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Envidia sana

Envidia sana

La final de hoy es el colofón del Mundial impecable que están haciendo las Guerreras. Están transmitiendo que con trabajo y esfuerzo se puede conseguir todo cuando un grupo está unido. Y basta con ver sus caras cuando juegan y cuando celebran las victorias para saber que están muy unidas.

Tras la semifinal perfecta, se trata de hacer lo mismo ante Países Bajos. En un Mundial todos te pueden ganar, pero puedes ganar a todos, y la prueba ha estado en la clara derrota ante Rusia y en la victoria ante Noruega.

Las holandesas se parecen mucho en su juego a las noruegas, quizás con una defensa más contundente, pero aprovechando igual las pérdidas de balón para salir al contragolpe. Por tanto, las Guerreras tienen que hacer un partido muy parecido al de semifinales: sacarle el rendimiento máximo a cada balón, buscando penetraciones, penaltis, exclusiones... Y, en defensa, ayudar en lo posible a Silvia Navarro, que en la portería está estratosférica.

Aunque todo el mundo decía antes del Mundial que era muy muy complicado meterse en semifinales, España no ha llegado a la final por casualidad. Quizás una de las claves ha sido no tener grandes objetivos, porque al quitarle la presión ha jugado más tranquilo y con más desparpajo.

Además, Carlos Viver ha sabido hacer tres cosas: mezclar veteranía con juventud; congeniar con el grupo y crear un ambiente; y transmitir a todas cómo quiere jugar.

Me da mucha envidia sana verlas ahí. Me emociona, porque sé lo que sienten. Imagino incluso los nervios que han pasado esta noche, que son nervios bonitos porque vas a jugar la final de un Mundial y, ganes o pierdas, hoy te vas a colgar una medalla. Es muy bonito vivir algo así a través de ellas.

La autora, 52 veces internacional con España, ganó la plata del Europeo 2014