Taxio Ardanaz (Pamplona, 1978) fue uno de los últimos insumisos navarros. Presenta este jueves en Golem Baiona el documental Venceremos, un proyecto que ha realizado junto a Pablo Marte para reflexionar sobre la Guerra Civil, la represión franquista y la recuperación de la memoria.¿En qué consiste el documental Venceremos?

-Es un documental producido y realizado entre Pablo Marte y yo y es el resultado de una investigación que empezamos en 2012. Es un proyecto de largo recorrido en el que he estado grabando en diferentes localizaciones: desde México con un exbrigadista internacional que estuvo combatiendo durante la Guerra Civil en España, pasando por País Vasco, Asturias o Cataluña. Recoge parte de las diferentes miradas contemporáneas hacia la memoria de la Guerra Civil. Lo que a mí me interesaba era ver cómo nos relacionamos hoy en día con la memoria de la Guerra Civil, cómo nos acercamos a sus restos y cómo se cuenta ese relato. Vemos cómo algo que es tan lejano sigue provocando tanta polémica y pasión.

Es una recopilación de documentos y hechos históricos. ¿Qué se busca con ello?

-Lo primero, hacer pensar al espectador. En esta película no se habla directamente de memoria histórica, pero se trabaja con ella. Se nutre de todo lo que está generando esta necesaria revisión de 40 años de un relato homogéneo del vencedor. A veces, es necesario repensar las formas en las que conmemoramos o relatamos episodios tan trágicos de la Guerra Civil. Por ejemplo, en temas concretos como pueden ser nuestra relación con los monumentos o la recreación histórica, he visto que el uso de la violencia se estaba banalizando. Había un punto conflictivo entre la conmemoración o el homenaje y la sublimación de la violencia, vamos a llamarlo así.

¿Por qué el título de Venceremos?

-No quiero hacer mucho spoiler, pero tiene que ver con la existencia de un monumento en Cataluña, en la zona donde se desarrolló la Batalla del Ebro, y que es uno de los hilos conductores de la película. Es el único monumento del bando republicano realizado durante la Guerra Civil que ha permanecido. Su coexistencia marca un punto de fuga frente a los diferentes hitos conmemorativos del franquismo. Todavía hay muchos restos físicos con los que nos tenemos que relacionar aunque a veces no les prestemos atención. Puede ser desde una calle con restos de algún bombardeo como en el Palacio de Navarra de Pamplona hasta los monumentos franquistas que hoy en día siguen provocando un montón de conflicto.

¿Cómo se mantiene la herencia del franquismo en la actualidad? ¿Es partidario de derribar estos monumentos como los Caídos en Pamplona?

-Es un debate muy amplio. Hace tres años, se sacó a concurso público cuando se exhumaron los cuerpos como el de Mola del monumento. Yo formé parte de la plataforma ciudadana Caídos Irauli y considerábamos que se podía mantener ese monumento, pero usándolo en nuestro propio beneficio. Es un artefacto violento, represivo y construido para humillar a las víctimas en Navarra, pero quizás derribarlo no es la mejor opción si de ese artefacto podemos sacar nosotros beneficio dándole la vuelta para denunciar todo aquello que representaba. Usarlo para denunciar esos valores, la relación de la Iglesia con el poder franquista y su papel durante la guerra y la represión y toda esa tradición que por ejemplo está mostrada en esa cúpula. Nosotros tendremos que contextualizar y denunciar todo lo que estaba pasando y que ese monumento reivindica. Hay muy diversos monumentos a lo largo de todo el estado y hay que ver en cada caso. Algunos se pueden musealizar y sacar del espacio público. Hay otros casos, que me parece peor que quitarlos y es el de mantener el monumento pero sin inscripciones. Hay muchas tipologías de monumentos y en cada caso habría que ver. En los últimos años, hemos hecho un registro con más de 500 restos y hay sitios en los que provocan conflictos importantes entre los vecinos. Creo que en ningún caso está bien dejar las cosas como están porque la inacción es muy peligrosa. Y hacer como si no existiera, como se hace en Pamplona tapándolo con unas maderas, es tan problemático como derribarlo. Hay que afrontarlo de una manera valiente y responsable.

¿Por qué es tan importante recuperar la memoria en el momento actual?

-Creo que es muy necesario porque ha habido tal silencio y tal represión que esa memoria tiene que salir. Es una cuestión de respeto y de dignidad para las víctimas. Es súper necesario y hay que respetarlo como una necesidad humana. En la película, los propios recreadores dicen que es importante hablar de la Guerra para que no se repita. Yo también lo hago desde esa idea de que solo entendiéndolo, comprendiéndolo y transmitiéndolo quizás podamos aprender algo de lo que sucedió. Aunque, con lo que ha pasado en estos dos meses, la confianza de que esto ocurra es muy baja. Como especie, repetimos una y otra vez los mismos errores.

Usted fue uno de los últimos insumisos en Navarra. ¿Cómo ve la situación después de muchos años? ¿Mereció la pena?

-Es desesperante ver que volvemos a estar en un momento súper bélico en el que, lejos de hablar de antimilitarismo, se está promoviendo un militarismo de lo más carca. Parece que estamos en la Primera Guerra Mundial y mandamos armas a Ucrania sin ningún tipo de valoración crítica. Las palabras paz y armamento se utilizan en la misma frase y es desesperante. Parece que hemos vuelto a la casilla de salida. La industria armamentística sube exponencialmente en bolsa y se vuelve a reivindicar el valor de lo militar y de la guerra de una forma que yo por lo menos pensaba que se había desterrado. Creo que lo que hay que defender es el derecho a la libertad y el derecho a que no tenga que ser la violencia la que marque la coexistencia. Creo que hemos perdido mogollón en términos de base. Nos estamos acostumbrando después de dos meses de guerra y no hay un espíritu crítico que esté denunciando que los gobernantes de toda Europa están mandando armas de esta forma. Hay que apostar por otro tipo de resolución de conflictos y otro tipo de relaciones humanas. Desde el movimiento antimilitarista ya se están haciendo cosas y creo que tendremos que volver a poner los cuerpos enfrente de todo ese militarismo. Esa es la primera impresión que tuve cuando empezó la invasión. Con el fin de la mili, parece que ese militarismo no está tan relacionado con nosotros en la base y creo que hemos perdido a las nuevas generaciones, que ahora se relacionan de otra forma con el militarismo. Nos va a tocar volver a sacar los cuerpos y a reivindicar de nuevo la figura del desertor. Es la figura que, tanto en Rusia como en Ucrania, deberíamos apoyar. Gente que ha venido de la frontera polaca me ha contado cómo tratan a desertores y es muy duro, como lo hacían con nosotros en según que época. En Navarra, por suerte, hubo momentos de mucha aceptación, pero no siempre fue así. La figura del desertor siempre ha sido muy controvertida y en tiempos bélicos merece la muerta. Ese reclutamiento obligatorio que tienen en Ucrania y supongo que en Rusia hay que combatirlo desertando. La desobediencia civil es fundamental como elemento de lucha y construcción de nuevas realidades.

¿Qué se puede hacer desde aquí?

-La educación y el espíritu crítico es fundamental para pensar que la guerra no es irremediable. Tenemos que desmontar el discurso de la violencia, desmontar esa idea de que todo es por culpa del loco de Putin, desmontar ese OTAN no que tan rápido se nos olvidó y del que formamos parte desde hace demasiados años y, sobre todo, oponernos al militarismo desde la base. Toca estar ahí, no queda otra. Denunciando y proponiendo otras relaciones sociales.