COMO en la novela de G.G. Márquez Crónica de una muerte anunciada en el caso de RNE ha ocurrido lo mismo porque estaba cantado que la llegada de un nuevo capo iba a desencadenar movimientos, ceses, incorporaciones en despachos y redacciones. Y una vez más se ha desbaratado la ocasión de demostrar que en una democracia crítica y vigorosa los cambios políticos afectan solamente lo necesario a una empresa que desde Zapatero, marchaba sin estar sujeta al marcaje de los partidos y a los designios del mayoritario, siguiendo la estela de la BBC, espejo de las televisiones públicas para construir medios rigurosos, comprometidos con los valores democráticos y ajenos a los concretos intereses de Gobierno. El reconocimiento de esta democrática y profesional andadura ha sido un hecho aceptado por tirios y troyanos y un orgullo para los trabajadores del medio. La llegada del nuevo Gobierno con mayoría absoluta ha sido la crónica anunciada de unos nuevos tiempos que han visto cómo se cambiaba la ley de nombramiento del jefe del cotarro, cómo se alteraba el Consejo de Administración y en estos momentos cómo salen escopeteados de la casa profesionales como Juan Ramón Lucas, que había convertido la radio en ejemplo para conectar con la audiencia en las angustias y dificultades actuales. Lucas había hecho de su ejercicio periodístico un lugar de encuentro de opiniones críticas que el poder ha sido incapaz de aguantar y soportar, dada su endeblez democrática timorata y temerosa. Lucas, Pepa, Toni son la punta del iceberg que emergerá con una radiotele sometida a la alargada sombra de asesores, jefes de gabinete y otros furrieles de la comunicación oficial. Las mayorías absolutas sirven, entre otras, para hacer estas cosas absurdas y alicortas. Se irán televidentes y oyentes a chorros. Da lo mismo, la cosa es controlar los mecanismos de poder.