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La otra 'estación' de Etxabakoitz

Marcela Bermúdez quiere dinamizar el barrio y celebrar para el día del Pilar las que serían las segundas fiestas tras Urdánoz

La otra 'estación' de EtxabakoitzOskar Montero

Aizu significa ¡oye! o ¡escucha¡ en euskera y es una expresión que se utiliza para captar la atención de alguien. El local que regenta Marce lo consigue, tiene dos direcciones, Avenida Aróstegui y Virgen del Soto nº 2. Quizás porque el local tiene aires y sabores que llegan de todos los rincones del mundo. Es mucho más que un bar-panadería, es un espacio de referencia para el encuentro vecinal queMarcela Bermúdez regenta con mimo. Con una clientela habitual del barrio pero también mucho trabajador que viene de paso y que para de madrugada a la altura del parking de ‘Venta Andrés’ para desayunar o almorzar; camioneros pero también peregrinos del Camino de Santiago, “algunos de los cuales se pierden porque no está bien señalizado el recorrido”. Y es que pocos bares abren para las cinco y media de la madrugada. Por no decir que “en la zona no hay ni estanco ni bar ni tienda así que es un lugar de supervivencia”.

Llegó de Colombia hace seis años y se animó a montar un negocio. “Mi madre vino hace ahora dos años y me apoyó muchísimo. Teníamos los ahorros de mi padre que falleció y decidimos invertir en la hostelería. Nos gustaba la cocina y queríamos emprender. Se da la circunstancia de que en esta zona habían cerrado muchos locales comerciales y bares, también el anterior a nuestro bar”, abunda. “Decidimos dejar nuestro país por los problemas de inseguridad y porque la vida estaba por las nubes; desplazarse por Bogotá hasta el lugar de trabajo costaba al día 15 euros... un salario no daba para mantener a una familia, estábamos rodeados de demasiada pobreza...”. No ha sido un camino fácil, primero llegó la pandemia, después le diagnosticaron un cáncer de mama, dificultades que ha ido lidiando con fuerza de voluntad, una salud hoy de hierro tras varios tratamientos y buenas amistades, reconoce. “Es un barrio obrero, humilde y sencillo, muy multicultural pero se ha logrado crear una comunidad muy apiñada, muy unida. No puedo subir mucho los productos porque me regatean los precios”, asume con una sonrisa de complicidad. “La gente es maravillosa. Es por ello que me gustaría poder organizar entorno al día del Pilar un programa festivo con música y actividades (día 10) para dinamizar esta zona del barrio. Me hace especial ilusión”. Iniciativa que quiere trasladar a otros colectivos.

“Etxabakoitz tiene unas características muy singulares porque es un punto de enlace con muchas zonas de la gran ciudad. Hay gente mayor que necesita coger el ascensor para subir a la zona de hospitales. A su vez, es paso obligado del centro hacia la carretera de Estella y Logroño, comunica con el polígono de Landaben, con las universidades...”.

Y tendrá aún más protagonismo. El proyecto de la estación del tren de alta velocidad y las nuevas viviendas previstas van a mudar este barrio de piel pero, tal y como admite, “llevamos mucho tiempo con este proyecto a vueltas, el barrio que necesita rehabilitarse y generar empleo”.

“Servimos pinchos, bocatas, fritos... Y, a su vez, tenemos en la tienda un poco de todo porque no hay comercio de proximidad y muchos vecinos reclaman productos de primera necesidad”, resalta. Acaba de sacarse el carnet de conducir y “es una bendición no tener que coger el patinete para venir aquí a las cinco de la madrugada”.

La cocina le gusta porque desde los trece años trabajó en una restaurante “pelando patatas”. “Estudié Esteticien y Fisioterapia pero nunca ejercí en ninguna de estas disciplinas”. Cuando llegó a nuestro país se propuso “romper los estereotipos que había sobre la población colombiana que siempre se vincula a prostitución, drogas y violencia”. “Ni se bailar salsa ni me gusta. Hay muchos prejuicios en general sobre los inmigrantes pero he encontrado muy buena gente que me ha ayudado a rehacer mi vida y a impulsar mi negocio. He tenido muchos angelitos”, subraya.

A su juicio, Etxabakoitz es “un ejemplo de integración social, digan lo que digan”. “Hay un problema de delincuencia en Jaso pero si tuviera que expresar lo que me preocupa realmente del barrio es el problema de acceso a la vivienda. Es tremendamente injusto. Ahora mismo comparto habitación en el barrio de San Juan porque no me puedo permitir alquilar una vivienda entera. Sería feliz con una bajera de 20-30 metros cuadrados, con una habitación y salón, y ya está; no necesito más, hay mucho local vacío pero no cumplen las condiciones de habitabilidad”. En el vecindario hay quien dice que tiene fama de ‘borde’. “No es verdad lo que pasa es que con mis clientes trato de mantener una distancia necesaria, así son los negocios. Cuando tienes clientes que están tres horas con un café no queda otra”, responde.