Las graves tormentas caídas el pasado lunes en diversos pueblos de la Zona Media de Navarra, sobre todo en Tafalla, ha sido demoledoras y escalofriantes. Se han podido capturar imágenes dramáticas, como la de la carretera N-121-A destrozada por la riada, coches arrastrados por la fuerza del agua y las calles de Tafalla completamente anegadas por la intensidad de las lluvias.

En primer lugar, quiero manifestar mi cercanía y solidaridad hacia las personas que han sufrido los efectos de estas inundaciones, y especialmente a los del conductor arrastrado por el agua, cuyo cuerpo ha sido localizado muerto ayer martes cerca de Moriones, en el municipio de Ezprogui (Navarra). A su vez, quiero también solidarizarme con las personas que sufrirán estos efectos en un futuro no lejano. Por la sencilla razón de que, por mucho que nos empeñemos en negar la evidencia, las inundaciones nos acompañarán y seguirán ocasionándonos perjuicios económicos. En nuestra mano está en que estos fenómenos naturales no nos ocasionen tantos inconvenientes y que nos recuperemos de ellos con la mayor rapidez. ¿Puede hacerse de la noche a la mañana? Probablemente no, pero se podrían hacer muchas cosas en tiempo récord y con efectos muy palpables. ¿Alguien puede prometer que “esto” no va a volver a ocurrir y que tiene la solución inmediata a todos los males? Lamentablemente sí. Prometer, y después incumplir, sale gratis en este país.

¿De qué hablamos, por tanto? Está repetido hasta la saciedad que las inundaciones son fenómenos naturales, que siempre han ocurrido, y que no podemos evitarlos. El objetivo no debería ser evitar las inundaciones sino conseguir a corto plazo que no produzcan víctimas mortales y que los daños económicos sean cada vez menores. En cuanto a lo primero, el objetivo debería ser 0 víctimas. Cualquier víctima deberíamos considerarla un fracaso colectivo. En cuanto a lo segundo, no sería difícil invertir la tendencia actual, en la que los daños por inundaciones son crecientes.

También, cabe preguntarse, pero ¿cómo ha podido ocurrir semejante situación cuando desde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) no se temía una repercusión tan importante como la que finalmente ha tenido? Concretamente, desde Aemet Navarra solo se había activado previamente un aviso amarillo en la zona, cuando en al menos dos estaciones se habían superado durante la tarde del lunes el umbral de la alerta roja, al haberse registrado más de 60 litros por metro cuadrado en una hora. Se ha hablado de una “gota fría”, y en los próximos días se dirán muchas cosas más. Sin duda, hay que avanzar de cara a estos eventos extremos e imprevisibles.

Otra cuestión importante, es analizar las características de Tafalla, desde el punto de vista de su vulnerabilidad en relación con las inundaciones (viviendas, pabellones industriales, infraestructuras críticas...) en áreas de cierto, medio o alto riesgo, y aprender posibles errores cometidos en el pasado.

Por otra parte, los ríos se expanden. Cada cierto tiempo pasan de tener 10 metros de anchura a tener 100, o más. Podemos negarlo, pero no por eso va a dejar de pasar. Los ríos necesitan espacios de expansión. Es esencial recuperarlos donde se han perdido. Los ríos son sistemas vivos y dinámicos. Sin crecidas no hay ríos. Ha pasado siempre y seguirá ocurriendo. Podemos intentar dos cosas: procurar dominarlos o intentar acomodarnos a su dinámica natural. Llevamos muchos años peleándonos contra ellos y por ahora no parece que vayamos ganando la batalla. Quizá sea el momento de optar por una diferente ordenación del territorio, que tenga en cuenta que cada cierto tiempo, el río reclama lo que es suyo.

Pero, ¿qué hacemos con el pasivo histórico? ¿Qué hacemos con los cascos urbanos y polígonos industriales sometidos a alto riesgo de inundación? No se puede dar una solución genérica. Cada zona es diferente y exigirá una solución concreta, enmarcada, eso sí, en un plan a escala de cuenca. Opino que las soluciones de ingeniería clásica se tienen que dejar para los casos extremos en que no haya otra opción viable, que se deben ejecutar con el máximo respeto ambiental.

Otra cuestión importante a tener en cuenta en estos fenómenos como las inundaciones, es la relación que pueden guardar con el cambio climático. Aunque la incertidumbre es todavía importante, son numerosos los estudios que apuntan cambios notables en el fenómeno de las inundaciones como consecuencia de la influencia del cambio climático, de hecho, en algunas regiones estos efectos son ya evidentes. También existe acuerdo entre la comunidad científica y los gestores en la necesidad de profundizar en el conocimiento del impacto del cambio climático en el riesgo de inundación con el fin de diseñar estrategias de adaptación adecuadas.

La Directiva de Inundaciones reconoce el cambio climático como uno de los factores que están contribuyendo a aumentar la probabilidad de ocurrencia las inundaciones, así como su impacto negativo, y exige que esta influencia se tenga en consideración tanto en la realización de la Evaluación Preliminar del Riesgo de Inundación (EPRI) para la identificación de las zonas de mayor riesgo de la cuenca como en la elaboración de los Planes de Gestión del Riesgo de Inundación (PGRIs) y sus revisiones, que se llevarán a cabo antes de finales de 2019 y de 2021, respectivamente.

Finalmente, quiero animar a la Administración en general a que mejoren todos los aspectos operativos y sociológicos de la post-inundación, como estoy seguro que se hará en esta desgraciada ocasión. Es decir, hay que prever lo que puede ocurrir y tener los mecanismos para recuperarnos lo antes posible, incluyendo la atención a las personas damnificadas de una u otra manera. En los pueblos o barrios donde las inundaciones se producen con frecuencia se suele vivir una verdadera y comprensible psicosis, que estalla cada vez que el río les afecta. Restañar esas heridas psicológicas y sociológicas también debe ser una labor pública.El autor es especialista en Medio Ambiente