Qué ganas de poder decirlo como la verdad que siempre ha sido: No fue abuso, fue violación. Muchas nunca lo hemos dudado, convencidas de caminar en la certeza de que la víctima decía la verdad; esa seguridad que te da el ser capaz de ponerte en la piel de esa joven violada reiteradamente en un portal. Cómo no cerrar los ojos, callar y desear que nada hubiera ocurrido; pero ella, la víctima, los abrió y su valentía, su fuerza, su coraje y su perseverancia en la verdad nos los abrió a toda la sociedad. Denunció y ha defendido hasta la última instancia la agresión de la que fue víctima. Lo que ocurrió en Pamplona hace casi tres años no fue un abuso sexual sino una violación en grupo, una de las violaciones más brutales y mediáticas. Los hechos probados no han dejado dudas ante el Tribunal Supremo que, tras el brillante alegato de la Fiscal y la lamentable intervención de la defensa, cuyo abogado puso una vez más el foco en la víctima, por unanimidad ha condenado a los cinco miembros de la Manada por un delito de violación, elevando así el grado de abuso al de agresión. Una sentencia que deja en evidencia a una parte de la justicia navarra. Capítulo aparte merece el auto del juez que en la primera sentencia condenatoria se desmarcó con un voto particular, totalmente denigrante para la víctima, en el que declaraba la inocencia de los cinco violadores, cuyo delito a los ojos de este juez fue un “jolgorio”. Aquel voto particular fue uno de los momentos más duros de todo el proceso judicial, por lo que supuso de desprecio a la víctima, y ponía en tela de juicio una credibilidad que en todo momento había estado probada y de la que el resto de jueces no dudó. Ese voto fue el botón que activo el clamor social. Han sido tres años de batallas judiciales, de luchas en las calles y de repercusión informativa sin precedentes. Un caso, el de La Manada, que nos ha retratado, como sociedad y como medios, ante la necesaria labor de decir No es no y de rechazar siempre cualquier tipo de violencia, sin matices, especialmente la ejercida contra las mujeres solo por serlo. Que no vale justificar en grado alguno hechos tan graves poniendo el foco en la conducta previa de la mujer. Un caso que nos puso de frente ante una justicia patriarcal que tiene en sus manos cientos de sentencias en las que la prueba principal es creer o no creer a la víctima. Ayer, por suerte, esta justicia fue justa y creyó. No es de celebrar el hecho de que se dé por cierto que cinco hombres violaron a una joven, ojalá nunca hubiera ocurrido, pero si que el de ayer es un paso importantísimo en la lucha contra la violencia machista. Una lucha en la que ha sido clave el movimiento feminista y también, en el caso de Navarra, la firmeza de las instituciones que han ejercido la acusación particular hasta el final. La condena y el aumento de las penas subsana el fallo de la Audiencia de Navarra y refuerza la confianza en la justicia por parte de las mujeres y del resto de la sociedad. Una sentencia de gran trascendencia para el futuro que crea jurisprudencia y da seguridad jurídica. En definitiva, un fallo que permitirá a las mujeres vivir más libres y a las víctimas de la violencia machista perder el miedo a denunciar y a enfrentarse a un tribunal con la única prueba de su cuerpo y su testimonio. Yo si te creí, ayer y siempre.