La hostelería ha comenzado a sangrar a causa de la pandemia del coronavirus. Es el caso de Donostia-San Sebastián. Tras el permiso gubernamental para empezar a funcionar de nuevo, aunque solo en las terrazas exteriores, se ha visto que algunas persianas han permanecido bajadas y algunas seguirán así por el momento, a pesar de que también pueden trabajar en el interior.

Algunos locales hosteleros ya han comunicado a su entorno más cercano que no volverán a acoger a la clientela. Por ejemplo, el bar El Cohete, de la calle Miguel Imaz; el bar y restaurante Aitzgorri, de la calle Usandizaga; el Irrintz, de la calle Pescadería; o El Bulli, de Aiete, son algunos de los negocios que han sucumbido a la pandemia del coronavirus. También quedarán sin uso por el momento algunos modernos establecimientos, abiertos con ilusión hace no mucho tiempo, como la cervecería y cafetería Sakona, del paseo Ramón María Lilí, el bar de zumos naturales La Pepa, del paseo de la Zurriola, o Beach Coffee, del paseo de Colón. Pero estos nombres no son los únicos que se borrarán del mapa. En los próximos meses la sangría de cierres, que por ahora parece cebarse especialmente con el barrio de Gros, irá engordando, según conocedores del sector, que advierten de que algunos hosteleros en edad cercana a la jubilación pueden precipitar el cierre de sus establecimientos ya que no les compensa llevar a cabo un fuerte gasto en estos momentos. Los ocho locales citados podrían ser solo la punta del iceberg.

Pero también hay locales de hostelería que han utilizado el parón obligado por la pandemia para llevar a cabo las obras que ya tenían previstas con anterioridad. No es que el confinamiento les haya animado a ello, pero algunos las ejecutan con mayor tranquilidad, ya que la pérdida de actividad es una realidad. Este es el caso, por ejemplo, del restaurante Zelai Txiki, de la falda de Ulia, que había terminado de derribar la cocina y el interior del viejo caserón cuando llegó el coronavirus como un jarro de agua fría sobre los proyectos ya iniciados. "¿Qué podíamos hacer?", se pregunta Juan Carlos Caro, cocinero y responsable del negocio, junto a su mujer, la jefa de sala, Eva Hernández. "Pues tirar para adelante porque no nos quedaba más remedio que terminar la obra y en ello estamos", explica Caro, que lleva una veintena de años con el restaurante que muchos conocen porque tiene el esqueleto de una trainera adosado al muro de la travesía de Rodil. El Zelai Txiki fue uno de los populares merenderos de Ulia para ser después asador y, finalmente, restaurante, desde hace dos décadas. Los planes de los propietarios del negocio, con una decena de empleados actualmente en ERTE, contemplaban más novedades, que han quedado descartadas por el momento hasta la llegada de tiempos mejores.

Otro de los locales hosteleros que está ahora en plena etapa de obras es el Soho de la calle Easo. En este caso, el bar, en manos de Igor Arrasate desde hace tres años, ha reanudado una remodelación a la que no solo ha atacado la pandemia y su obligado parón sino, también, la obra del Topo, que tiene cerrado este tramo de la calle desde hace 16 meses, con el consiguiente estrago económico. Arrasate se muestra molesto con la situación y la falta de ayudas. Lamenta la bajada de ingresos, que cifra en un 50% por el cierre de la calle por la obra del Topo, y los sucesivos cambios en la fecha de reapertura, que le han obligado a organizar una planificación sin ninguna seguridad. Finalmente, tras un tiempo de cierre, optó por empezar la obra y llegó el COVID-19, por lo que tuvo que pararla. Además, la clausura anterior le impide acceder a ciertas subvenciones. A pesar de la desesperación, trabaja en poner a punto el renovado espacio, en la confianza de que llegue un futuro mejor.

Por otra parte, hay una larga lista de bares y restaurantes que han adecuado sus instalaciones para la nueva realidad que se les presenta. Por ejemplo, el bar restaurante Xarma de la calle Miguel Imaz abrió de nuevo sus puertas el viernes, aunque solo en su zona de bar. El restaurante no funcionará hasta mediados de junio, según el plan de sus propietarios. En este caso, la adecuación del local ha consistido en retirar las banquetas de la barra, que estaban fijadas al suelo, así como en recolocar las mesas del interior con el fin que entre ellas existan dos metros de separación. Y, además, han aprovechado para hacer una gran limpieza general, más difícil de abordar con el local en funcionamiento. Este local ha encargado pantallas de metacrilato para separar las mesas de su terraza, de modo que los clientes se sientan más cómodos y quede garantizada una adecuada distancia.

El Xarma tampoco podrá tener expuestos los pintxos de la barra, por lo que aprovechará la pantalla de plasma que ya tenía para ir mostrando los bocados que se elaborarán en la cocina. "Cambiamos la carta para adecuarnos a la situación, la haremos más dirigida al público donostiarra con más pintxos calientes, que se harán al momento, al igual que los fríos", explica Laida, una de sus trabajadoras, que confía en que la actividad vaya retornando "poquito a poquito".

Otros bares también han aprovechado el obligado parón para limpiar y, en los últimos días, para reordenar su interior de cara a cumplir con las directrices sanitarias del momento actual. Sin embargo, muchos establecimientos pequeños, que nunca han tenido terraza y destacan por estar siempre a rebosar, cruzan los dedos para afrontar una situación incierta. "Van a cerrar muchos más", advierten desde el sector.

En Donostia, el número de bares y restaurantes se acerca a los 1.500, según datos de Fomento de San Sebastián. Dan trabajo a más de 8.000 personas y suponen un 6,5% del PIB. Según los últimos datos dados a conocer este organismo municipal sobre la realidad de 2017, el número de bares aumentó un 2% a lo largo de ese ejercicio, especialmente en los barrios de Egia y Gros, con un 8,8% y un 5,4%, respectivamente. El Centro, incluida la Parte Vieja, contaba con 468 establecimientos de hostelería, seguido de Gros, con 213; Amara Berri, con 139; El Antiguo Ondarreta, con 95; Altza, con 80; y Egia, con 74. También se detectó una reducción de locales hosteleros en algunos barrios. En Aiete, con 22 establecimientos, desaparecieron un 4,3% de sus bares, en Miracruz Bidebieta, un 10%, en Miramon Zorroaga, un 11%, y en Martutene, un 4,5%.

El restaurante Zelai Txiki de la falda de Ulia está ahora en plenas obras de reforma de la cocina, salón y terraza, ya que el virus llegó cuando ya habían derribado todo el interior para abordar una mejora. Sus propietarios, Juan Carlos Caro y Eva Hernández, cocinero y jefa de sala, respectivamente, han tenido que retomar la obra a pesar de la dificultad de la situación. El viejo merendero de Ulia, que después fue asador y ahora restaurante, espera poder iniciar su nueva etapa modernizada en julio.

Egia y Gros. Son los barrios en los que más ha crecido el número de locales hosteleros. Por contra en Aiete, Bidebieta y Martutene se han reducido.

Cadena de cierres. El sector hostelero cree que habrá más negocios que decidan dejar la actividad, tras el mazazo económico del coronavirus.

1.440

El sector de hostelería cuenta con 1.440 establecimientos y 8.326 empleos, el 6,5% del PIB de la ciudad.