Aprovechando un proyecto impulsado el pasado curso con el objetivo de analizar la condiciones ambientales de las aulas, el IES Navarro Villoslada ha conseguido aunar la confortabilidad con la necesaria ventilación para prevenir contagios. “Tenemos varias aulas y zonas del instituto monitorizadas con unos aparatos que miden la temperatura, el CO2 y la humedad relativa. Y en base a esos datos aplicamos el protocolo de ventilación”, explica el vicedirector Javier Sada.

El origen de este proyecto, en el que colabora la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra, es anterior a la pandemia. “En el instituto nos preocupaban las condiciones ambientales de las aulas y nos propusimos mejorarlas para que no afectaran al rendimiento académico del alumnado”, apunta Sada. Gracias a la UN, el instituto colocó 20 medidores en distintas “zonas estratégicas” que informan sobre la temperatura, el nivel de CO2 y la humedad relativa. “Cuando llegó la pandemia y comenzamos a preparar este curso, en el que se puso en valor la importancia de la ventilación, decimos aprovechar las mediciones para lograr una ventilación optima que nos permitiese mantener la confortabilidad en las aulas”, asevera.

Estos aparatos ofrecen datos de los tres parámetros cada diez minutos. “Se vuelcan automáticamente en una aplicación, que nos da unas gráficas de cada uno de los espacios monotorizados. Un grupo de profesores se encargan de observarlas a través del ordenador o el móvil y cuando ven que en un aula está subiendo el CO2 van y les obligan a ventilar más. Y al contrario si la temperatura se sitúa por debajo de los 17 grados pues se reduce”. explica.

¿Qué protocolo de ventilación aplica este instituto para lograr el confort y una situación controlada de casos positivos? “Hemos comprobado que en un aula de tres ventanas, con 25-30 alumnos, es suficiente con abrir la ventana cercana al profesor, en posición oscilo batiente, y la puerta del profesor abierta 10 cm. De esta forma conseguimos ventilación cruzada durante la clase. Cuando termina la clase el profesor abre esa misma ventana de par en par y a los dos minutos el nuevo docente la pone de nuevo en posición oscilo batiente. En el recreo también esta abierta del todo”, explica Sada, que asegura que “de esta forma conseguimos reducir el CO2 y ventilar la clase sin que se quede congelada”.