Las polémicas en torno al Día Internacional de las Mujeres han venido este año protagonizadas por el sí o el no a las concentraciones y manifestaciones en un contexto de pandemia, algo que no hace más que emborronar el motivo y significado real del 8-M, una jornada que encarna la lucha incansable de las mujeres para acabar con la desigualdad de oportunidades, la brecha salarial y la violencia de género, entre muchas otras injusticias que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo.

La huelga faminista celebrada habitualmente en esta fecha, además de laboral, también viene cobrando desde hace años más dimensiones como el paro del consumo y de los cuidados. Durante una jornada -siendo absolutamente insuficiente- las mujeres se plantan y son los hombres quienes deben asumir el peso de en la esfera doméstica "para darse cuenta de hasta qué punto la labor de las mujeres es vital para el sostenimiento del hogar y cuánta carga están asumiendo en solitario", indicaba el manifiesto de la Comisión 8 de marzo en 2019.

Algo que esta edición cobra especial relevancia al haberse acentuado la brecha de los ciudados en la situación actual marcada por la covid-19, que nos ha obligado a permanecer encerrados en casa por meses. En este sentido, nos encontramos con la doble cara del teletrabajo: no se sabe cuándo terminas de trabajar, pero tampoco dejas de dedicarte al cuidado del hogar. En palabras de la directora gerente del Instituto Navarro para la Igualdad (INAI), Eva Istúriz García, "el teletrabajo no ha servido para repartir de forma más equitativa los cuidados y sí para añadir más carga de trabajo a las mujeres, con el consiguiente incremento de sus riesgos psicosociales y su malestar".

Y es que, aunque hace ya un tiempo dejó de ser mayoritario el estereotipo en el que la mujer, ama de casa, se queda con los niños y espera al marido con la cena preparada, los cuidados siguen siendo cosa de mujeres. En el ámbito privado, acorde al Ministerio de Igualdad, las mujeres asumen la mayor parte del trabajo doméstico y el 70% de las tareas de cuidados. A la desigualdad habitual en conciliación y falta de corresponsabilidad, se sumó el pasado mes de marzo el cierre de centros educativos, aumentando la sobrecarga en este ámbito.

Así, muchas mujeres no pueden seguir trabajando por tener que hacer frente a esta compleja situación. Según el estudio Covid-19 y desigualdad de género en España, más de dos tercios de las madres del Estado se vieron obligadas a quedarse en casa mientras se aplicaban medidas de distanciamiento social, ya sea porque trabajan en sectores no esenciales, porque estaban desempleadas o porque se vieron obligadas a solicitar bajas para poder con todo. De esta forma, asumieron la mayoría de las tareas adicionales de cuidado infantil, reforzando las normas tradicionales de género.

Además, en crisis anteriores, la destrucción de empleo se centró en sectores muy masculinizados, como la construcción, pero la covid-19 ha afectado a sectores más feminizados, como la hostelería y el comercio...