pamplona - Habla de su adicción al juego en pasado pero todavía se encuentra en periodo de rehabilitación. Mikel (nombre ficticio), pamplonés de 38 años, es una de las muchas personas a las que el juego casi les lleva a la ruina. Llegó a la capital navarra con tan solo 6 años, procedente de Cáceres, de donde es originaria su familia. Siempre llevó una vida normal: trabajaba en una tienda, quedaba con sus amigos y se emparejó con una mujer con la que se acabó casando. Sin embargo, su adicción a las tragaperras primero y a los rascas on line después acabó por interponerse entre él y su entorno y por generarle una deuda de 30.000 euros. Ahora, está en rehabilitación en la asociación Aralar y confía en que sea la definitiva.

¿Por qué comenzó a jugar?

-Mi historia empieza hace doce años con un episodio muy fuerte con las tragaperras. Empecé jugando las vueltas que me sobraban del café. Me parecía una tontería pero por la maldita suerte de que me iba tocando dinero seguí jugando un día tras otro. Así empecé a apostar un poco más y ya eran 10 o 20 euros al día. Claro, apostar esta cantidad todos los días durante tres años suma mucho dinero. Al final la deuda que acumulé fue de unos 30.000 euros.

¿Fue ahí cuando se dio cuenta de que tenía un problema?

-No, yo hubiera seguido. Todo estalló porque me pillaron. Llega un momento en el que a los dos días de cobrar no te queda dinero y en aquel momento yo vivía con mi madre y todos los meses contribuía para pagar los gastos pero, como me lo dejaba todo en las tragaperras, a mi madre le daba largas y le ponía excusas hasta que me descubrió.

Entonces, ¿fue su madre la que le llevó a rehabilitación?

-Sí. Estuve en periodo de rehabilitación dos años hasta que lo superé. Fue relativamente fácil y no volví a jugar. Por suerte, mi madre conocía bien el tema porque mi padre también había sido ludópata y sabía por dónde tirar. Pero mi novia de entonces lo pasó realmente mal y después de cinco o seis años pensó en dejarme.

¿Qué le hizo engancharse tanto?

-Aparte de la adicción al juego también tengo algo, como digo yo, en la cabeza. Ante un problema externo que yo tenía, de índole familiar, me refugié en el juego. Yo me rehabilité de la adicción pero no aprendí a afrontar los problemas y en cuanto volví a tener un problema recaí, esta vez en los rascas on line de la ONCE.

¿Cómo fue esa segunda recaída?

-Más dura, porque tuvo peores consecuencias. Hace casi tres años me picó la curiosidad de los rascas por la publicidad que veía en la televisión. Mi problema lo asociaba a las tragaperras y pensaba que este tipo de juego no me podía generar una adicción. Pero en el fondo la causa seguía siendo que no sabía afrontar mis problemas, lo que me empujaba hacia el juego. Yo había tenido algún conflicto en el trabajo porque casi no podía ver a mis hijos por los horarios y la relación con mi mujer se había enfriado.

¿Qué consecuencias tuvo?

-En este caso el tema económico no fue el problema, no me habré gastado más de 2.500 euros en tres años. El problema ha sido sentimental, porque una situación familiar que se podía haber arreglado acabó con la relación. A pesar de eso tengo un piso y la custodia compartida de mis dos hijos y con mi mujer tengo una relación cordial. Pero el jugo casi arruina mi vida dos veces, primero económica y luego sentimentalmente. Igual el divorcio hubiese sido inevitable, pero no debería haber ocurrido como ocurrió, fue todo de manera muy brusca.

¿Le volvieron a descubrir?

-Sí, aunque esta vez inconscientemente dejé que me viesen, porque yo veía que tenía un problema y era más descuidado para dejar pistas. Al final me acabaron descubriendo, pero no fue fácil porque al ser on line yo lo hacía desde el móvil, en casa, no me desplazaba a ningún salón de juegos.

Ahora, ¿cómo se encuentra?

-Muy bien. Llevó ya un año en Aralar y he evolucionado mucho. La separación ha sido muy dura pero me ha ayudado mucho estar aquí, porque me han tranquilizado y me han aconsejado a la hora de tomar decisiones.

¿Tiene miedo de volver a recaer?

-Siempre puede haber un despiste, una bajada de guardia y que se dé la situación de no tener la capacidad para afrontar un problema y recaer. Estando aquí dentro sé que no voy a tener ningún problema, pero cuando salga de aquí siempre existe el riesgo. Aunque esta vez estoy convencido de que me estoy rehabilitando tanto del juego como de la cabeza.