El 19 de marzo partía desde Noáin un autobús lleno de ayuda humanitaria con Jesús Abadía al volante e Iñaki Arrieta con un coche de apoyo hacia un viaje, cuanto menos, sencillo. El vehículo salió de Pamplona cargado de comida, pañales y todo tipo de bienes que llegaron hasta Ucrania y regresó cinco días después con 38 mujeres, niños y animales que ahora residen en España mientras cesa la guerra en su país.

"Me llamó un amigo de Pamplona a ver si me animaba a hacer el viaje y siendo para lo que era ni me lo pensé. Para adelante", relata Abadía, vecino de Viana. "Fue una paliza porque no había tiempo y no sabes lo que te vas a encontrar cuando llegues", añade.

Los navarros viajaron acompañados por un voluntario bielorruso residente en Bilbao que hizo de traductor durante el trayecto. La madrugada del 20 marzo llegaron a Varsovia, donde descargaron todo el material para entregárselo a asociaciones. "Entonces llegó la parte difícil, teníamos una lista de personas que querían venir, pero esas listas son efímeras, porque lógicamente si tienen un vehículo que sale antes, se montan en él", explica Arrieta. La mayoría de las personas de la lista ya se habían ido del país pero un grupo de voluntarios de Erásmus en Polonia les guió hasta un pabellón adaptado donde residen miles de ucranianos.

"Sacamos un megáfono y dijimos que el autobús salía hacia España para que se montase quien quisiese", narra Arrieta. "La policía te pone impedimentos y no es fácil, pero es algo necesario para garantizar la seguridad de los refugiados".

En el autobús se montaron 38 mujeres y niños ucranianos que llevaron también a sus mascotas. "Para ellos son parte de su familia así que no dudamos en que los subieran al autobús", cuenta el chófer. "La verdad es que el viaje fue un poco surrealista con los animales dentro del vehículo".

la vuelta La noche del domingo pusieron rumbo a Pamplona pero decidieron parar antes de llegar a París para cenar y pasar la noche en un hotel. "Estaban cansados y nerviosos. Pensamos que lo mejor era parar y cenar en un bar todos juntos. En ese momento se relajaron y notamos un cambio en ellos", explica Arrieta. Un momento de inflexión que también notó Abadía. "El viaje tuvo momentos duros y tristes pero esa cena la recuerdo alegre porque por fin les veíamos algo contentos y alejados de la tristeza que habían vivido", dice.

La llegada a Pamplona el 22 de marzo supuso un alivio para los ocupantes del autobús. "Al llegar se acercaban y nos decían con el traductor del móvil que estaban muy agradecidos y que el viaje había sido muy cómodo. Solo por eso ya mereció la pena", relata el chófer. Pararon en la Estación de Tren de Pamplona y algunos de ellos viajaron a otras ciudades del Estado donde fueron acogidos por sus familias, amigos o conocidos. El resto viajaron hasta Olite donde fueron recibidos por las familias.

"Aunque nos pasó de todo en el viaje conseguimos el objetivo: llevar la ayuda humanitaria y sacar de allí a quien quisiese venir", reflexiona Arrieta. Tanto él como Abadía no descartan volver a realizar un viaje o colaborar en otras acciones que ayuden a la ciudadanía ucraniana.