Sortea los lugares comunes y huye de convenciones machistas. El agente reconoce que los comentarios despectivos que ha podido escuchar estos años atrás en torno a su identidad sexual, son hoy en día el mayor revulsivo para reafirmarse en la necesidad de seguir trabajando en labores formativas. Iñaki Viñuela representa en Euskadi a una de las nueve agrupaciones que integran el Observatorio Vasco LGTBI+, de reciente creación para la prevención de delitos y discursos de odio. “Hay quienes no quieren sentarse con nosotros por el mero hecho de ser policías. Esa actitud me permite saber que todavía hay mucho trabajo por delante”, revela.

¿La policía sigue siendo una profesión muy masculinizada?

-Totalmente. Aunque poco a poco su imagen se vaya acomodando a la realidad social, la estadística nos indica que en Euskadi hay un 51% de población femenina y un 49% masculina, mientras que la presencia de mujeres en la plantilla de la Ertzaintza ronda el 12%. La policía trabaja dentro de la Administración pública por y para la sociedad, de ahí que tenga que ser un referente de lo que existe en ella. Queda, por tanto, mucho que hacer.

¿Hay respeto a la diversidad sexual en la Ertzaintza?

-Trabajamos en ello dentro y fuera de los cuerpos policiales. El respeto a la diversidad se tiene que garantizar en nuestro propio trabajo para dirigirlo al conjunto de la ciudadanía, y no solo en relación a los vínculos afectivo-sexuales.

Venimos de una tradición que vincula a la policía con la represión y el machismo. Usted comenzó a trabajar en la Ertzaintza a comienzos de los 90. ¿Cómo recuerda su ingreso?

-Entré el 20 de abril de 1993. Fue una época dura y convulsa. La presencia de ETA obligaba a extremar la prudencia y los ertzainas y la policía en general no revelábamos nunca nuestra profesión. En ese contexto vivía mi identidad sexual con la misma discreción por la cual no decía que era ertzaina. La presencia de ETA marcaba el devenir de nuestro comportamiento social, mientras persistía una imagen de policía como servicio de hombres fuertes y rudos que afortunadamente va quedando atrás.

¿Ha escuchado durante estos años comentarios despectivos sobre su identidad sexual?

-Siempre llegan rumores y comentarios por no cumplir con los cánones establecidos. Cumplir 30 años y no tener novia conocida, ni hijos ni estar casado, daba pie a rumores. Llegaba el lunes y los compañeros y compañeras heterosexuales hablaban de lo que habían hecho el fin de semana en compañía de sus parejas e hijos...

¿Y usted callaba?

-De alguna manera, me veía obligado a decorar lo que podía haber hecho con mi pareja o mis amigos. En algún momento de la carrera profesional, e incluso actualmente, es habitual que compañeros y compañeras homosexuales se vean obligados a actuar de esta manera.

¿Y a día de hoy qué relación mantiene con su entorno laboral?

-En 2018 tomé la determinación de asumir la delegación en Euskadi de Gaylespol, la Asociación de Policías LGTBI+. La delegación en realidad había comenzado diez años antes, pero el delegado anterior no era visible fuera del armario, con lo cual poca visibilización podía hacer de la delegación. Se trataba de un mando de la Ertzaintza que finalmente trajo más perjuicio que beneficio a la delegación, ya que éramos muy pocos socios y no nos conocíamos.

¿Percibió alguna mala cara en su trabajo cuando dio el paso?

-Bueno, pudo haber los típicos comentarios fáciles, eso de que actualmente es más fácil salir del armario porque “declarándote maricón” consigues un mejor ascenso o una plaza.

¿Llegaron a decirle eso?

-Eso me llegó, porque quien así se expresa no tiene el arrojo suficiente para decirlo a la cara. Se trata de comentarios de pasillo, supuestamente chistosos y casposos en las máquinas de café. Tenemos oídos y amigos que trasladan informaciones en todos los sitios.

¿Es algo que le sigue molestando?

-En realidad hoy en día me hace gracia. Hay un momento de la vida que sí molesta, pero ahora, con 50 años, escuchar ese tipo de cosas me reafirma en la necesidad de seguir trabajando dentro y fuera de los cuerpos policiales.

¿Qué acogida ha tenido Gaylespol en el entramado asociativo vasco?

-Hay asociaciones que no quieren sentarse con nosotros por el hecho de ser policías. Esa actitud me permite saber que todavía hay mucho trabajo por hacer.

¿Por qué la izquierda abertzale no quiere saber nada de ustedes?

-Porque para ellos somos la policía represora que no tenemos que estar en ningún ámbito, tampoco en el de la comunidad LGTBI+. Solo podemos decir que no somos ni más ni menos que nadie. Somos una de las nueve asociaciones que han creado el Observatorio Vasco LGTBI+, algo que parece molestar a ciertos partidos que no ven la necesidad de tanta visibilización del colectivo vinculada a un rasgo profesional tan claro. Por cierto, somos una asociación sin ánimo de lucro, un aspecto que también conviene tener en cuenta porque nos diferencia de otras asociaciones.

¿Cómo percibe la sociedad? ¿Sigue pesando el poso cultural?

-Somos una sociedad heteropatriarcal con una educación que ha venido marcada por leyes anteriores a la dictadura. Siempre se habla de la época franquista pero conviene recordar que la ley de vagos y maleantes es de 1932, cuando el poder en el Estado español lo ostentaba el gobierno socialista de Manuel Azaña, durante la Segunda República.

¿De modo que no solo los gobiernos de derechas atentan contra la diversidad?

-Ni mucho menos. Cualquier extremo de izquierda o derecha me da mucho miedo. Me enerva ver a jóvenes llevando la camiseta del Che Guevara con la bandera arcoíris, como si el Che hubiera sido un defensor acérrimo de las libertades LGTBI+. El Che fue el mayor represor de la comunidad gay contra todo aquel que no representaba el ideario de un obrero heterosexual que luchaba por la revolución cubana. En la antigua URSS, en Hungría o Polonia, también vemos países que han estado en la esfera comunista y que se sitúan ahora en la primera línea con un mensaje totalmente rompedor contra la diversidad.

En los Mossos d’Esquadra hay constancia de cuatro personas trans. ¿En la Ertzaintza?

-Por el momento no tenemos conocimiento, pero llegarán, y no hay ningún policía que se haya sentado a pensar cómo vamos a acompañar el tránsito de la forma más cómoda y agradable posible.

¿A qué se refiere?

-Tengo trato con una de las cuatro personas trans de los Mossos. Son dos mujeres y dos hombres. El mayor problema que se están encontrando ellas es con las compañeras de trabajo porque no les están facilitando poderse cambiar de ropa en el vestuario durante la jornada laboral.

¿Y qué pasa con la Guardia Civil? ¿No salen del armario?

-Es difícil que lo hagan. No hay que olvidar que se trata de una institución militarizada, al menos con un régimen castrense que les impide tener organizaciones sindicales. Me consta por compañeros y compañeras guardias civiles que les resulta difícil dar pasos adelante.

¿Pero hay guardias civiles en Gaylespol?

-Si, claro, pero no visibles.

“En la época convulsa de ETA vivía mi identidad sexual con la misma discreción que mantenía para que no se supiera que era ertzaina”

“Me enerva ver a jóvenes con la camiseta del Che Guevara y la bandera arcoíris cuando ha sido el mayor represor de la comunidad gay”

“El anterior delegado era un mando de la Ertzaintza que no era visible fuera del armario y trajo más perjuicio que beneficio”