La ultra fachenda hace mucho que salió del búnker. Su actitud es de sobra conocida: agresividad, ordeno y mando, pulsión por el escarmiento, simplismo ante los problemas complejos... Psicología autoritaria que prende entre quienes se creen españolísimos, bastantes azuzados por la falta de horizonte o el hastío. El filósofo Daniel Innerarity, que ha estado en Chile con Boric, Sánchez, Lula, Petro y Orsi en el encuentro ‘Democracia siempre’, ha recordado en el diario La Tercera que la democracia está en crisis no solo por el auge ultra, sino por culpa de males que se van cronificando.

A medio hervor

Los problemas del sistema democrático no vienen solo del extremismo, por supuesto, pero este ya afecta a nuestro caminar. La fascitis plantar incipiente evoca las supuestas esencias perdidas del abuelo mientras se va conformando un nuevo Frente de Juventudes, pródigo en verbenas, donde animosos camaradas a medio hervor denigran a grito pelado a la madre del presidente del Gobierno. Gregarismo del tres al cuarto, secuela de quienes durante décadas han tenido tantas reticencias en criticar aquella opereta que en el fondo fue el franquismo.

Sacar de ese páramo a miles de chavalitos no va a ser fácil, y menos desde que el PP se lanzó al eslogan de la fruta. Esto no se limita a un brote de acné juvenil ni de nostalgia ñoña. Estemos prevenidos. El sueño americano ha mudado en pesadilla y el europeo en un duerme vela inquietante. Si no hay conciencia de calamidad, si no sabemos por qué pasa lo que pasa y si no se ponen remedios, esto irá a peor. Si no, miremos la situación en Italia o incluso en Francia. El progresismo de amplio espectro tiene que ser consciente de que la desesperanza alimenta las derivas autoritarias. El encuentro de esta semana en Chile parece tomar nota. Fortalecer el sistema democrático es una “tarea urgente de nuestro tiempo”, según ha dicho este quinteto de dirigentes, y “el mejor camino posible para garantizar la paz, la cohesión social y las oportunidades para todos”. Que se note.

En el nuevo Frente de Juventudes, pródigo en verbenas, animosos camaradas a medio hervor denigran a grito pelado a la madre de Sánchez

Se venía gestando

Una involución como la que se viene gestando no nace por esporas. Se alimenta de lo que tanta gente respira analógica o digitalmente. Y también de lo que no han leído ni escuchado ni visto en la burbuja en la que habitan. Como afirma el editor Bernat Ruiz Domènech la identidad de parte de la población española “se sustenta en la negación de la diferencia”. Sin duda, esta impugnación de la realidad refleja un proceso fallido en nuestra modernización democrática. No era el escenario que esperábamos quienes imaginábamos que un día, con una cultura convivencial más rodada y pacífica, sería posible un escenario mucho más distendido. El cambio de siglo ahondaba en esa proyección y catapultaba nuevos ideales. Pero frente a las demandas de un mundo en paz y más justo, golpeó el 11S y su derivada posterior, y luego la crisis económica de 2008. Y frente a un escenario que requiere cooperación y multilateralismo hay quien tras la pandemia ha erigido un credo rotundamente iliberal y jerárquico. El apoyo a un genocidio en Gaza por parte de mucho biempensante supone un punto y aparte. Ahora con una hambruna atroz de cadáveres vivos esperando la muerte.

La crisis del neoliberalismo no puede derivar en esta oleada autoritaria. La calidad de la democracia es un bien común frágil, siempre mejorable. El periodismo y la lucha contra la desigualdad son claves. El diagnóstico de los problemas suena conocido, pero hasta las mejores intenciones resultarán insuficientes si esta fascitis de nuevo cuño no se toma verdaderamente en serio.