las ilusiones que atesoraban Neel Vargas Eufracio y su novia Yecenia Maricela Carvajal Calli se resquebrajaron súbitamente el pasado lunes, cuando un coche fuera de control les arrolló y dejó en suspenso todos sus planes: la pareja ya había pagado la señal para instalarse juntos en un piso de alquiler de Pamplona, habían planificado casarse el año que viene en Sevilla tras comprometerse el pasado verano, ella estaba preparándose para opositar, querían ser padres... Proyectos rotos, como las familias de los dos jóvenes, que han viajado a Pamplona estos días desde Sevilla, Suecia y Londres para seguir su evolución médica lo más cerca posible.

Trabajadores, responsables, esforzados, hechos a sí mismos... como dos gotas de agua. La historia de la pareja se inició hace unos siete años, cuando se conocieron estudiando en Sevilla, donde ambos residían junto con sus familias, procedentes de Perú y Bolivia, respectivamente. Neel Vargas, huérfano de padre e hijo único, cursó un Grado de Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Salamanca, mientras que Yecenia Maricela Carvajal, la tercera de cuatro hermanas, estudió en la capital andaluza un Grado Superior de Administración y Finanzas y otro Grado de Gestión y Administración Pública. “Trabajaban para pagarse los estudios. Ella de camarera, cuidando niños, ancianos... Son dos chicos responsables y trabajadores, no salen de fiesta...”, destacan los familiares de los dos jóvenes.

INGENIERO EN PAMPLONA Desde hace unos tres años, Neel reside y trabaja en Pamplona, en la empresa RDT Ingenieros, mientras que Yecenia, pasó una temporada en Londres, aunque había viajado a la capital navarra en numerosas ocasiones para estar con su novio. Ambos ya habían adoptado la decisión de vivir juntos y la joven se trasladó a Pamplona a finales de enero para emprender la convivencia en pareja. “Hoy hemos tenido que ir al piso que habían alquilado para recoger una maleta. Es muy duro”, señaló ayer Sara Carvajal, cuya hermana iba a prepararse para opositar próximamente.

La lista de espera para contraer matrimonio en la basílica de la Macarena, en Sevillla, no había impedido a la pareja programar para dentro de un año su enlace. “Estaban muy ilusionados, también querían tener un hijo, y ahora los dos están tumbados en una cama sin poder moverse”, lamentaron con desconsuelo sus familias.