LA repetición de los encierros de los Sanfermines es como un eco que se repite en las primeras horas de la mañana. Ayer apenas unos minutos de después del encierro de los Fuente Ymbro comenzó además la comparecencia de Mariano Rajoy en el Congreso. Una actuación poco habitual en esta legislatura que se pudo seguir a trozos en directo por las conexiones que TVE hizo en sus telediario matinales. Decían que los mercados estaban también al tanto de las medidas que fuera desgranando Mariano. El aplauso unánime y decidido de los diputados del PP a Rajoy tras el discurso de ayer es uno de los planos que televisivos más inquietantes de los últimos años. Las medidas planteadas van en contra de los ciudadanos y estos palmeros no dejaron claro si sus palmas iban dirigidas al líder o al contenido de los recortes. La media sonrisa del protagonista tampoco aclaraba si era de vergüenza por hacer lo que su programa electoral no decía, o por haber encontrado el valor para salir del armario político más reaccionario y declararlo abiertamente al mundo. Las imágenes de televisión no pueden ser más reveladoras. Muestran el vítores a la mayor mentira electoral jamás contada. Una falsedad admitida con luz y taquígrafos en la Cámara que debería bastar para que el Gobierno en pleno presentara su dimisión y el Presidente convocara nuevas elecciones. Pero no. En su lugar los engaños se camuflaron de ovación como en esos espectáculos infantiles en los que se vitorea a los niños cuando se caen o se les olvida el papel. A los mercados no les hizo falta poner la tele para escuchar el discurso de Mariano. Conocían de antemano que hay partidos y políticos capaces de mentir con tal de ganar unas elecciones. Dispuestos a convertir la política en una mentira que se ríe de los ciudadanos y con la que los especuladores se forran en la bolsa.
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