Indonesia conmemoró ayer el 15 aniversario del tsunami que mató a unas 227.000 personas en 14 países bañados por el océano Índico en medio de los esfuerzos para mejorar su deteriorado sistema de alarma temprana. Grupos de ciudadanos indonesios acudieron a rezar a las fosas comunes donde hay enterradas decenas de miles de personas en la provincia de Aceh, la zona cero de la tragedia y donde el tsunami, provocado por un seísmo de magnitud 9,3, mató alrededor de 167.000 personas.

La vida transcurre con normalidad en este paraje tropical en el norte de la isla de Sumatra, donde muchos supervivientes reconstruyeron sus viviendas en el mismo lugar en el que fueron arrasadas por olas de hasta treinta metros de alto. Tras el desastre, los países del Índico, incluidos Tailandia, Sri Lanka, India, Yemen y Tanzania, entre otros, crearon un sistema de alerta temprana, lo que ha aumentado su capacidad de reacción, aunque el mantenimiento ha sido deficiente en el archipiélago indonesio.

En 2008, Indonesia inauguró un caro sistema de alerta con 22 boyas, que dejaron de funcionar cuatro años más tarde debido al vandalismo y el mal mantenimiento. Actualmente, el archipiélago cuenta con sismógrafos para detectar terremotos y tsunamis, aunque su eficiencia es menor que las boyas. Las deficiencias del sistema quedaron patentes en septiembre del año pasado, durante un terremoto y tsunami en la isla de Célebes, donde murieron 4.300 personas. Como solución, la Agencia de Evaluación y Aplicación de la Tecnología (BPPT), que se encarga de la instalación de las boyas y mareógrafos, comenzó a instalar este año las primeras cuatro boyas de una nueva red que contará con 12 dispositivos operativos para 2021. Las autoridades también instalarán dos cables sumergidos de fibra óptica para la transmisión en tiempo real de las mediciones de los sensores.

Cada boya cuesta más de 5.000 millones de rupias (unos 355.000 dólares o 320.000 euros), incluido el mantenimiento, mientras que los 1.000 km de fibra óptica planeados pueden llegar a tener un valor de más de un billón de rupias (65 millones de euros). "¿Por qué más boyas ahora? Es un montón de dinero para nada", denunció el geofísico del Instituto Indonesio de Ciencias (LIPI) Danny Hilman Natawidjaja, en conversación telefónica. El experto consideró que hay otras alternativas menos caras como los dispositivos de medición del nivel del mar (IDSL, en inglés), desarrollados por el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea.

Además, algunos residentes de Aceh siguen sintiéndose inseguros ante la escasez de programas de concienciación y simulacros realizados por las autoridades en uno de lugares más propensos del mundo a sufrir seísmos, tsunamis y erupciones volcánicas. "Las comunidades, especialmente en las zonas urbanas, deberían haber recibido formación para afrontar desastres naturales, no solo la gente de la costa", dice Fitri, una residente de Banda Aceh, la capital de la provincia.

El recuerdo de la devastadora ola que arrasó aldeas enteras sigue vivo en Indonesia, donde aún se puede visitar algunos barcos que fueron arrastrados hasta cuatro kilómetros tierra adentro que han sido convertidos en museos.