os hemos sentido tratados como apestadas por las autoridades maltesas", quizás sea ésta la frase más repetida por la profesora Susana Gómez, que junto a una alumna de 13 años de edad de su instituto, el IES Bardenas Reales, lleva viviendo un calvario desde el pasado domingo cuando, al subir al avión, la joven dio una temperatura de 37,5 grados. Si se cumplen la promesa de las autoridades y de la embajada española, mañana a las 11.00 horas tomarán un avión de vuelta, pero ella no lanza las campanas al vuelo. "Ando con pies de plomo. Aquí en Malta he decidido vivir el minuto a minuto porque hemos vivido una experiencia cambiante de un minuto a otro sin ninguna lógica. Hasta que no estemos en el avión no me creeré nada".

Pese a haberlo contado un sin fin de veces a periodistas y familiares, la narración despide la desesperación, angustia y nerviosismo de no saber qué estaba pasando y el enfado de cómo les estaban tratando.

Tras llegar a Malta el día 9 de marzo, se disponían a volver a España el domingo 15, después de un retraso de dos días en el vuelo. Según relata, antes de subir al avión, en la sala de embarque, "nos tomaron la temperatura y era normal. Pero la niña, que ya había dicho que tenía mucho calor, sudaba como cuando estás a punto de marearte y así fue. Nos metimos al autobús que te lleva hasta el avión. Un montón de gente (cinco institutos que volvíamos) y hacía un calor espantoso, la niña no pudo más y se desmayó. Fue caer al suelo y enseguida se despertó y abrió los ojos. Le dimos agua y pasamos al avión", recuerda. Sin embargo, antes de llegar a la puerta nos dijeron que nos esperaban un rato, y una enfermera le volvió a tomar la temperatura y dio 37,5. Le dije que era del calor y del desmayo y que se la volvieran a tomar. Fue bajando pero el avión se tenía que ir y nos tuvimos que quedar, el resto regresaron a España".

A partir de entonces comenzó el calvario. Rápidamente les pasaron a una pequeña habitación que era la consulta donde había otra profesora con dos alumnos que habían dado 38 grados. Desde ese momento comenzó la sensación de que eran "apestados". "En el aeropuerto no nos dieron ningún buen trato. Excepto las enfermeras, que por lo menos eran educadas. Pero hubo algún trabajadores del aeropuerto y policía del aeropuerto que cuando íbamos al baño nos decían a gritos que no podíamos estar ahí, que teníamos que estar encerrados en el habitáculo". Allí les hicieron las pruebas con el test del coronavirus. "Hubo un momento crítico cuando a la niña le dijeron que nos teníamos que quedar en cuarentena. Es lógico", añade.

Con rabia recuerda como "eran las 6 de la tarde y nos dijeron que nos darían los resultados a las 3 de la mañana". Ante esa perspectiva Susana protestó diciendo que "no eran condiciones para pasar tantas horas, que si nos podían acondicionar alguna sala o alguna habitación y nos dijeron que sí". Pero ante su sorpresa les llevaron a una sala de 10 metros cuadrados que emplean para los pasajeros que quieren rezar, "estaba llena de libros del Corán, alfombras y sillas. Allí estuvimos 27 horas, en el suelo tumbados: cinco personas, las dos profesoras y los tres alumnos".

Las 3 de la mañana en que les habían prometido los resultados pasaron y llegaron las 10 de la mañana sin saber los resultados de los test. "Llame a la embajada para que presionaran y a hacia las 2 ó las 3 del mediodía nos dijeron que todos habíamos dado negativo excepto uno de los alumnos catalanes. ¡Nos habían tenido confinados con una persona positiva durante más de 24 horas!".

A partir de ese momento les sacaron en una ambulancia a toda velocidad y con las sirenas puestas ("como si fuéramos tuberculosos") por las calles de La Valeta hasta una especie de albergue de verano sin ropa, sábanas ni nada. Fue la embajada quien les facilitó algo de ropa, comida y lo necesario. "Fue un desastre, ¡desde la embajada nos dijeron que el aeropuerto no sabía quién nos había traído!. Entiendo que la embajada tiene que seguir el protocolo y tomarse sus tiempos, pero los afectados queremos verlo todo de forma instantánea, casi inmediata. Queremos agradecer el trato humano que tuvo con nosotros la trabajadora de la embajada Inés Olmo".

Ayer, tras dormir, una ducha caliente y con el ánimo más sereno se sintieron algo más tranquilas. Ahora salen al jardín, hablan y toman el aire "lo que más fuerza nos está dando son todas las llamadas y muestras de cariño de las familias, alumnos y amigos. Eso si nos reconforta. Aquí hemos visto quien realmente se ha interesado por nosotros. Ha sido un grupo de chicos y chicas estupendo".