La carnicería catódica de Vasile
EL medio funciona a modo de cascada que ofrece continuamente productos con la esperanza de pegar un pelotazo y hacer de cada programa una fuente de ingresos comerciales considerable gracias a los números del share o audiencia. En esta avalancha de imágenes, formatos y modos se abre paso la telebasura que sigue alimentando horas de canales que tienen en los realitys el fundamento de su existencia. En la antaño renovadora cadena de Prisa, Cuatro, en la actualidad fagocitada por la trituradora T5, se ofrece un programa que obedece al sugerente título de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? y que mantiene viva la antorcha del amarillismo y la cutrez a la espera de que vuelva el séptimo de caballería de GH con la sargento Milá a la cabeza. Bajo la acartonada presentación de Luján Argüelles, muchachita que iba para gran conductora y se ha convertido en hada madrina de este engendro que pretende encontrar novio o novia a los descerebrados hijos de edípicas madres que vigilan la elección de sus crías frente a ejemplares sacados del circo de los horrores, ellos y ellas se exhiben ante las cámaras con impudicia indigna y desconsiderada, convirtiendo a desvalidos seres humanos en carne de cañón de una televisión degradante y degradada. El desfile de muchachos y muchachas, con más historia a sus espaldas que el Capitán Trueno, se convierte en ejercicio de subasta donde cada concursante quiere llevarse el gato al agua de ser ligue casamentero de aspirantes aconsejados por sus paridoras madres, ejemplares de arpías, controladoras y dominantes hembras, engendradoras de semejantes especímenes. Subasta, desfile carnicero, cabalgata de sueños imposibles, el programa debe visionarlo el Defensor del Pueblo por convertir a desvalidos seres humanos en carne más o menos fresca, presentado con impúdica manera.