La exposición a dioxinas y furanos en el entorno del vertedero de Zaldibar, debido a los incendios en la escombrera siniestrada el pasado 6 de febrero, "ha aumentado el riesgo de los vecinos de esa zona a sufrir ciertas alteraciones en la salud a largo plazo".

Así lo ha explicado a Efe el profesor del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona y miembro de la comisión científica de la UE para los Nuevos Riesgos para la salud, Eduardo Rodríguez-Farré, quién ha destacado que ese riesgo puede haber sido mayor en el caso de quienes han trabajado sobre el terreno en las labores de estabilización de las tierras del alud y en la búsqueda de los dos trabajadores del vertedero que aún están desaparecidos.

Quienes durante horas y en días consecutivos han trabajado en ese área, "son los que, evidentemente, más han estado expuestos" a esas sustancias tóxicas.

"No es cuestión de alarmar" porque "todos llevamos dioxinas en el organismo", dado que se liberan constantemente por procesos industriales, por la incineración de residuos urbanos y de otras combustiones, ha aclarado.

Pero la contaminación generada por los incendios en la escombrera tras su derrumbe provocó una situación de alarma sanitaria por haberse detectado valores tóxicos hasta 50 veces por encima de lo normal durante unos días, ha recordado. Si bien tras extinguir los incendios esos valores se redujeron a niveles normales, los compuestos tóxicos ya se han depositado en el medio ambiente de la zona y se irán acumulando, con el tiempo, en la cadena alimentaria.

Según ha expuesto el investigador, las dioxinas y los furanos pertenecen a un conjunto de sustancias catalogadas como contaminantes orgánicos persistentes que, tras la combustión, se expanden por el aire y llegan a los ciudadanos por vía respiratoria o bien tras haberse depositado en el medio ambiente, donde perduran.

La presencia de esos agentes contaminantes en los alimentos es la forma más habitual de entrada en el ser humano y se acumulan en el organismo durante "muchísimos años" por lo que,"a la larga, pueden producir alteraciones" en la salud, ha indicado el investigador.

En cualquier caso, "no es cierto" que respirar "unos días dioxinas y furanos no tenga trascendencia", ha sentenciado tajante.

Esos compuestos tóxicos se van acumulando en la grasa del cuerpo y así, "de lo que hoy he respirado, pasados 10 años quedará la mitad".

La OMS no establece un nivel mínimo para esas sustancias tóxicas ya que, salvo en situaciones extremas con concentraciones muy elevadas en el aire que podrían causar problemas respiratorios o cutáneos, esta organización advierte de que los efectos de las dioxinas en la salud se producen por su acumulación en el tejido adiposo.

Tras los incendios espontáneos en las tierras derrumbadas del vertedero de Zaldibar, "no se han registrado cuatros agudos o graves" por problemas respiratorios ya que, para que eso ocurriera, los niveles de emisiones deberían haber sido mucho más altos.

Sin embargo, "la toxicidad de las dioxinas, incluso en pequeñas cantidades, aparece después de unos años" ha avisado, al tiempo que ha descrito que esas sustancias "siguen ahí, se depositan sobre la tierra" y "estarán por décadas" en esos "montes, en el pasto de los animales, el suelo y las huertas" del entorno de Zaldibar, "porque no se degradan", ya que son contaminantes orgánicos persistentes.

Así, quienes viven en esa zona no padecerán enfermedades súbitas y graves por ese tipo de tóxicos, pero van a tener "un riesgo mayor" de sufrir, sobre todo, alteraciones hormonales, después de unos años.

Eduardo Rodríguez-Farré ha detallado que una vez en el cuerpo, las dioxinas "actúan como disruptores hormonales" ya que "alteran toda regulación fisiológica de las hormonas, en mayor o menor intensidad".

Cantidades muy pequeñas de esa sustancias pueden producir esas alteraciones hormonales con el tiempo y causar patologías, como problemas de tiroides, de insulina y de las hormonas sexuales, ha concluido.