olver a ver a un familiar físicamente después de dos meses y medio y no poder abrazarlo se hace difícil, pero la emoción por tenerlo enfrente y no tener que hablar con él a través de una pantalla supera cualquier distancia que haya que mantener por obligación. Así se pudo comprobar ayer en algunas residencias de mayores navarras, que empezaron a acoger las primeras vistas de familiares a residentes después de confeccionar los horarios con antelación.

Solo pueden acoger vivitas las residencias que no tengan casos de covid-19, de manera que centros como la Misericordia de Pamplona, con 7 activos y 19 asintomáticos, y la residencia Landazábal de Burlada todavía no lo tienen permitido. Por otro lado, hay residencias como El Vergel o El Mirador que comenzarán con las visitas más adelante.

Uno de los reencuentros que se produjeron en la residencia Beloso Alto fue el de Alfredo Arzoz Gironés y su hermano Miguel Ángel, que vive en la residencia desde hace tres años. "Ha sido bonito porque tenía ganas de estar con él y verlo físicamente. Hemos hecho videollamadas, pero no es lo mismo; a través de la pantalla ves que de aspecto está muy bien y está muy bien cuidado, pero el no poder darle cariño, abrazarlo o contarle un chiste ha sido complicado", señaló Alfredo, de 73 años, que antes del confinamiento acudía diariamente a la residencia.

A pesar de esto, confesó que se da por satisfecho porque no ha perdido el contacto con su hermano y el centro le ha informado en todo momento de cómo se encontraba, algo que consideró fundamental para afrontar esta primera visita, a la que entró "un poco nervioso" y de la que salió "muy contento". Desde el principio, la residencia, en la que residen 83 personas, puso tablets a disposición de los profesionales para que los residentes pudieran comunicarse con sus seres queridos, lo que ha permitido que hayan realizado unas tres videollamadas por semana, además de las habituales llamadas de teléfono, explicó María Dolores Boillos, directora de la residencia Beloso Alto.

Por su parte, Miguel Ángel, de 77 años, que se ha entretenido estos meses haciendo sudokus y sopas de letras, ya que no le gusta ver la televisión ni escuchar la radio, confesó que en la residencia "lo hemos pasado bien". También recordó su huerta, a la que echa de menos después de haber pasado toda su vida trabajando de hortelano. En la visita de ayer, una de las preguntas que le hizo a su hermano fue la de qué tal están sus nietos, de ocho y diez años, para luego decirle que les diera recuerdos.

Entre las medidas de actuación reflejadas en el protocolo que deben seguir las residencias se encuentran la de concertar la visita con cita previa, habilitar espacios específicos dentro de los centros para el encuentro y limitar la duración de los mismos, que pueden tener una duración de 30 minutos a una hora. Asimismo, solo puede acudir una persona a ver al residente.

En cuanto a las medidas de higiene y de seguridad que hay que tomar, antes de entrar al centro, el familiar tiene que tomarse la temperatura, ponerse la mascarilla y desinfectarse las manos con gel hidroalcohólico. También el calzado o, en su caso, ponerse calzas, como el la residencia Beloso Alto, donde también hay que llevar gorro y bata. Asimismo, se debe mantener la distancia de seguridad con el residente, que también tiene que llevar mascarilla. En el caso de las residencias Amavir, donde las visitas empiezan hoy, los familiares estarán separados por una mampara de metacrilato.

Unas medidas de higiene y de seguridad que hicieron que los reencuentros fueran algo "atípicos. De vernos todas la semanas por videollamada o llamarnos, el primer día impresiona, y el no poder tener un contacto físico y tener que verte desde la distancia también emociona", confesó Raquel Inés Hernández mientras charlaba con su padre Juan Inés Rueda, de 93 años, en la residencia Beloso Alto.

En cuanto a cómo han vivido estos meses separados, Raquel reconoció que, a pesar de la incertidumbre porque se trata de una persona de riesgo, la actitud de su padre tranquilizó a la familia. "Creo que lo hemos llevado peor sus hijos que él, y eso que gracias que tiene un buen carácter y a que siempre es alegre nos lo ha puesto muy fácil. Es una persona que comprende y que se conforma con la vida", explicó. En ese sentido, Juan utiliza siempre la frase: "Peor estábamos en la guerra".

"Tengo unos hijos que son una maravilla, y esto hay que vivirlo y aceptarlo como viene", apuntó el hombre, que vive en la residencia desde enero y ha tenido que vivir una doble adaptación. En la cuarentena, destacó, ha estado haciendo ejercicios en el gimnasio.

La secretaria técnica de Lares Navarra, Beatriz Lacabe, destacó "la importancia que el inicio de las visitas van a tener en el estado anímico de las personas residentes", al tiempo que subrayó que Navarra debe contar con un plan de acción que está tardando en llegar de cara a la desescalada. Lares Navarra abrió ayer gran parte de sus centros asociados a las visitas tras la comunicación recibida el pasado viernes desde el Departamento de Derechos Sociales, y señaló que "ha sido un día muy especial, y hemos vivido momentos muy emotivos que esperemos se vayan repitiendo a lo largo de los próximos días y semanas". En ese sentido, lamentó "no poder hacerlo en todas las residencias", pero, apuntó Lacabe, "debemos ser cautelosos y cumplir con las indicaciones que nos facilita Salud Pública".

Cuando recibieron la noticia, varias personas de la residencia San José de Valtierra manifestaron que llevaban "mucho tiempo esperando esta fecha", lo que se notó ayer en el ambiente del centro. "Hemos comenzado la primera visita a las 10.30 horas. Nuestro portero recibe al familiar, le mira la temperatura, desinfecta el calzado, ofrece gel y comprueba que lleva mascarilla", explicó Eduardo Mateo, director del centro.

Una de las familiares que pudo participar en estos primeros encuentros fue Mari Luz García Malo, que comentó lo "difícil que es expresarlo todo con palabras con lo fácil que es hacerlo con un abrazo o beso". Por su parte, Lorena Crespo, trabajadora de la residencia, apuntó que "la pregunta de cuándo nos podemos volver a ver es la más repetida, y nosotros solo podemos mostrarles nuestro deseo de que esta crisis pase pronto", confesó.

Los encuentros, además de dar fuerza a familiares y residentes, sirvieron para que las familias pudieran agradecer en persona a los profesionales de las residencia el trabajo realizado durante estos meses. "Las enhorabuenas y los agradecimientos se han repetido en todos los encuentros y nos han hecho sentirnos orgullosos del trabajo realizado y del equipo que formamos", explicó Eduardo Mateo.

Por su parte, en la residencia Nuestra señora del Pilar, en Lerín, iniciaron las visitas "con mucha emoción", expresó Ainara Gorritxo, directora de la residencia, quien señaló que "no podemos permitirnos asumir riesgos para las personas residentes. Debemos conseguir una mezcla equilibrada de seguridad y cariño", confesó.

Uno de los residentes desde octubre de 2019, Jacinto Laparra Duarte, mostró "una alegría enorme al saber que mi hija podía venir a verme. Me he emocionado mucho cuando la he visto entrar porque era ya mucho tiempo y echaba de menos verla tan cerca", añadió. Su hija, Mamen Laparra Arróniz, aseguró que tenía muchas ganas de visitar a su padre y se sentía "muy feliz de poder hacerlo", aunque, señaló, "es duro no poder salir a la calle con él como solíamos hacer a diario o no poder darle un abrazo y un beso".