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La marcha Radetzky y el nacional socialismo

SAIOA se quejaba de que este año no había visto el concierto de Año Nuevo. Una costumbre algo pedante que tenemos en casa de comenzar el año dando palmas. Esta vez la batuta la empuñaba Franz Welser-Möst. Un tipo que sacaba chispas al aire en los valses de los Strauss, Verdi y Wagner. La Filarmónica de Viena lleva 73 años reuniéndose la mañana del 1 de enero en la sala Dorada de Musiverein que este año estaba adornada con 30.000 flores y donde ocurre como en las góndolas de Venecia o la plaza de toros de Las Ventas: las mejores localidades las tiene el público japonés. Esto de despejar la cabeza del "atracón a mano armada" de Nochevieja con música clásica, cada año me mosquea más. Antes las imágenes que acompañaban al concierto eran coreografías de danza basadas en la misma música que sonaba en la sala. Ahora no. Ahora hacen unos vídeos que parecen sacados de la Austria de la época nazi. Parejas de novios muy rubios que bailaban su inmensa alegría por todos los lados y acuden a reuniones familiares donde otros tan rubios y altos como ellos no paraban de ser felices. Un horror, vamos. Un guión escrito por algún tullido mental de los que creíamos que se habían ido muriendo en el anonimato por Argentina y por ahí. Los críticos del tema no se quedaron muy conformes por el aire que le imprimió Welser-Möst a la banda donde, por cierto, apenas hay mujeres. Pero la más pequeña de casa se quedó maravillada cuando el director al interpretar Carnaval en Venecia comenzó a regalar muñecos a los músicos. Este espectáculo de polcas y valses lo heredamos como nuestro más de 80 países por la gracia de que al final el público puede dar palmas en la marcha Radetzky. El año que viene vuelve Daniel Barenboim (argentino e israelí) esperemos más mujeres entre los músicos y menos nacional socialismo en los vídeos.