Vitoria - Doctor en Farmacia, ministro de Educación y Ciencia durante la Transición, diputado en el Parlamento Europeo, director general de Unesco durante más de 20 años... El curriculum de Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) podría llenar todavía unas cuantas líneas más, pero al actual presidente de la fundación Cultura de paz se le podría definir de forma sintética como un pensador de conciencia universal y reconocido luchador por la convivencia, la igualdad y la justicia social. Mayor Zaragoza participará esta tarde (19.00 horas) en el Palacio Europa en la apertura de la cuarta edición de la Escuela abierta de la ciudadanía, donde aportará su visión de la actualidad con la charla Ahora, sí, nosotros los pueblos. Antes de llegar a Gasteiz, una ciudad con la que ha mantenido “una relación muy fluida siempre”, ha atendido también la llamada del Grupo Noticias.

‘Ahora sí, nosotros, los pueblos’. ¿Qué le ha empujado a elegir este lema para su conferencia de hoy?

-Lo que promueve la Escuela de la ciudadanía es precisamente la participación y la implicación, ser conscientes de los grandes desafíos que hoy tenemos que afrontar y hacerlo desde una ciudadanía global, que sabe que es irrelevante desde un punto de vista demográfico, pero actúa. España, el País Vasco, Cataluña y la misma Europa lo son, teniendo en cuenta que hay naciones como China o India con una cantidad de ciudadanos extraordinaria. Por tanto, debemos aspirar a tener una relevancia cualitativa, no por el número, sino por lo que hacemos, representamos y significamos. Por ser referentes a escala mundial de solidaridad y respeto de los Derechos Humanos. Se trata de ser actores, no espectadores de lo que pasa.

Visto el panorama internacional, ¿hay motivos para la esperanza?

-En los últimos años han intentado sustituir a las naciones por unos grupos llamados G-7 o G-20, que son oligárquicos, plutocráticos y no representan más que a unos cuantos poderosos países. Están muy armados, pero no tienen ninguna significación desde un punto de vista global, y eso ha hecho que los pueblos y la gente hayan comenzado a tomar las riendas del destino común. Por primera vez hacemos frente a una serie de amenazas irreversibles, y por eso me ha gustado tanto ver a los jóvenes movilizados por el medio ambiente y contra el cambio climático, y también a las mujeres decididas a actuar. Por eso, ahora sí, es la hora de los pueblos. Así es como comienza la carta de las Naciones Unidas. En aquel momento, en 1945, era prematura, porque los pueblos existían, pero bajo un poder absoluto y masculino y que además se guiaba siempre por la fuerza. No hay que olvidar aquel Si quieres la paz, prepara la guerra que se ha vivido durante muchísimos años. Incluso durante la Transición española, el porcentaje de ciudadanos que sabía lo que sucedía era muy escaso. Un gran porcentaje de la población nacía, vivía y moría en unos kilómetros cuadrados, y era gente callada, sumisa... Ahora, gracias en buena medida a la tecnología digital, ya puede expresarse.

En cualquier caso, se presenta una batalla muy desigual.

-Sí. Tenemos las herramientas, pero sí es verdad que tenemos que superar un enorme poder mediático. Una buena parte de los medios de comunicación son la voz de su amo, dependen incluso de una sola persona o una única corporación, y esto ha hecho que se haya creado mucho espectador y muy poco actor, que la gente piense que no pinta nada. Pero ahora por fin sabemos lo que pasa y podemos expresarnos. Tanto a través de la Red como en la calle, como lo que sucedió con Trump y su G-7.

En este contexto se están dando también pasos hacia atrás, como el auge de gobiernos cada vez más autoritarios. ¿Le preocupa?

-Siempre digo que tendríamos que aprender la historia para que no se repitiera todo lo que no debe repetirse, pero no lo aprendemos. El primer intento de crear una Sociedad de Naciones hace ahora 100 años fue superado por los acontecimientos y ya sabemos la que se armó después con el nacimiento de los supremacismos. Al final de la Segunda Guerra Mundial se creó un gran diseño multilateral de Naciones Unidas, y de nuevo el Partido Republicano de Estados Unidos volvió a apartar este sistema en los años 80 y creó el G-6. Todo esto es lo que en estos momentos tenemos que replantearnos para hacer frente a todos los fenómenos potencialmente irreversibles que nos amenazan.

Por fortuna, parece que uno de los más importantes, esa emergencia climática, ha entrado por fin en la agenda de las instituciones.

-Sí, pero no ha habido nadie que se haya atrevido a decirle al señor Trump que no es tolerable que no haya suscrito lo que su antecesor -Barack Obama- sí firmó. No nos engañemos: la Unesco viene alertando sobre el cambio climático desde los años 50. Pero los grandes consorcios económicos, energéticos, financieros y mediáticos lo dejaron aparte después, llegando a decir que todo eso no era verdad y pagando grandes cantidades a pseudocientíficos. Sí es verdad que ahora se está promoviendo la conciencia contra el cambio climático, pero creo que Europa tendría que decirle a Trump las cosas claras. Todo esto se tiene que acabar y debemos restablecer un sistema multilateral y unas Naciones Unidas fuertes pensando en las generaciones venideras. El tiempo se ha acabado y debemos tener una voz muy firme, aunque nunca violenta, para poner las cosas en su sitio.

En España, con tanta repetición electoral, quienes no están dando la talla están siendo los políticos. ¿Cómo está viendo la situación?

-Es verdad que se podían haber evitado unas nuevas elecciones, pero tenemos que ser coherentes. Antes era sólo mayor de apellido. Ahora soy además bastante viejo (ríe). Y por mi edad, en cuanto veo unas urnas, estoy contento. Porque hemos estado muchos años, muchos, sin poder ir a una urna. Entre la urna y la no urna, siempre preferiré una urna.

Pero es comprensible que la gente se canse.

-Sí, y tienen razón. Pero se cansan quienes han podido votar siempre. Si hubieran estado con 40 años de abstención, ya cambiarían de idea.