El pasado 14 de agosto, a las 8:30 horas, el reloj se detuvo una vez más para Haití, cuando un terremoto de magnitud 7,2 sacudió la tierra y desbastó gran parte del país. Más de 2.200 personas murieron y otras 12.000 resultaron heridas en el temblor. Muchos hogares de las zonas más afectadas quedaron reducidos a escombros, y las familias que aún tienen la casa en pié no se atreven a volver a ellas por miedo a posibles derrumbes, así que son miles las personas que siguen aún hoy viviendo en la calle.

La población se enfrenta a necesidades humanitarias urgentes, por lo que el Gobierno haitiano agradece los esfuerzos de la comunidad internacional por el despliegue de los equipos de socorro, rescate y búsqueda que poco a poco se van instalando en la isla.

Entre ellos se encuentra el delegado navarro de Cruz Roja Antonio Carabante Rodríguez, quien llegó a la ciudad de Puerto Príncipe el jueves pasado, con el objetivo de coordinar la logística conjunta de respuesta ante la emergencia generada por el terremoto y dar soporte a los grupos locales de Cruz Roja. Su función reside en la recepción de artículos no alimentarios para la atención inmediata de la población afectada, un trabajo que consiste, "sobre todo, en dar alojamiento", aclaró Carabante. Para ello, lo primero es poder repartir materiales de primera necesidad, "empezando por llevar mantas así como lonas con las que poder construir pequeños refugios en forma de tienda para resguardarse de las tormentas tropicales típicas en esta época del año. Además distribuimos kits de cocina y de higiene", explicó.

Falta de accesibilidad

Unos servicios que "está siendo especialmente difícil poner en marcha" por culpa de la falta de accesibilidad y poca infraestructura de carreteras en la zona. "El puente que conecta la capital con los territorios más afectados está cortado, así que no se pueden llevar camiones y hemos tenido que empezar a valorar la posibilidad de ir por mar", declaró Carabante. Un nuevo contratiempo que "va a llevar días remediar, y es vital para muchas personas que se haga cuanto antes", manifestó preocupado. Mientras tanto, los equipos de evaluación del terreno, tanto de la Cruz Roja como de otras organizaciones como Naciones Unidas, utilizan helicópteros para poder mandar gente "y poder ir avanzando poco a poco", afirmó Carabante. "No nos estamos moviendo todo lo rápido que cabría esperar porque, a diferencia de en el terremoto de 2010, que afectó a la capital, esta vez tenemos que trabajar en una zona mucho más remota y de difícil acceso. Además, al no haberse registrado unas cifras de fallecimiento y daños materiales tan altas en comparación a hace once años, se le ha quitado importancia al problema", denunció Antonio Carabante. "Cuantos más muertos hay más atención mediática se genera, pero lo importante es cómo están los que se quedan. Es importante no olvidar Haití y recordar que, aunque no salga tanto en los medios, sigue existiendo y necesitando ayuda", manifestó.

Covid-19 en la Isla

Otra de las diferencias con 2010 es la pandemia de la covid-19. Un problema que se ha vuelto "el menor de todos desde el incidente", según Carabate. "Existe la pandemia pero ahora mismo no es tema de conversación. No piensas en llevar mascarilla o mantener la distancia de seguridad cuando no sabes si vas a poder comer hoy", explicó. Aun así, aseguró que en el campamento sí es un tema al que le dan especial importancia, ya que "no podemos arriesgarnos a que se detecte algún positivo y nos aíslen a todos durante catorce días, así que intentamos cuidarnos lo máximo posible".

Poco a poco, el campamento que ahora cuenta con unas 25-30 personas irá acogiendo a nuevos compañeros y compañeras que ayudarán en unas labores que "acaban de comenzar", vaticinó Antonio Carabante. Entre esa nueva mano de obra se encuentra el navarro Joaquín Mencos Arraiza, parte de la Unidad de Respuesta en Emergencias de Agua y Saneamientos, que se incorporó al grupo el sábado 21.