Poco sol, poco calor y pocos días de esos buenos para disfrutar de la playa. Las conversaciones sobre el tiempo ya no son un recurso de ascensor. La jornada empieza levantando la persiana y pensando que, un día más, el sol ha decidido no visitar Donostia-San Sebastián.Pese a todo, los vigilantes de las playas de la ciudad no bajan la guardia y acuden puntuales a su cita con los arenales. Lo explica Edu Flamarique, responsable del equipo de hombres y mujeres que trabajan para que en el agua, o sobre la arena, un día en la playa sea un día de disfrute.

"Haga bueno o malo, el trabajo en las playas se plantea exactamente igual. Es lógico que se reduzcan las actuaciones tanto sanitarias como los rescates, porque el número de personas es menor, pero la rutina de los socorristas es la misma", subraya.

Y es que, añade, sean dos, cuatro o seis las personas que entren al agua, la actitud vigilante no se relaja. "Hay gente en la torreta, en la arena, en las motos de agua. La rutina es la misma".

Pero es que, además, "el socorrista tiene interiorizado que en los días de mal tiempo, cuando los bañistas sufren cualquier contratiempo no cuentan con nadie en su entorno para dar el aviso. Cuando hace bueno hay mucha gente en el agua para avisar o incluso para ayudarle, pero si el bañista esta solo, únicamente le puede ver y atender el socorrista".

De ahí que en los días de mal tiempo los vigilantes estén más atentos para que no se les pase por alto ninguna incidencia que pueda acabar en tragedia.

"No hay una relajación porque no haga bueno. El personal es el mismo desde que se inicia la temporada hasta que se termina y la rutina no cambia. Se reduce, eso sí, el trabajo activo. Porque al haber menos gente hay menos accidentes, menos lesiones, pero la rutina del socorrista no varía", subraya Flamarique.

¿Cómo se plantea esa rutina? A diario, en cada playa, La Zurriola, La Concha y Ondarreta (la isla corresponde a Ondarreta a efectos de vigilancia), los responsables de los equipos son quienes marcan la pauta.

El día comienza con la colocación de banderas de entrada y salida, las embarcaciones, etc. Este trabajo se dificulta en la Zurriola, donde "todo depende del estado de la mar". Porque "las corrientes en La Zurriola pueden ser cambiantes y no siempre se puede acotar una zona de baño de las mismas dimensiones. A veces ni puede respetarse una zona de baño". Son los responsables de la playa quienes "leyendo el mar", deciden cuál debe de ser la zona de baño o la deportiva practicable.

En Ondarreta y la isla "la cosa es más sencilla porque no hay corrientes". Las banderas de peligrosidad se ponen en el Tenis y en el Pico del Loro, dependiendo del estado de la mar, y en La Concha se pueden poner en el Náutico, un punto en el que "cuando entra mucho el mar se puede causar una situación de peligro para el bañista". Se señalan con las banderas amarilla o roja. Las zonas de entrada y salida de embarcaciones siempre se señalan, cuatro y cuatro en Ondarreta y La Concha.

Hecho ese trabajo inicial de colocación de banderas, que pueden modificarse a tenor de los cambios que se den el mar, la jornada de los socorristas se centra en los bañistas.

el día a día La jornada se organiza con el siguiente esquema: siempre hay un vigilante en la torreta y el resto, o bien realiza patrullas o vigila la zona de baño, en especial en la Zurriola, donde las corrientes hacen que el baño resulte más peligroso.

A partir de las 10.00 y hasta las 20.00 horas, las playas de Donostia están custodiadas por los vigilantes. En total, la plantilla está compuesta por 53 personas, incluidas las cinco personas que se encargan de los baños asistidos.

En La Zurriola hay ocho socorristas, un responsable y un patrón de embarcación. En Ondarreta hay cinco socorristas y un responsable, dos de ellos en la isla, idéntico equipo al que opera en La Concha. En el mar, una moto de vigilancia.

No se relajan pero "si caen chuzos de punta" la vigilancia se hace desde la torreta. Si hay una incidencia, se da aviso a los socorristas que están en los botiquines esperando o entrenando. "Son entrenamientos que los propios socorristas demandan", incide Flamarique.

No varía la estructura ni la forma de responder haga buen verano o resulte, como este año, que el verano pasa de largo. Lo que sí varía es el número de incidencias y sus características.

Sin calores fuertes, no se han dado lipotimias, golpes de calor y apenas cortes de digestión. "La sintomatología vinculada al exceso de calor no se está dando", recalca el responsable de los vigilantes.

Tampoco las atenciones a los bañistas están dándose al mismo nivel que en años de condiciones climatológicas más benignas. "Al haber menos gente, hay menos rescates, pero cualquier bañista es susceptible de sufrir un accidente".

Lo que está claro es que, "cuanta menos gente hay en la playa, menos asistencias tienes".

Este año las atenciones han sido, sobre todo, algún rescate, alguna incidencia sanitaria (cortes, torcedura...) y picaduras de sabirón y anémonas. Pero, haciendo cuenta, han sido muchas menos que en años anteriores. "Pero es que el pasado verano hubo días de asistencia a las playas desorbitados. Esta año han sido contados", constata Flamarique.

El fallecimiento de un ciudadano irlandés en aguas de La Zurriola no entra en este cómputo, dado que se debió a una imprudencia de madrugada, cuando no existe control alguno en la zona.

Cuando se les atiende, normalmente los bañistas responden con agradecimiento y atienden las recomendaciones de los socorristas. Pese a todo, siempre hay excepciones tipo tú no me vas a decir por dónde me tengo que meter, aunque en la mayor parte de los casos la respuesta es la adecuada. Y lo dice desde la experiencia, ya que Flamarique se inició en las labores de socorrista en 1991.

El responsable de los vigilantes reconoce que vive "pegado al teléfono", atento a las incidencias y coordinando las playas "con los técnicos del Ayuntamiento y el concejal del área". Se encarga también del acopio de materiales, porque tienen un importante desgaste. "Los prismáticos, pulsómetros y tensiómetros sufren mucho, siempre hay que estar atentos para cambiarlos si fallan", destaca.

Aunque la temporada de playas empieza el 15 de junio, para el día 1 todo tiene que estar dispuesto porque en Donostia, verano y playas van de la mano.

En el inicio de la temporada de playas sí que se han dado cambios dado que, atendiendo a las circunstancias actuales, se ha retrasado quince días. El dispositivo de vigilancia y la estructura que va ligada a la temporada se desarticulará el día 30 de septiembre.

Covid Flamarique no entra, porque considera que no le corresponde, a valorar la forma en la que la gente atiende las medidas anticovid. Pero sí puede hacer referencia a las personas que se acercan a los puestos de atención y vigilancia. "Si viene alguien sin mascarilla se le invita a ponérsela y, si no la tiene, se la damos nosotros. Normalmente se la pone y nunca ponen pegas", destaca.