HAY días en que si nos hicieran un test como esos a los que han sometido de manera involuntaria a la banca, seguramente suspenderíamos. ¿Qué pasaría si se lo hicieran a las cadenas de televisión? Hay gente que dice que el aprobado a un programa se lo da la audiencia. Según esta teoría el examen lo suspenderían los documentales de la BBC, esas joyas que echan a la hora de siesta, y aprobaría con buena nota Supervivientes de Telecinco. Pero, ¿cómo sabemos si un programa tiene estrés o no? Si resistirá una nueva temporada o se lo calzarán a las primeras de cambio. No hace mucho hubo un programa de niños en Antena 3 que fue suspendido sin que las criaturas se despidieran de sus fans. Los padres se quejaron amargamente por esa afrenta. Es posible que si hubieran estado al cabo del estrés que soportaban hubieran entendido mejor aquella desaparición y el final consiguiente del concurso. Y es que las de la televisión son las únicas competiciones que no continúan si se suspende la emisión. Si cancelaran la emisión del Tour de Francia me imagino yo que los ciclistas no dejarían de pedalear en el Tourmalet. Ni Lorenzo hubiera dejado de acelerar para ganar en el circuito del sacacorchos ni Alonso hubiera dejado de adelantar a su compañero en Alemania. Total para qué. Pero afortunadamente el estrés de las televisiones es algo que, como las almorranas, los directivos sufren en silencio. No sueltan nada. Ah, eso sí, en cuento detectan el estrés en un programa, que se vayan despidiendo. El test del silencio es el que precede al hachazo definitivo. Claro, luego están las teles públicas, que como ellos se corrigen las respuestas da igual lo que digan los test, seguir o no es una cuestión política, el estrés se padece cada cuatro años.
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