pamplona - La crisis económica que comenzó en 2008 hundió a diversos sectores y, ante la dificultad de sacarlos a flote a corto plazo, el Gobierno central trató de promocionar modelos de negocio emergentes, como el de los drones. A partir de 2014 fue el Ministerio de Fomento, a través de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), el organismo público encargado de regular su uso y habilitar los permisos a las empresas e instituciones que pueden emplear estas aeronaves pilotadas por control remoto. Desde ese año, han sido más de mil las operadoras que han sido acreditadas para volar drones de manera profesional en todo el Estado, 43 de ellas en Navarra: dos en 2014, ocho en 2015, seis en 2016, cuatro en 2017, 16 en 2018 y siete en lo que va de 2019. Es decir, el 53% de los permisos concedidos en cinco años, 23 de 43, se concentran en los últimos 20 meses.

No es necesario tener un permiso para volar un dron por ocio, pero sí para trabajar con él o para cualquier tipo de actividad con fines comerciales; por eso, deben estar habilitadas tanto las empresas como los profesionales a título particular, que desde que existe la legislación pueden formarse en el Real Aeroclub de Navarra (aeropuerto de Noáin). Las entidades y personas interesadas pertenecen a las distintas vertientes del sector audiovisual, fotografía y vídeo, principalmente, pero también a otros como la arquitectura o la seguridad. Con el repunte de permisos profesionales de los últimos dos años en Navarra, el dron ha cogido algo de empuje, pero la distancia entre el potencial que los expertos le auguraban y todavía le auguran con la actual influencia parece todavía algo incierta.

‘DRONESCUELA’ PROFESIONAL Precisamente hace dos años, los hermanos Miguel Ángel y Eduardo Arizcuren plantearon una alternativa a la formación en el Aeroclub de Noáin y comenzaron a ofertar cursos avanzados de dron en la autoescuela familiar Arizcuren, en la que trabajan. El ingeniero y el informático, respectivamente, vieron un nicho de mercado y se marcharon a Madrid para formarse como instructores y examinadores acreditados por AESA en la escuela de aviación Cinetic Training Centre. Ahora, la dronescuela Arizcuren es una delegación del citado centro madrileño de formación aérea, y ellos son los encargados de impartir la materia y calificar al alumnado, que al terminar el curso obtiene el título oficial de piloto de dron.

Para ello, las personas candidatas deben pagar 960€ (con descuentos para alumnos de la autoescuela Arizcuren y para grupos) y dedicar 70 horas a su formación: 60 teóricas, repartidas en 54 on line y seis clases presenciales; cinco horas teórico-prácticas en la autoescuela Arizcuren; y otras cinco horas prácticas en un campo de vuelo del que la escuela de drones dispone en Muruzabal. La obtención del título se evalúa a través de un examen teórico tipo test y otro práctico. La materia que entra en la primera de las pruebas se divide en once temas sobre, por ejemplo, reglamentación, meteorología, interpretación de mapas o jerga aeronáutica.

Según los dos hermanos, su oferta está basada en “tres pilares fundamentales”: en primer lugar, “no es necesario esperar a la formación de grupos, sino que se empieza cuando uno quiera”; segundo, todo el curso se lleva a cabo sin salir de Pamplona y Muruzabal; y tercero, las cinco horas de práctica son “individualizadas y personalizadas”, aseguraron.

Miguel Ángel y Eduardo Arizcuren confían en que el empleo de drones prolifere en los próximos años, aunque son conscientes de que el sector por ahora no tiene el suficiente recorrido como para que sea sencillo obtener permisos de vuelo profesional que rentabilicen la inversión formativa, “sobre todo por la estricta normativa actual”, indican. En todo caso, advierten de que “el dron no es un juguete” y de que “aunque no es estríctamente necesario tener un permiso para pilotar de manera recreativa, esto no exime de responsabilidad en caso de que no se conozca la normativa, y conviene tener un seguro de responsabilidad civil”. “Es muy difícil que pase algo si se hacen las cosas bien; pero, si pasa, puede ser muy grave”, alertó Eduardo Arizcuren.

Con vistas a formar a pilotos aficionados, los hermanos Arizcuren esperan cubrir para el próximo año “la demanda a nivel recreativo sin atender todavía”, apuntaron, coincidiendo con la nueva normativa europea, anunciada para 2020. Desde la autoescuela desean que esta nueva legislación abra las puertas a que el dron prolifere con “usos tan amplios como los que alcanza la imaginación”.

AFICIÓN FÁCIL, PERO RESTINGIDA Las limitaciones legales, no obstante, no impiden que volar un dron a nivel aficionado sea “muy fácil y seguro”, afirmó Andrés Ábrego Arlegui, profesor del departamento de Ingeniería de la UPNA que imparte clases de Mecanización Agraria y Agricultura de Precisión con Drones. El docente coincidió en que “hay demanda de trabajos con drones, pero AESA no facilita la tramitación de permisos de vuelo”.

Ábrego indicó que el dron tiene un “gran potencial”, además de para los sectores mencionados, para la inspección industrial o la agricultura de precisión, donde ya se está empleando. Por el contrario, cree que hay áreas como la fumigación, en la que podría ser de gran utilidad, pero todavía es prácticamente ilegal.

Para las diferentes labores para las que se puede emplear esta herramienta, el ingeniero explicó que hay dos tipos de drones: el multirrotor y el de ala fija. El primero tiene cuatro hélices, una batería más corta y puede detenerse en el aire, por lo que es más útil para la fotografía. El segundo, por su parte, no puede detenerse pero tiene una batería que puede durar más de cinco horas, así que se utiliza para trabajos cartográficos.

Los precios son otro de los factores clave a la hora de frenar la explosión definitiva del empleo del dron que se esperaba hace unos años. El profesor de la UPNA calcula que, mientras un dron “con imagen de alta definición y fácil de manejar se puede conseguir por 400 euros”, los de nivel profesional “no suelen bajar de los 1.400”, precio al que habría que sumar gastos de “unos 900 euros en licencia y asesoría”, estimó.

Es por eso y porque, en sus propias palabras, “es más entretenido y cómodo”. Impartió un curso sobre drones en la UPNA enfocado hacia el ocio, entre el 29 de julio y el 2 de agosto. Se inscribieron 30 personas y, tal y como valoró Ábrego, fue “un éxito, ya que los interesados acudieron todos los días” y, finalmente, se les invitó a pilotar un vuelo.

CONDICIONES DE VUELO A grandes rasgos, las indicaciones que tuvieron que tener en cuenta están reguladas por AESA y son las siguientes: hay que volar en un espacio aéreo no controlado (generalmente, a más de 8 km de distancia de un aeropuerto), fuera de aglomeraciones de personas y edificios, en condiciones meteorológicas que aseguren y permitan divisar el vuelo, a menos de 120 metros del objeto más elevado en un radio de 150 metros, y sin alejar el dron más allá de 500 metros del piloto.

Ábrego observa que los condicionantes legales y de precio han provocado que haya “bastantes casos” en los que la inversión realizada para emprender en el negocio de los drones no haya resultado rentable.