirma la vecina de Lintzoain Marta Herrera, como miembro de la Apyma.

ESCUELA FAMILIAR Cercanía y trato familiar son dos atributos que ya se intuyen al atravesar la puerta de cualquier escuela rural. Y más aún en una escuela unitaria como la de Erro, donde los 34 niños están divididos en tres grupos, coincidiendo niños de diferentes edades en una misma aula. “La misma diversidad nos da muchas posibilidades y tenemos flexibilidad para amoldar la enseñanza a las características de cada alumno. Este año, por ejemplo, hacemos talleres de cocina, música, disfraces, etc, donde mezclamos a todos y eso es enriquecedor para ellos”, reconoce Oihana Echarte, directora del centro.

De la misma manera, los padres y madres valoran muy favorablemente las ventajas que ofrece una escuela unitaria. “Es muy positivo que se mezclen. Aprenden unos de otros y se acostumbran a jugar todos juntos, no sólo con los de su edad. Y lo mismo ocurre con las familias, hay un trato muy cercano y familiar entre nosotros y los profesores, no vienes a recoger a tus hijos y te vas, sino que participas en las actividades de la escuela y nos relacionamos con todos”, asevera Delia. Singularidades que, para bien o para mal, únicamente atesoran las escuelas rurales. “Al ser una escuela pequeña, aquí están más arropados y nos conocemos todos. Al final esto es como una gran familia”, concluye Marta Herrera. - Patricia Carballo