El taller de arte y naturaleza ha reunido hoy a una veintena de niños y niñas entre 5 y 11 años en el Molino de San Andrés. El reloj marcaba las 11.00 horas y algunos pequeños terminaban los almuerzos a la sombra de los árboles o hacían fila para su última escapada al baño. Al grito “eo, eo, oe” de Maite Dávila, organizadora de los campamentos del Museo Universidad de Navarra, los pequeños artistas se han alineado en parejas y agarrados de la mano, con una gorra en la cabeza se han trasladado desde el molino hacia la Presa de Dorraburu siguiendo a Maider, en representación de la Mancomunidad. El objetivo estaba claro, recolectar una piedra por cabeza de la orilla del río para colorearlas y transformarlas en obras inspiradas en Pablo Palazuelo. En el camino a encontrarlas, no han faltado obstáculos como bicis, los peregrinos y las ansias de bañarse con una temperatura que rondaba los treinta grados. 

Los pequeños visitaron ayer las salas del museo como primera toma de contacto con las obras de Palazuelo, como El número y las aguas o Serie verde. Pablo Palazuelo es uno de los principales representantes de la Abstracción Geométrica en la España del siglo XX. Su trabajo es conocido por su interés en acercarse a la divinidad de una naturaleza que se descompone en formas geométricas perfectas. Para acercar la obra de este artista, desde Mancoeduca y los campamentos Hi Artist! del MUN, han adaptado las actividades infantiles al trabajo del artista. Los excursionistas han recolectado hojas caídas que variaban entre tonos marrones, verdes, naranjas y amarillos y han explorarado las formas geométricas que formaban las piedras cuando las tiraban al agua. De este modo, tal y como explicó Mar García, coordinadora de Mancoeduca, los pequeños se acercan a entornos rurales como el parque fluvial y a su vez indagan en las visiones diferentes que poseen los artistas cuando visitan la naturaleza. 

A Pablo Palazuelo le inspiraba la naturaleza, en ella encontraba los números, las matemáticas intrínsecas. Es el mismo ejercicio que Gaizka, Olivia, María y otra decena de niños y niñas han hecho una vez han recogido los materiales naturales. Los bolsillos traseros de sus pantalones y sus gorras rebosaban de piñones, cortezas de tronco, hojas y piedras. Bajo el llamamiento de “amiga”, que dos niñas empleaban para encontrarse cuando había que hacer la cola o ante preguntas como “si sales en el periódico, ¿qué vas a hacer?”, los integrantes de la fila han vuelto al lugar de origen, el Molino de San Andrés. En cambio, las mesas ya no parecían simples zonas para descansar, ya que se han convertido en talleres artísticos en los que los pequeños han dado rienda suelta a su imaginación, siempre inspirados en la naturaleza, la previa excursión, y como no, las obras de Palazuelo, que han permanecido colgadas en una de las paredes del molino para refrescar la memoria de los pequeños.

Imaginación

Ante el espontáneo “¿me puedo inventar un poco los cuadros?” de María, de 7 años, o las manifestaciones de los más despistados “¿qué hay que hacer?” tras la explicación de Maite, los artistas junior han creado obras creativas que se han apoyado en plantillas de Palazuelo y se han enriquecido con tijeras, folios, cartulinas, pegamentos, pinturas y rotuladores. Los pequeños han empezado a hacer bocetos de las obras de Palazuelo, así como recortables coloreados por los materiales que han encontrado por el camino. Las formas que hacía el agua en el río, la sombra de los árboles y la textura de la corteza han cobrado forma sobre el papel.

Junto a la veintena de artistas, cinco estudiantes de la Universidad de Navarra, colaboradores del campamento, han ayudado a los niños en sus labores. Entre las voluntarias, Elias Alegría, recién graduado en Comunicación Audiovisual, ha cumplido hoy su tercera tanda de niños en los campamentos de Hi Artist!. Para él ser monitor es una experiencia gratificante. “Los niños no te conocen de nada y a los días te acaban cogiendo cariño”, ha confesado con la interrupción de un niño que reclamaba su atención. “Aunque sean pequeños tras visitar el museo y las diferentes obras se quedan con las cosas”, ha admitido demostrando que el arte no entiende de edades. 

Como han hecho nada más comenzar la experiencia, las monitoras han preguntado a los excursionistas sobre sus emociones y sensibilidades, los pequeños han coincidido en que han sentido tranquilidad, paz, disfrute, diversión y relajación lejos del ruido de la ciudad.