"El hombre puede ser destruido, pero no derrotado". Eso pensaba Ernest Hemingway, que escribió El viejo y el mar. Una novela que explora los límites del ser humano en su soledad. En ese lugar donde se mide contra los elementos para burlar su destino, enfatiza su determinación, la fortaleza de espíritu, la dignidad y el irrefrenable deseo de vivir. El Angliru, la montaña, el icono de la Vuelta, el muro alimentado de paredes, es el mar de la carrera.

Entres sus cuestas imposibles, todos son Santiago, el viejo que parte a la mar para tratar de pescar algo después de 84 días de desesperación y la nada. En esa aventura, prevalece la lucha por la supervivencia. Eso exige la mole asturiana. “Es una subida muy honesta, no te puedes esconder”, decía Jonas Vingegaard antes de adentrarse a lo desconocido, donde el ser humano se aproxima a la nada. Nadie se escondió en el Jumbo. Todos quieren la Vuelta: Kuss, Vingegaard y Roglic.

Primoz Roglic vence por delante de su compañero Jonas Vingegaard. La vuelta / Sprint Cycling

Guerra fratricida en el Jumbo

En el Angliru es imposible escaparse a su mirada inquisitorial incluso entre el manto ceniciento de la niebla húmeda y fría. Una visión espectral. A oscuras. Se sube a tientas, entre rampas infernales, por encima del 20 %, al Angliru, que certificó que la Vuelta es del Jumbo. El coloso en llamas. Queda por resolver quién de ellos se subirá al cielo desde Madrid.

Lucha fratricida entre Sepp Kuss, líder por un palmo, 8 segundos, Jonas Vingegaard y Primoz Roglic. “Hay un acuerdo entre los tres. El más fuerte que vaya a por la carrera”, lanzó a modo de cortina de humo el director del Jumbo. En el equipo les da igual la identidad del vencedor. Su prioridad es que sea uno de sus muchachos.

Encerrados los tres en esa cámara de torturas, en esa habitación oscura que es el Angliru, se iluminaron las antorchas del Jumbo, que todo lo arrasan. Estrategia de tierra quemada. Puro fuego. Arde la Vuelta en una relación que echa chispas. Roglic conquistó la cumbre con Vingegaard prendado a él. El fuego amigo a punto estuvo de abrasar a Kuss, que salvó el gaznate por apenas 8 segundos.

Landa, en las rampas del Angliru. Bahrain / Sprint Cycling

Magnífico Mikel Landa

Pudo celebrar su 29 cumpleaños después de sentir el filo de la guillotina sobre su cuello el norteamericano, de rojo pálido. “Todavía tengo un disparo”, expresó el líder, que se desgañitó, acompañado por Mikel Landa, en el final frenético, tratando de minimizar pérdidas. “Cuando me dejaron les dije: ¡vamos chicos!", argumentó Kuss.

Junto al líder hombreó Landa, que completó una escalada excelsa, soberbia. En su mejor versión, el alavés sostuvo a Kuss. El murgiarra creció hasta la quinta plaza de la general. Juan Ayuso y Enric Mas, en el mismo fotograma, el rostro desencajado, perdieron impulso en el Angliru, que les comió la moral y 1:42.

Dominio del Jumbo

El de Murgia adelantó al mallorquín tiene al alicantino a 16 segundos. En el Angliru, sólo Roglic y Vingegaard, esposados, compitiendo al máximo entre ellos, le derrotaron. En la cima, el Jumbo simbolizó un armisticio, pero es evidente la guerra fría.

"Me gustaría que Sepp ganara la Vuelta", expone el danés. La carretera decidirá quién gana la Vuelta", resuelve Roglic, tres veces campeón de la carrera. Guerra psicológica. Si vis pacem, para bellum.

Del Tourmalet al Angliru. El imperio transfronterizo del Jumbo, amo y señor de la Vuelta. Del sol a la niebla. Nada se le resiste al trío mágico. Otro más allá conquistado por el Jumbo, de fiesta en fiesta

Roglic y Vingegaard dejan a Kuss. Eurosport

En la montaña asturiana todo sucede a cámara lenta. Ciclistas congelados en el tiempo, en el sufrimiento extremo. El Angliru es un sepulturero. Arranca la vida entre los pálpitos de desniveles abrumadores. Se trataba de sobrevivir en el horror en una subida implacable. Es un ejercicio de introspección en el dolor. Una tortura psicológica.

Ayuso se retorció. Deshilachado el joven, apagada la juventud, entre la niebla húmeda, que convertía a los ciclistas en fantasmas. Mas también perdió carne. Hueso y piel. Landa, extraordinario, emparejado con Kuss, Vingegaard y Roglic en la niebla. Las luces de los coches iluminaban el túnel del tiempo, la cueva. Mineros de altura. Al cielo, a través del infierno.

Una ascensión salvaje

En el Angliru no se trata de subir, el empeño es no caerse, tan inclinada la montaña, un rascacielos. En ese muro construido con los piedras del averno, se balbucea, se sube a gatas, con el alma quebrada y las piernas cojas por la termitas del padecimiento.

Una mole de dolor, una montaña cruel, una carretera que cuelga del cielo pero que en realidad es una caída a los infiernos. Un puerto salvaje. Descorazonador.

"Coyones y dinamita", se gritaba en la revolución de 1934. La voz del asalto rebelde a los cuarteles en la zona minera. Ese estallido horadó la Vuelta, que bajó a la mina, a las profundidades del ser humano para encontrar al mejor de la carrera entre barrenadores y detonaciones. Dinamita. Mecha corta para una jornada escueta, apenas 124 kilómetros, pero cargada de pólvora.

La apuesta de Evenepoel

Antes de la mesa de autopsias, se elevaba el alto de Colladiella y el Cordal. Evenepoel, orgullo de campeón, los venció. Marc Soler le buscaba. Era el alfil del UAE que pretendía desestabilizar al monstruo de tres cabezas del Jumbo. Soler era una amenaza para Landa.

El Bahrain armó la cordada y desactivó al catalán en el Cordal. Sólo Evenepoel, rey de la montaña, continuaba por delante, disfrutando de sí mismo tras reencontrarse en Belagua. El belga es un verso libre desde que se desprendió de la tabla de excel de la general.

Landa y Kuss, tras la llegada. Bahrain / Sprint Cycling

Evenepoel, que se dejó medio minuto en el descenso, llegó al portal del Angliru con el maillot a dos aguas, a pecho descubierto, y algo de renta. Los sherpas de Landa le ahogaron. Asfixia.

Juntos los favoritos en la zona amable de la montaña, los primeros cinco kilómetros. Melodía de seducción. El engaño. El señuelo. El sueño antes de la pesadilla. El Angliru, el puerto extremo que descorchó el Chava Jiménez en 1999, es un viaje hacia los abismos con una vistas maravillosas.

Enric Mas pierde contacto con los mejores. Luis Gómez/Pool

Una montaña desalmada. Cuando se paró el tiempo. Cuando no se avanzaba, se plegó Ayuso. Se arrugó Mas. Ondeaba el Landa y el Jumbo. Un hombre contra el imperio. Donde las rampas son eternas, donde solo se jadea, donde nada queda salvo el alma, la plegaria y la dignidad, Roglic aceleró el tiempo.

Vingegaard, que todo lo quiere, no tardó en subirse al esloveno. Llegó más tarde Kuss. Landa se descascarilló. Roglic y Vingegaard mantuvieron la tensión dramática. Dos campeones chocando. Piedra contra piedra. Chispas. Fuego. La pira. Quemaron a Kuss, al que rescató Landa del infierno. Arde la Vuelta.