Ibai Alcázar Iracheta, de 17 años, está a punto de terminar la FP Básica de Agrojardinería y en este momento está realizando las prácticas con empresa. Entró en Ilundain hace dos años, cuando tenía 15, después de muchos años de malas experiencias en el colegio.

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“El instituto para mí era un infierno. Era todos los días lo mismo. Levantarse pronto, sin ganas ni motivación, para ir a un sitio en el que ni estaba a gusto ni veía ningún futuro a lo que estaba haciendo”, relata Ibai, que asegura que todo esto le estaba generando “situaciones que no me gustaban, tanto con mis amigos y con mi familia como conmigo mismo”, por lo que se dio cuenta de que “necesitaba salir de ahí”.

Por iniciativa de sus padres acabó entrando en Ilundain, donde ya en los primeros meses vio que “todo iba mucho mejor”. “Estaba mucho más a gusto conmigo mismo, lo noté mucho en casa, porque dejé de discutir con mis padres por cualquier chorrada”.

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En cuanto a las diferencias con el instituto, Ibai es consciente de que la diferencia en el número de alumnos es una parte importante: “Es cierto que, con 30 personas en una clase, es difícil que un profesor pueda llevar la clase bien y preocuparse por los alumnos. Aquí es muy diferente. Hay siete u ocho personas por clase, los profes te conocen bien, te guían, te escuchan, te ayudan en lo que necesites. Esto ayuda mucho”.

Ya a punto de sacarse la FP Básica, Ibai se encuentra ante “un dilema”, en cuanto a cuál debe ser el próximo paso. ”En principio iba a hacer un grado medio, pero tengo que reflexionarlo, porque no lo tengo claro. No quiero volver a un modelo de educación más tradicional, porque los recuerdos que tengo no son buenos y puedo volver a quemarme”.

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Alfredo y Ali, los padres de Ibai, se muestran “contentos y agradecidos” a Ilundain, que les parece “un sitio increible”.

Ali explica que, en el caso de Ibai, “no era un problema de capacidad, tampoco era un problema de amistades, porque siempre ha estado muy bien en el cole a nivel social”. “El sistema tradicional no encajaba con él y además siempre ha sido muy crítico con eso, y también es verdad que su colegio no ayudaba mucho. De hecho, que se fuera Ibai fue un regalo para ellos”, asegura Ali, que admite que la decisión no fue fácil, porque al principio tenían “un poco de miedo”. “Relacionábamos Ilundain con problemas, con personas conflictivas. Hasta que ves llegar a Ibai, te cuenta y te quedas más tranquila. Esos prejuicios se habían ido para el tercer día”, sentencia.