uando le dieron el diagnóstico, Delia Elia Beltza sintió que era "una persona muy pequeña en un mundo muy grande". Una sensación de frialdad que se ha visto acrecentada por la pandemia del coronavirus, que, de un modo u otro, nos está azotando a todos. Y es que el confinamiento y la distancia social le ha privado de muchos abrazos de ánimo y de muchas caricias reparadoras en este trance que le ha tocado vivir: "Yo soy muy visceral y echo mucho de menos abrazar y estar con la gente. Cuando estos días te juntas con alguien y preguntas qué tal, yo les digo bien, pero estoy con un cáncer de mama. Te miran como diciendo te abrazaría, pero no podemos. Es muy frío, y para mi es lo más complicado".

Esta vecina de Saigots, en Esteribar, recibió la noticia de que tenía un tumor en la mama derecha prácticamente como "regalo de su 45 cumpleaños", relata sin perder la sonrisa, que se escucha desde el otro lado del teléfono. "Desde el mes de octubre igual me notaba algo. Me tocó ir a una revisión ginecológica a Andraize, súper bien la verdad, y entonces me lo palparon y me hicieron una ecografía. Me dijeron que había que hacer una mamografía y me mandaron al Complejo Hospitalario de Navarra". Tras una biopsia, "en un mes me dieron todos los resultados". Cuando llegó a la consulta, la doctora "me informó de que el mío, dentro de todo lo malo, lo peor era la palabra tumor, pero luego habría que hacer todas las pruebas. Me hicieron un escáner, la víspera de operar tuve que ir a colocarme el arpón -al antiguo Hospital Virgen del Camino-, ingresé el mismo día de la intervención -esta vez ya en el Hospital de Navarra- y Medicina Nuclear. Te pintan con el rotulador y a operar", relata. Le practicaron la cirugía el pasado 5 de marzo. Ese mismo día teníamos conocimiento del tercer caso registrado de persona contagiada de coronavirus en la Comunidad Foral y, como recuerda Delia, "la gente empezaba a hablar del tema".

Reconoce que durante este proceso ha sentido "mucho miedo" y recalca que cuando empezó "ibas a los sitios y había gente. Estamos acostumbrados a ver los pasillos del hospital con batas, con mucho movimiento, y, de repente, cuando fui luego a la revisión ya era todo lo contrario. Pasas por el hospital o por las cercanías y está todo vacío. Es como más triste". En este sentido, apunta que a la primera consulta con el cirujano fue a los ocho días, pero luego tenía otra a los quince días y ya fue telefónica, ya que intentan hacer así todas las consultas que pueden. Delia valora especialmente el trabajo de los profesionales sanitarios en esta pandemia y el esfuerzo que realizan para evitar posibles contagios por COVID-19, pero echa en falta la calidez humana que las medidas para frenar el coronavirus nos están robando. "Encima de que tienes miedo y mucha incertidumbre, me doy cuenta de que cuando llegas no das la tarjeta, tienes que quedarte atrás", si bien recalca que "todo el mundo es súper agradable, pero se hace más frío". Además, comenta que en algunos momentos, entre la distancia y las mascarillas, resulta más complicado entenderse.

Respecto a las medidas de distanciamiento, lavado de manos, uso de mascarillas€ para evitar contagiarse del nuevo coronavirus, confiesa que "te obsesionas", porque "al final estoy en un pueblo pequeño -en el que no ha habido casos-, que no te juntas con nadie y, de repente, tienes que bajar al hospital. Yo cuando vengo de Pamplona lavo toda la ropa, dejo el calzado en la calle con agua y alcohol y tengo cuidado con las mascarillas, los guantes, el volante del coche€ Todo".

Agradece la labor de los comercios del Valle y de la farmacia, que siguen abiertos y les llevan la compra a casa, y recuerda que ella cerró temporalmente su peluquería en Zubiri justo dos semanas antes de decretarse el estado de alarma. Pide que se hagan test a las personas antes de que comiencen a trabajar para detectar casos positivos de COVID-19 y destaca que en todo este proceso que le ha tocado vivir, de afrontar un cáncer en tiempos de coronavirus, la Asociación Navarra de Cáncer de Mama le ha proporcionado "muchísima tranquilidad". La cirujana me recomendó ir porque, "por el tipo de operación que me iban hacer, había unos sujetadores quirúrgicos que los daba Saray". La relación con Saray se cimentó con el cojín con forma de corazón que le entregaron en el hospital y del que no se separó "en una semana", porque era "súper agradable" y le suponía una gran ayuda, y se consolidó después a través de las conversaciones con la psicóloga Yaki Hernández.

Como concluye Delia, que en unos días comenzará su tratamiento de radioterapia y que se muestra muy agradecida con la sanidad navarra y con la enorme implicación de sus profesionales, "nos parecía que teníamos todo controlado. Quiero un no sé qué, pues voy; mi hijo no va bien en clase, pues lo apuntamos a particulares€ Y, de repente, aparece la palabra esperar, que no la teníamos en nuestro vocabulario. Y hemos pasado de esperar yo sola, a que ahora está todo parado". Una situación en la que esta mujer nerviosa e inquieta ha aprendido de lo que hacen sus padres y abuelos, que "eran más de disfrutar de una tarde en casa, mientras nosotros esperábamos a irnos de vacaciones, porque quizás se nos había olvidado el momento". Y, cuando todo esto pase, volveremos a levantar ese freno de mano, volveremos a abrazarnos, volveremos a tocarnos.