PAMPLONa - Estudió una década en el colegio Maristas de Pamplona, entre 1963 y 1973, y recuerda haber comenzado a sufrir lo que define como "vejaciones y acoso sexual" por parte del "pederasta de los más pequeños", el hermano Braulio, ya desde que ingresó a los 4 años. La frecuencia de actos vejatorios y de maltrato psicológico, aunque fácilmente sofocados por el temor de aquella época a alzar la voz contra la iglesia, "me hicieron convencerme de que el estandarte moral del colegio no era sino una cloaca".

Oscar entiende que es el momento coherente para dar su testimonio: "Toda la vida he estado buscando algún cauce para poder denunciar aquellas aberraciones pero no quería ir yo solo contra el mundo. Entiendo que los testimonios que han ofrecido otros denunciantes, y la asociación que se ha creado, son el vehículo para sacar esto a la luz". Este exalumno de Maristas, de formación científica, trabajador en activo y de 60 años de edad, recuerda que coincidió su entrada en el colegio con Braulio.

"Desde muy niño, te podría decir que desde los cuatro años, he llegado a evocar vejaciones que sufríamos, unas en mi persona y otras como testigo. He realizado ejercicios específicos para mejorar la memoria que me han ayudado a recuperar lo que viví desde muy pequeño. Recuerdo incluso nuestra clase de párvulos, de un tamaño enorme, 60 o 70 niños juntos asistidos por dos maestros al mismo tiempo, Braulio y un seglar (mucho más respetuoso que Braulio aunque de tendencia pedófila también y sobre todo encubridor de Braulio). Aquel famoso Braulio era además del pedófilo de los más pequeños, sádicamente creativo, por ejemplo podía crear el ambiente de escarnio perfecto desnudándote en el baño y hacer desfilar a media clase para invitarles a reírse de ti. Pero esto no acabó ni mucho menos ahí, al menos 4 o 5 maristas de la congregación de entonces eran pedófilos. Solo por dar algún detalle, unos te pedían que reclinases la cabeza sobre sus piernas? ¿consuelo divino?, otros te empujaban con sus genitales por detrás o en tu codo mientras escribías. Hubo incluso confesores (imagino que externos) que iniciaban sus tocamientos desde el propio confesionario".

"En otras ocasiones -sigue- preparaban como pases especiales de cine, en petit comité, que parecían sesiones para parejas: por cada niño, había un cura, bien repartidos por diferentes filas. Allí te llevaban con el único fin de meterte mano. Se fijaban en ciertos alumnos y a partir de ahí vivías una persecución, cualquier situación en la que te pudieses quedar a solas con uno de estos depredadores era más que peligrosa, les daba igual la iglesia que un váter...".

abuso de poder y perversión "Todo aquel ambiente de abuso de poder, dominación sádica y perversión sexual me forjó un carácter indómito y rebelde que me llevó a iniciar una guerra personal contra todos aquellos curas cuando apenas tenía 11 o 12 años. Al mismo tiempo que ya desistían de conseguir reciprocidad sexual conmigo, tomé consciencia de que había compañeros que estaban en situaciones peores que la mía, cuando me fijé que en sus caras había verdadero terror y sumisión cuando iban de la mano de aquellos tarados, ellos me ayudaron a entender en qué terreno me movía. Experimenté a esa edad tal odio que comencé a escribirles barbaridades en los exámenes de religión y aun así me regalaban el 5".

Oscar afirma que nunca ha ocultado aquellos sucesos ni su dolor personal, desde muy pequeño intentó desvelarlo ante sus padres, aunque no le sirvió de nada salvo para sentirse más desprotegido todavía, además de otras secuelas. Lo ha comentado numerosas veces con familiares y amistades como ejercicio de liberación y de denuncia sin complejos. Pone también en solfa la distorsión moral creada por la falsa espiritualidad, la infamia y cobardía de romper la inocencia y el equilibrio de los niños. "Y ellos lo hicieron, la perversión en aquel colegio fue tan evidente que resulta absurdo intentar creer que toda su jerarquía fuese ignorante de lo que pasaba. No nos engañan, está probado que hacen lo que pueden por taparlo. Por eso hoy, 50 años después, no aceptaría las disculpas de nadie que no hubiese tenido nada que ver con los hechos. No pretendo acusar a la Iglesia como institución, sino a los culpables directos o indirectos, a todos que fueron y siguen siendo cómplices, cargos jerárquicos y no jerárquicos de toda la Iglesia católica que siguen protegiendo a pederastas con su mentiroso silencio hasta hoy, a aquellos que sin conciencia ni valor moral siguen interesados en ocultar la verdad. Hipócritas y pervertidos". - E.C.