Las mujeres son las personas más afectadas por la enfermedad de Alzheimer, pues representan tanto la mayoría de quienes presentan esta enfermedad como la mayoría de las cuidadoras de las personas que la padecen. Es fácil llegar a la conclusión de que la mayor incidencia del alzhéimer en mujeres se debe a su mayor longevidad, pues la edad avanzada es el principal factor de riesgo, pero lo cierto es que hay otras variables que influyen en esta brecha de género.
Un estudio publicado en Alzheimer’s and Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association, en el que han participado 26 investigadores de siete países diferentes, señala la necesidad de incorporar un enfoque de sexo y género en la investigación para tratar la enfermedad de forma más efectiva.
Resistencia y resiliencia
Para entender bien esta mayor incidencia en las mujeres, debe quedar clara la diferencia entre la resistencia a una enfermedad y la resiliencia ante ella. La resistencia hace referencia a la ausencia o presencia reducida de carga patológica, que es el efecto físico que tiene la enfermedad sobre el cuerpo —en el caso del alzhéimer, la neurodegeneración—. La resiliencia, sin embargo, es la capacidad para no mostrar síntomas de la enfermedad aun teniendo el daño físico —en el alzhéimer sería mantener la capacidad cognitiva pese a presentar neurodegeneración—.
Una muestra de la resiliencia es que aproximadamente el 30% de las personas mayores presentan marcadores físicos de la enfermedad de Alzheimer en la autopsia, pero se mantienen cognitivamente intactos durante toda su vida.
Hay doce factores de riesgo modificables —como la educación, la actividad física o la salud cardiovascular— que podrían explicar hasta el 40% de los casos de demencia.
En las primeras fases de la enfermedad, las mujeres tienen una mayor resistencia que los hombres que puede estar relacionada con la función protectora del cromosoma X, que reduce la acumulación de la proteína tau —una de las causas de la destrucción de neuronas que provoca el alzhéimer— pero, en etapas posteriores, experimentan un declive más pronunciado.
De hecho, las mujeres diagnosticadas con demencia derivada de la enfermedad de Alzheimer desarrollan una atrofia cerebral de hasta un 1,5 % superior por año respecto a los hombres con el mismo estado diagnóstico.
Factores de género
En cuanto a la resiliencia frente a la enfermedad, hay tres factores de riesgo modificables principalmente que muestran el efecto de los roles de género en el mayor deterioro cognitivo de las mujeres.
Actividad física
La conducta sedentaria y el ejercicio físico están, fuertemente asociados al riesgo de demencia y también presentan diferencias de género. Aunque hay estudios que sugieren que las mujeres se benefician más cognitivamente de la actividad física, se ejercitan menos a lo largo de la vida que los hombres.
Los años de educación
Es uno de los principales factores de resiliencia ante el alzhéimer. Un mayor nivel educativo está asociado con un mejor funcionamiento cognitivo global y un retraso en la aparición de los síntomas de demencia.
A pesar de los avances en igualdad de género, los niveles de educación y ocupación tienen un gran sesgo de género que históricamente se ha traducido en un acceso reducido de las mujeres a la educación superior.
En los países caracterizados por roles de género más igualitarios, las mujeres mayores presentan una mejor capacidad cognitiva, y esto está en parte asociado a la educación y la participación laboral.
Trastornos afectivos
Las mujeres sufren trastornos afectivos —como la depresión o el trastorno bipolar— y marginación social con más frecuencia que los hombres. Estos trastornos son dos veces más comunes en mujeres y están asociados con un riesgo casi doble de desarrollar demencia.
Eider Arenaza-Urquijo, investigadora principal del Grupo de Prevención de Alzheimer y Envejecimiento Sano de ISGlobal y una de las autoras de esta investigación, ha insistido en SMC España en la urgencia de incorporar un enfoque de sexo y género en los estudios sobre la enfermedad de Alzheimer:
“Si mujeres y hombres desarrollan la enfermedad de Alzheimer a través de diferentes mecanismos, conocer estos mecanismos es esencial para diseñar intervenciones específicas y tratar la enfermedad de manera efectiva.”
El estudio también señala la necesidad de incorporar enfoques más allá del basado en el sexo que define a los individuos como machos o hembras, ya que este constructo tiene cada vez más limitaciones a medida que crece la evidencia de la existencia de población intersexual y no binaria. El género, al ser un constructo social referente a roles, identidades y comportamientos, es más fluido y se adapta mejor al contexto actual.